Los tahúres del Mississippi
La estrategia actual de Núñez Feijóo es la misma: acabar con Pedro Sánchez personalmente
El fétido ambiente político actual madrileño tiene antecedentes, aunque no con la agresividad, la virulencia y el odio del PP actual hacia Sánchez, haciendo bueno aquello del “fin justifica todos los medios”. Es la vieja saña celtibérica que decía Unamuno. En 1979, los agresores eran otros. En aquel tiempo fue el PSOE el de la campaña cicuta, ya que no admitió los resultados electorales de las elecciones legislativas de 1979. Descalificaron la victoria electoral de Adolfo Suárez y apelaron al miedo, recordando que había sido secretario general del Movimiento. Recomiendo se lea la nota de la Comisión de la Ejecutiva Federal del 3 de marzo de 1979. No tiene desperdicio.
En realidad, lo ocurrido con Adolfo Suárez es muy hispano. Primero, se critica su nombramiento –¡qué error, qué inmenso error!–, luego se le encumbra, posteriormente se le lapida, se le entierra en vida durante una larga temporada, para posteriormente colocarle en el pedestal de los iconos al mismo tiempo que se balancea el botafumeiro hasta el paroxismo. Menos mal que el Estatuto de Gernika lo negociamos ese año con Suárez, pues de haberlo hecho con el jacobino PSOE, otro hubiera sido el resultado.
Contra Adolfo Suárez
No olvidemos que fueron el tándem Felipe-Guerra, en los primeros años de la Transición, los que en su ansia por llegar al poder cubrieron de improperios, descalificaciones, mentiras y falsedades el camino del entonces presidente, que aguantó todo el veneno con estoicismo y en ocasiones con contenida indignación. Y no solo aguantó a esta pareja, sino al Rey y a los militares azuzados por ETA, cuando ésta los mataba, hasta que en 1981 echó la toalla. No podía más. Y no nos olvidemos de la participación socialista en el golpe de Estado del 23-F, apoyando un gobierno presidido por el general Armada y ellos formando parte de ese gobierno de concentración, eso sí, sin los nacionalistas vascos y catalanes. Está en la historia. Una historia cruda de la que nadie quiere hablar.
Alfonso Guerra dirá ahora lo que le venga en gana y agredirá a Sánchez por sus pactos con los “independentistas”, auténtica “escoria” política para un buen español, y es lo que está detrás de todo este malsano ambiente. Bien es verdad que cada día queda menos gente viva que conoció aquella historia, lo cual le ofrece ventaja para reescribir su propia posición como le venga en gana. Llamó a Suárez “tahúr del Mississippi”, frase que se repitió hasta la saciedad; le dijo que no cabía en la democracia y que la democracia no cabía en él; le denominó “caballo de Pavía” y que entraría a tiros en el Congreso, y finalmente le describió como un mero “regentador de whiskería…”.
Hoy todas esas descripciones se las dedica a Pedro Sánchez, esperando que la gente olvide al Guerra de 1979, y a su hermano Juan, el de las manos largas. Pero no solo él. Recordemos al entonces presidente de la CEOE, Carlos Ferrer Salat, que se fue a Washington a pedir encarecidamente que los marines USA desembarcaran en las costas españolas para desembarazar a España del “comunista” Suárez. Hoy todo se repite. Ya lo escribió Josep Pla: lo más parecido a un español de izquierdas es un español de derechas.
Y es que a Felipe González le dijeron en 1979 que se equivocaba oponiéndose a la UCD, que lo que tenía que hacer era acabar con Adolfo Suárez, que era el clavito que sostenía el abanico de aquella UCD que era más que un partido, un autobús lleno de gentes e ideologías varias. ¡Y vaya si lo hicieron!
La estrategia actual de Núñez Feijóo es la misma: acabar con Sánchez personalmente, que pese a su manual de resistencia es un ser humano, como lo somos todos, con nuestro punto de ignición y aguante. Le quieren aislar en la esquina del cuadrilátero a base de insultos, medias verdades, graves acusaciones contra su familia, ataque continuo a su credibilidad y puesta en cuestión, con recortes de prensa, de los negocios de su suegro. Y esta sucia e incomprensible manera de actuar en un partido que se dice mentirosamente que su ideario es el centro reformista es inadmisible en democracia, pero hoy vale todo. Sánchez puede caer si no aguanta personalmente más ataques personales, como Suárez lo hizo en su día.
Policía patriótica, la UCO, Acciona
Este pasado lunes en los diarios de Grupos Noticias, Emilio Olabarría, tan sorprendido como yo, escribía que “la presunción de inocencia es el derecho fundamental de todo investigado en un proceso penal a ser tratado como si fuera inocente hasta que sea condenado por una sentencia. Es una de las bases del sistema penal en los países democráticos… No parece que los informes de la Unidad Central Operativa se correspondan con los perfiles previstos en la Constitución, pero se ha dado un paso más, y más peligroso: ya no solo se estigmatiza con un informe de la UCO, sino con la mera expectativa de un informe…”. Es así, y si además tenemos ejemplos tan distorsionantes como oficiales de la Guardia Civil al servicio de constructoras y de dirigentes del PP, perdónenme, pero tenemos que poner en cuestión casi todo, aunque parezcan tan claros los delitos de los imputados.
Santos Cerdán sigue encarcelado en Soto del Real. No así José Luis Ábalos, Koldo García, Isabel Pardo de Vera y ningún posible corruptor, como el presidente de la empresa Acciona, José Manuel Entrecanales Domecq. Argumenta el fiscal que es para que no destruya pruebas. ¿Y los demás? Llama la atención centrarse en Santos Cerdán, aunque seguramente lo hacen para que termine rompiéndose e implicando a Sánchez. Podría ser. Está en la lógica de esta instrucción. Y me llama la atención la defensa del PP, el mismo partido que montó aquella mafiosa “policía patriótica”, que hace de la UCO (Unidad Central Operativa de la Guardia Civil), que ha tenido a su frente gente harto sospechosa, algo intocable. Pongo dos ejemplos.
El coronel Manuel Sánchez Corbí ocupó durante casi tres años uno de los puestos de mayor responsabilidad y proyección pública dentro de la Guardia Civil. A finales de 2015, con Mariano Rajoy en La Moncloa, asumió la jefatura de la Unidad Central Operativa (UCO). Y ahí, al frente de la unidad de élite del Instituto Armado, se mantuvo hasta el verano de 2018, cuando fue cesado de forma fulminante. Nada tuvo que ver la condena por torturas que practicaba en Intxaurrondo y que mancha su expediente desde los noventa. Ni aquellas declaraciones, ya como jefe de la UCO, colocando en el bando de los “malos” a “etarras” y “peneuvistas” –algo que nos soliviantó como PNV–. Sino que fue el envío de un correo ordenando la suspensión de cualquier actividad que requiriese el uso de fondos reservados lo que motivó su destitución.
Tras su cese, que intentó pelear sin éxito en los tribunales, el coronel permaneció algunos meses más en el Instituto Armado. Hasta que decidió solicitar una excedencia para hacer carrera en el sector privado. Sánchez Corbí fichó por Acciona, multinacional de la construcción que se encuentra en el epicentro del caso Cerdán y que el magistrado instructor del Tribunal Supremo ha rechazado registrar. Y desde entonces, ejerce como director de Seguridad Internacional de Acciona. Un tipo de departamento que siempre ha resultado extremadamente goloso para aquellos miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que dan el salto a lo privado, tal y como dejó constancia de ello el caso Villarejo.
Otro es el caso de Juan Vicente Bonilla, ex capitán de la UCO que en octubre de 2023 el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso fichó como titular de la Gerencia de Seguridad del Servicio Madrileño de Salud y que forma parte de esa “UCO patriótica”, organismo que podría haber maniobrado presuntamente en la sombra para hacer caer al presidente del Gobierno español. Todo esto huele fatal.
La universidad vasca se creó en 1936
El equipo rectoral de la EHU acaba de presentar tres candidaturas a las medallas de oro para Nekane Balluerka, José Ángel Iribar y el lehendakari Carlos Garaikoetxea.
Nada que objetar a la entrega a estas tres personalidades, pero la motivación dicha por el actual rector Joxeramon Bengoetxea para entregarle la presea a Carlos Garaikoetxea me confundió, y no porque no merezca ser reconocido, que lo es, sino por la argumentación esgrimida, que denotaba o ignorancia –grave en un rector– o una buena dosis de falta de neutralidad. Igualmente grave. Decía el Consejo de Gobierno rectoral que le reconocía el importante paso dado “en favor de los estudios superiores, muestra del compromiso con este pueblo mostrado en su trayectoria política, compromiso que precisamente le llevó a dimitir como lehendakari”. ¿A qué viene esto?
Esta simplificación en el motivo indica una buena dosis de falta de objetividad y respeto, pero es que, además, ya la UPV existía: creada en 1936 y activada en 1968 como Universidad de Bilbao, cambiando su denominación en 1980. Han sido rectores Martín Mateo, Goio Monreal, Emilio Barberá, Juan José Goiriena, Pello Salaburu, Manuel Montero, Juan Ignacio Pérez Iglesias…
Pero es preciso recordar la historia del lehendakari Leizaola, tan lehendakari como Garaikoetxea y reconocido en su día gracias al impulso de Carmelo Garitaonandia en aquella UPV/EHU, que logró que se erigiera un conjunto escultórico en la Universidad en Leioa. Leizaola, en presencia de Alfonso XIII, fue detenido junto al director del diario Euzkadi por encabezar una manifestación en favor de una universidad vasca en 1922, durante la jornada de clausura del III Congreso de Estudios Vascos celebrado en Gernika, al mostrar una pancarta con esa petición.
Al día siguiente, ambos, custodiados por la Guardia Civil, realizan a pie y esposados el camino hasta Amorebieta. Esa espina se la saca Leizaola en noviembre de 1936 cuando, ya como consejero de Justicia y Cultura del primer Gobierno Vasco, crea la Universidad Vasca, la primera de titularidad pública, que empieza a funcionar en el Hospital de Basurto.
Desconocer este dato y silenciar la historia o no reconocerla me parece que obedece a ese interés de tratar de borrar la historia de los actos hechos por las gentes del PNV, sin olvidar que Garaikoetxea en ese año de 1980 era lehendakari por los 25 votos de parlamentarios del PNV, entre ellos el mío. Y me parece muy bien que se le reconozca a Garaikoetxea su aportación a Euzkadi, como lo hizo la Fundación Sabino Arana con su premio anual y el lehendakari Pradales hace un mes, por ese primer Gobierno Vasco tras la muerte de Franco, pero utilizar semejante argumentación y desconocer todo lo anterior no lo considero propio del lenguaje de lo que entiendo debe ser un rector de universidad. Mejor haría, y se lo sugiero a Joxeramon Bengoetxea, nombrar con el apellido de Leizaola el edificio de la ampliación en Basurto de la Escuela de Medicina con el nombre de su pionero, ya que lo que inauguró aquel benemérito abertzale, lo liquidó a sangre y fuego el franquismo. Y no estaría mal que la argumentación para el premio al lehendakari Garaikoetxea sea, por favor, otra.