El Premio Nobel de Economía para 2025 fue otorgado a los académicos Joel Mokyr, de la Universidad Northwestern, reconocido por identificar las condiciones necesarias para un crecimiento sostenido a través del progreso económico y a Philippe Aghion, del Collège de France y de INSEAD, junto con Peter Howitt, de la Universidad de Brown, que fueron distinguidos por su teoría del crecimiento sostenido mediante el fenómeno de “la destrucción creativa”.

Los conceptos del crecimiento basado en “la destrucción creativa” se fundamentan en las teorías formuladas por el economista Joseph Alois Schumpeter. Nacido en Moravia, en la actual Chequia, Schumpeter llegó a ser un efímero ministro de Finanzas de Austria, emigrando a los Estados Unidos en 1932, donde fue profesor de la Universidad de Harvard.

Schumpeter es reconocido por desarrollar conceptos clave que transformaron la teoría económica, entre los que destacan su visión dinámica del capitalismo, impulsado por la “destrucción creativa” mediante ciclos de innovación que destruyen industrias obsoletas y crean nuevas. Schumpeter no pudo ser reconocido con el “Premio Nobel de Economía” porque esta distinción se creó en 1968, fecha posterior al fallecimiento de Schumpeter en 1950.

Michael Porter es un académico de la Escuela de Negocios de Harvard reconocido internacionalmente por sus aportaciones en los ámbitos de la estrategia empresarial y el desarrollo económico de las naciones. En el ámbito de las dinámicas de competitividad, Porter propuso conceptos como la cadena de valor, el modelo de las cinco fuerzas, los clusters o los conceptos de ventaja competitiva y estrategia. Porter es considerado como el padre de la estrategia empresarial y la práctica de la consultoría actual. A pesar de sus enormes méritos, la labor de Porter no ha recibido la nominación al “Premio Nobel de Economía”.

Clayton Christensen fue un académico estadounidense que desarrolló la teoría de la Innovación Disruptiva” tras llevar a cabo un exhaustivo estudio de las dinámicas de innovación en el sector de la maquinaria de obra pública y los dispositivos de almacenamiento para los ordenadores. Christensen introdujo la “disrupción” en un libro publicado en 1997 bajo el título “El dilema del Innovador”. Las revistas The Economist y Forbes lo calificaron como “el pensador en gestión empresarial más influyente de su tiempo”. Christensen ejerció como Profesor de Administración de Empresas en la Escuela de Negocios de Harvard y murió en 2020 sin recibir la distinción del Nobel de Economía.

Teniendo presente que las deliberaciones de la Academia de las Ciencias de Suecia son secretas, los analistas estiman que las razones por las cuales académicos como Porter o Christensen no han sido galardonados radica en el hecho de que el Nobel de Economía premia hallazgos teóricos sobre cómo funcionan los mercados mediante modelos econométricos complejos. Esta sería la razón subyacente en la discriminación positiva hacia los Departamentos de Ciencias Económicas frente a las Escuelas de Administración de Empresas, más centradas estas últimas en la gestión y la estrategia empresarial.

Con estos precedentes, la comunidad científica fue sorprendida por las nominaciones para el año 2024, que correspondieron a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson. Según la Academia de las Ciencias de Suecia, el premio fue otorgado a los tres economistas por sus estudios que exploran las diferencias en la prosperidad de las naciones. Llama la atención porque sus investigaciones son muy conceptuales y, según los críticos, muy discutibles.

Así, en el libro Porqué fracasan las naciones, Daron Acemoglu y James A. Robinson describen, por espacio de cuatrocientas páginas, casos de sociedades y países dotados de regímenes y gobiernos “extractivos”. Según sus teorías, las sociedades con principios de derecho débiles o regímenes autoritarios no generan crecimiento ni bienestar social. En sentido opuesto, “las instituciones inclusivas”, que se equiparan con las democracias liberales, serían la causa principal del crecimiento económico y el bienestar social. Estas tesis han sido fuertemente criticadas porque ignoran los casos de países con regímenes autoritarios o de partido único que, sin embargo, promovieron un fuerte desarrollo económico como China, Corea del Sur, Singapur o Taiwán.

El libro más reciente de Daron Acemoglu y Simon Johnson, titulado Poder y Progreso, ha generado igualmente fuertes controversias. Por espacio de seiscientas páginas, los autores relatan las dinámicas históricas de incorporación de las innovaciones tecnológicas en los procesos productivos de las sociedades occidentales, diferenciando aquellos supuestos en los cuales las tecnologías complementan el trabajo humano de aquellos casos en los cuales las tecnologías reemplazan la intervención humana. Las críticas señalan que en ningún momento los autores llegan a identificar los factores que diferencian un supuesto del otro. Las críticas se agudizan por las carencias que presenta el análisis del impacto reciente de las Tecnologías de la Información y de forma específica de la Inteligencia Artificial.

Para desarrollar una investigación tan compleja, Acemoglu y Johnson deberían haber solicitado el concurso de Erik Brynjolfsson, con quien coincidieron en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). En la actualidad, Brynjolfsson desempeña su labor investigadora en la Universidad de Stanford (California), en la cual dirige el Laboratorio de Economía Digital. También es investigador asociado de la Oficina Nacional de Investigación Económica y autor de varios libros de gran éxito de ventas.  

Brynjolfsson ha sido pionero en llevar a cabo investigaciones sobre el aporte de las Tecnologías de la Información a la productividad y el papel del capital organizacional y otros intangibles. Finalmente cabe reseñar que Brynjolfsson ha sido co-presidente del comité de estudio de las Academias Nacionales de Ciencias que elaboró un informe solicitado por el Congreso de los Estados Unidos para la Evaluación del impacto de la Inteligencia Artificial en el futuro del trabajo y la fuerza laboral. Huelga decir que, hasta el presente, Brynjolfsson no ha visto reconocida su labor con la nominación al Premio Nobel de Economía.

Un hecho que puede sorprender es que el Premio Nobel de Economía no es propiamente un Premio Nobel. El premio en Ciencias Económicas no estaba entre las disciplinas incluidas en la parrilla original del Premio Nobel en 1901. Fue establecido por el Banco Central de Suecia (Sveriges Riksbank) en 1968. Por ello, contrariamente a todas las demás disciplinas, el Premio Nobel de Economía se denomina Premio Sveriges Riksbank en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel.

Igualmente llamativa resulta la concentración de nominados provenientes de un número reducido de entidades: el 46% de las 96 personas nominadas entre 1969 y 2024 estaban afiliadas a cuatro universidades de los Estados Unidos: la Universidad de Chicago, el Instituto de Tecnología de Massachusetts, la Universidad de Harvard y la Universidad de Princeton. Este fenómeno es exclusivo de la Economía. En el resto de las disciplinas del Premio Nobel la concentración es inferior y tiende a diluirse con el paso del tiempo.

La concentración de las nominaciones en un puñado de universidades americanas constituye un síntoma de problemas estructurales más profundos que afectan a la disciplina de la Economía. En un estudio, Alberto Baccini y Cristina Re documentan cómo un grupo notablemente reducido de académicos pertenecientes a las universidades de élite de los Estados Unidos controla los consejos editoriales de las revistas más prestigiosas de la disciplina. Los consejos editoriales deciden qué artículos se revisan, qué revisores los evalúan y, en última instancia, qué trabajos se publican.  

Finalmente, teniendo presente que el Comité de Selección del Premio Nobel de Economía permite a los ganadores de ediciones anteriores nominar a candidatos para las ediciones futuras, se explica que la selección de los candidatos tiende a favorecer a los economistas más “ortodoxos” en detrimento de candidaturas heterodoxas, entre ellas las procedentes de las escuelas de negocio. Por ello, los críticos consideran que el historial de concesiones está sesgado hacia la Economía Neoclásica, especialmente la Escuela de Chicago que cuenta con diez premios.

Este sesgo resulta criticable porque la Economía no es solo una disciplina académica: la Economía aporta legitimidad a decisiones políticas que afectan al bienestar de las personas y las naciones. Al asimilar a la Economía con una ciencia exacta, se le atribuye un halo de neutralidad que permite obviar opiniones y perspectivas alternativas.