Dinamarca al timón europeo: una presidencia pragmática en tiempos difíciles
Con un estilo sobrio y orientado al consenso, el Gobierno danés espera reforzar el papel de Europa
El pasado 1 de julio, Dinamarca asumió la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea con un enfoque muy pragmático y centrado en resultados concretos. En un semestre de plena actividad institucional tras la renovación europea de 2024, Copenhague se enfrenta al reto de consolidar la agenda estratégica 2024-2029 con una Europa más geopolítica y más verde. La presidencia danesa ha fijado cuatro prioridades clave: la seguridad y defensa común, la competitividad sostenible, la ampliación hacia los Balcanes Occidentales y la resiliencia democrática frente a la desinformación. Con un estilo sobrio y orientado al consenso, el Gobierno danés espera reforzar el papel de Europa como actor global fiable en un contexto internacional incierto, marcado por la guerra en Ucrania, las tensiones comerciales y la redefinición de las alianzas estratégicas. Los próximos seis meses serán decisivos para dar impulso político a la nueva hoja de ruta europea. Dinamarca, país de europeísmo crítico pero constructivo, quiere dejar huella como mediador eficaz.
Impulsar la agenda estratégica
La presidencia danesa llega en un momento clave para traducir en acción la nueva Agenda Estratégica adoptada por el Consejo Europeo en junio de 2024. Tras los nombramientos institucionales y el reparto de responsabilidades en Bruselas, corresponde ahora a Dinamarca coordinar el ritmo de trabajo legislativo y avanzar en los expedientes prioritarios. Consciente de su papel como facilitador más que como protagonista, Copenhague se presenta como una presidencia de “puentes”: entre Estados miembros con intereses divergentes, entre ambición climática y competitividad industrial, y entre los valores democráticos europeos y los desafíos externos que los ponen a prueba. Dinamarca, fuera del euro, pero comprometida con el mercado único, fuera de Schengen, pero firme defensora de la cooperación judicial, representa bien esa dualidad entre pragmatismo nacional y vocación europea. Su objetivo: menos retórica y más resultados.
Realismo pragmático
Las prioridades marcadas por el Ejecutivo de la socialdemócrata Mette Frederiksen responden a una lectura realista del contexto europeo. En seguridad y defensa, Dinamarca quiere reforzar la base industrial común y promover la cooperación en adquisiciones militares, en plena transición hacia una Europa de la defensa más autónoma pero interdependiente con la OTAN. En competitividad verde, impulsará acuerdos sobre la reforma del mercado eléctrico y la financiación de tecnologías limpias, sin descuidar la protección de la industria frente a la competencia desleal. La ampliación sigue en el centro del proyecto europeo: Copenhague quiere relanzar el diálogo político con los Balcanes Occidentales, avanzar en el proceso de Ucrania y Moldavia, y garantizar que el principio de condicionalidad no se diluya. La resiliencia democrática, incluida la lucha contra la desinformación, se abordará como reto estructural, especialmente ante las elecciones previstas en varios Estados miembros durante 2025.
Muchos frentes abiertos
Los desafíos del semestre no serán menores. La UE sigue enfrentando tensiones internas sobre la gobernanza económica, la reforma del pacto de estabilidad y la transición energética. Además, la gestión de los flujos migratorios sigue generando divisiones, y Dinamarca tendrá que garantizar la implementación efectiva del Pacto de Migración aprobado en 2024. A nivel global, las relaciones con China, la evolución del conflicto en Ucrania y la incertidumbre sobre la política exterior de Estados Unidos tras las elecciones de 2024 condicionarán las prioridades del Consejo. Dinamarca aspira a un liderazgo técnico, pero no podrá evitar navegar entre intereses políticos contrapuestos. Su capital político residirá en la credibilidad, la transparencia y la voluntad de generar consensos sostenibles. En un semestre sin grandes cumbres, pero con muchos frentes abiertos, Copenhague tiene la oportunidad de demostrar que una presidencia sin estridencias puede dejar huella si sabe escuchar y actuar.
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