Oportunidades y Futuro. Hoy y mañana, como ayer
Los propios desafíos son una fuente inagotable de oportunidades para un futuro mejor, próspero y feliz
Publicar un 28 de diciembre puede sugerir una “inocentada” o una innovadora propuesta de valor que encubra la osadía optimista de incitar a la audiencia para afrontar un esforzado camino de futuro o, en todo caso, al acercarnos al cambio de calendario, recurrir al balance anual y enumerar proyectos de transformación y mejoras acompañados de las uvas ya próximas.
En esta ocasión, no me resisto a caer en una sensación negativista y un tanto deprimente–fatalista que parecerá rodearnos y acompañar, en especial, a dos grandes colectivos heterogéneos: “la juventud” (sin matices, sin distinción etaria, sin historiales y realidades concretas diversas y distintas) y la “adulta” (que hizo, decidió y hoy siente no encontrar aquello que añora).
Los primeros parecerán creer que “vivirán peor que sus padres y generaciones anteriores” y los segundos, pensando lo contrario, permanecerán preocupados por no encontrar “el caldo de cultivo generacional” que un cambiante y complejo mundo exige (y, sobre todo, exigirá).
Ya sea una u otra actitud, unos y otros, de una forma u otra, aspiramos a la prosperidad (espero que colectiva, inclusiva y de todos) y la felicidad (entendida, siempre, desde la subjetividad insustituible, real y objetiva, percibida o comparable).
Recurriendo a grandes referentes de la psicología–psiquiatría, hoy tan presente en las conversaciones y ocupaciones sociales, Sigmund Freud, Carl Jung y Alfred Adler, en un ya conocido libro de Ichiro Kishimi y Fumitake Koga, Atrévete a no gustar, se preguntan el cómo ser feliz en un mundo como el que vivimos ante la incertidumbre de un no concreto futuro, centrando la aproximación en una respuesta orientativa “a la imprescindible necesidad de coraje para cambiar e ignorar las limitaciones que nos hemos impuesto o quienes nos rodean imponen”.
Tras esta posición, en estas fiestas navideñas y/o de final/entrada nuevo año, nos felicitamos las fiestas, nos deseamos salud y prosperidad y manifestamos renovados propósitos de mejora. Con estos buenos deseos, ¿nos atrevemos a esforzarnos a ser felices a la vez que generamos prosperidad (para nosotros y, sobre todo, para los demás)?
Sin duda, vivimos un mundo complejo, lleno de insatisfacciones y, en gran medida, lleno de señales, actuaciones, decisiones, absolutamente desalentadoras, aumentando y condicionando la incertidumbre y complejidad, repleta de desafíos que obligan a profundas transformaciones, acompañadas por un panorama mediático, político, social y, en general, poco apetecible, llevando a muchos a renunciar a un camino hacia un futuro, distinto a la situación de partida, hacia soluciones individuales, a “una adaptación a sobrevivir en la situación de partida”, a la desconfianza en las “propuestas de terceros” (incluso cuando, escasas, ofrecen proyectos de interés y clarifican el horizonte hacia el que se pretende llegar). Un mundo lleno de obstáculos, con el predominio de los “anti todo” y los pseudo poseedores de la verdad única y la manipulación de ideas y mensajes, haciendo del espacio vital, un mundo de confrontación, insulto y descalificación de las ideas…, y un paralizante mensaje dirigido a huir del trabajo solidario (real) y buscar la demagógica etiqueta y bandera tras la que ocultar la inacción y/o falta de compromiso) o las consideraciones de valor, dignidad, disciplina, formación, incentivación. Y forma de vida que implica.
En este tipo de ambiente (la España de hoy es un lamentable ejemplo, por centrarnos en el entorno que nos rodea), y no entrar en la geopolítica global de la que dependemos, para bien y para mal, alejada en gran medida de nuestras posiciones y decisiones, no resulta fácil transmitir … y apostar desde la visión de un MUNDO lleno de OPORTUNIDADES para un futuro MEJOR, deseable, que nos satisfaga. ¿Es realista provocar y proponer ese cambio invitando a tener el coraje para superar nuestras limitaciones y dificultades para impulsar el cambio ya comentado?
Hoy, más que nunca, con mucho mayor y mejor bagaje que en generaciones anteriores, los propios desafíos son una fuente inagotable de oportunidades para un futuro mejor, próspero y feliz. Educación, Tecnología, Empleo, Territorios, paraguas de bienestar social, activos culturales, empleabilidad y emprendimiento, servicios asequibles, comunicación, generación e interacción de redes, movilidad…, en su propia transformación, superación de ineficiencias y limitaciones, conllevan espacios inimaginables de cambio y transformación. Un aprendizaje retador pleno de recompensas y puntos de exitosa llegada. Toda una interconexión global desde nuestras diferentes áreas base. Puntos clave sobre los que construir nuevos futuros, eso sí, demandantes de nuevos liderazgos, cambio positivo y gobernanza innovadora (en todos los niveles y espacios). Tenemos por delante las enormes oportunidades cuyo camino lo señalan, con claridad, aquellos elementos que otrora pudieran destacar como problemas y que, gracias a la capacidad de observarlos con gafas diferentes, facilitan las oportunidades transformadoras de la educación del mañana, del uso de las nuevas tecnologías disruptivas, de una comunicación crítica, objetiva y contrastable, de una salud y bienestar holística y plena.
Las dos visiones
El mencionado libro de Kishimi y Koga, contiene una agradable e instructiva narrativa (de amplia invitación a la reflexión) entre un viejo, sabio y prestigioso filósofo y un joven “aprendiz” que responde al cuestionamiento permanente de este segundo, en torno a las dos tesis inicialmente contrapuestas, que ambos sostienen. Mientras el sabio experto sostiene que el mundo observable es “sencillo, rico en oportunidades, alternativas y diversidad de caminos hacia la felicidad y la prosperidad”, el joven estudiante sostiene un mundo lleno de barreras, limitaciones, paralizantes espacios de desconfianza, carente de oportunidades y de escasa invitación a optimismo alguno. A estas dos visiones, nuestro filósofo de referencia invita a “utilizar unas gafas distintas para apreciar espacios distintos de una misma situación objetiva”.
Hoy, a las puertas de concluir nuestros respectivos balances y la esperanza de un renovado futuro, sería un buen momento para cambiar las gafas negras, oscuras por un halo de luz y explorar, revisitando el estadio de partida, nuestro mundo en transformación. Tesis base del sabio filósofo para entender visiones diferenciadas y percepciones, en ocasiones, distantes de una realidad objetiva.
En la narrativa descrita, los conversadores en debate aproximan sus maneras de entender un espacio compartible recurriendo a la metáfora “del agua en los pozos” (siempre están a una temperatura concreta y objetiva, 18º, pero la sensación varía según entres en contacto con ella y la sientas en verano o invierno).
En definitiva, nuevas gafas, o nuevas fuentes de agua y nuevas actitudes. Más o menos luz. Mayor o menor perspectiva y horizonte.
Las oportunidades nos esperan. Pero, eso sí, hemos de tener el coraje de ir a por ellas,
Zorionak eta Urte Berri On! Felicidades. Buen año nuevo.
