Si hay algo que en estos últimos tiempos nos reconcilia con la humanidad es esa fila de personas voluntarias que han participado espontáneamente para apoyar la limpieza y puesta a punto de los pueblos afectados por la dana en Valencia, con rescates heroicos incluidos. Esos impulsos de solidaridad reflejan que hay muchísimas personas que son capaces de reaccionar ante el sufrimiento y la fragilidad de otras personas y aportar el personal granito de arena, aun siendo conscientes de que el problema tiene unas dimensiones enormes. La complejidad y la fragilidad se dan la mano, pero comprobar que se comparten valores con otras personas es una manera de vivir en las coordenadas de lo que nos hace más humanos.
Es positivo volver a recordar que las personas dependemos unas de otras para el crecimiento y también para la supervivencia. Se suele afirmar que en nuestra sociedad hay un gran desapego de la clase política, de la responsabilidad, del compromiso, y cuando las personas se ofrecen como voluntarias por una causa, algo de esto se pone en cuestión, aunque sea una respuesta ante la noticia de que en nuestra sociedad autocomplaciente se han ahogado centenares de personas. Según la antropóloga Margaret Mead, el fémur es la representación y, a la vez, el primer signo de una respuesta compasiva de un ser humano hacia otro. Según ella, abundan los restos primitivos con indicios de violencia, pero en el descubrimiento de Mead se demuestra que mientras un homínido esperaba a que su herida, que no le permitía moverse, se sanara, otro ser humano estuvo cazando para darle de comer y estar a su lado. Nos declaramos personas humanas cuando protegemos a las personas más vulnerables. Esa es la esencia de la humanidad.
Cuando vemos que nuestras infraestructuras son vulnerables, con calles convertidas en ríos, viviendas inundadas, miles de familias afectadas, comercios y pabellones industriales destrozados... y surgen personas que desean curar tales heridas, nos reconciliamos con la humanidad. Cuando una persona voluntaria se junta con otras personas que comparten sus valores, de alguna manera se marca una raya, más o menos clara, entre la diferencia que esos valores significan, y la indiferencia; entre quienes viven desde una mirada solidaria y quienes miran exclusivamente a los propios intereses, aunque, por supuesto, las cosas no son tan simples.
Las instituciones, incluso las mejor gestionadas, no pueden llegar a todas partes, y la solidaridad comienza allí donde no pueden llegar ellas. Cuando hay una tragedia sus limitaciones son mayores, y si existe incompetencia, peor que peor. Viene a cuento afirmar que, entre las personas solidarias que ofrecen su trabajo, se encuentran quienes durante largos espacios de tiempo tienen compromisos solidarios, y hay otras personas que ante determinadas tragedias sienten la necesidad de actuar y solidarizarse de forma especial en esos momentos, aunque antes no se hayan comprometido con alguna entidad solidaria. No olvidamos, también, que hay quienes realizan aportaciones habituales a entidades solidarias, y esa forma de apoyar también significa una cierta sensibilidad, una forma de solidaridad. Cada cual decide.
En las tareas iniciales de voluntariado priman el rescate de las personas, la limpieza de las zonas afectadas y la distribución de alimentos. Quienes han participado en estas tareas llegan a conocer a otras personas que comparten el interés por ayudar a otras personas, y eso tiene un valor enorme y muy positivo para que el tejido social no sólo avance, sino que camine en una dirección solidaria. Cuando alguien se encuentra, codo a codo, compartiendo tareas solidarias, los vínculos personales dejan más huella que cuando las personas nos encontramos, en otras circunstancias de la vida, en un contexto más neutro.
Hay quienes señalan a las personas voluntarias de todo tipo, y no sólo ante las tragedias, diciendo que algo se llevarán al bolsillo, que algo ganarán con eso. Y no es casual que muchas personas que realizan tales afirmaciones no se encuentran muy dispuestas para hacer algo por los demás, aunque en verdad no siempre sea oro todo lo que reluce. Pero las personas voluntarias que realizan su compromiso desinteresado, especialmente cuando lo realizan a lo largo del tiempo, también sienten satisfacción por la tarea realizada, y pueden considerarse con más satisfacción y autoestima cuando se miran en el espejo de la vida. Y a veces se dan casos de que quien desarrolla una tarea intensa en una situación grave, como la de una tragedia, es capaz de aguantar situaciones excepcionales que en otro contexto les provocaría episodios graves de estrés. Por algo será.
Mas, para que una ayuda sea eficaz, ha de ser coordinada y planificada, también con las asociaciones organizadas y con las instituciones. Es muy seductor el eslogan de que “sólo el pueblo salva al pueblo”, pero a la noche, cuando se ha terminado la tarea de sacar barro, es necesario planificar, priorizar, realizar un control de entradas y salidas para que el almacenamiento sea eficiente, prever los materiales y mercancías que realmente se necesitan, con cálculos económicos incluidos. En ese contexto no es posible desechar a las instituciones, a pesar de errores sangrantes. Hay que mirar cómo puede pagar el Consorcio de Seguros, cómo lo hace la Comunidad Autónoma, cómo el Estado, cómo pueden llegar las ayudas de Europa, cómo se agilizan las indemnizaciones, cómo se recogen los impuestos para que esto sea posible, cómo volver a recuperar los comercios, edificios, vehículos, tejido industrial, agricultura… Algunas organizaciones piden que se entregue dinero, porque es la forma de adquirir lo que de verdad necesitan en su apoyo, sobre todo si tales organizaciones van a seguir a pie de obra, durante mucho tiempo, y no son nada despreciables conciertos y colectas; pero la intervención de UME, bomberos, etc… es necesaria desde el entramado institucional. Y la reconstrucción de infraestructuras, alcantarillado, electricidad, saneamiento, salud pública, maquinaria, comercios, empresas… con técnicos especializados en cada una de las áreas, análisis de la situación de infraestructuras y edificios para poder reconstruir adecuadamente, y planificar también, de forma preventiva, teniendo también en cuenta el cambio climático, con el fin de que determinadas tragedias tengan menos consecuencias negativas… corresponde a las instituciones. El voto es el mecanismo que tenemos para cambiarlas si es necesario.
No podemos olvidar que determinados profesionales, muy competentes en su ámbito, a veces se ofrecen voluntariamente a trabajar después de haber realizado sus tareas profesionales. Su aportación es doble, pues, cuando lo hacen, no sólo reconocen que en momentos determinados toda ayuda es poca, sino que lo hacen de manera muy competente y también organizada, coordinada, siempre en contacto con quienes van marcando prioridades. Y es que no es suficiente con afrontar desafíos personales, salir de la zona de confort, sino que también hay que prepararse para mejorar alguna de las competencias relacionadas con el tipo de ayuda que se pretende.
En Valencia, un número incalculable de furgonetas y camiones se han cargado de material urgente como palas, cepillos, botas, cubos, capazos, guantes, mascarillas, artículos de higiene, colchonetas, mantas, ropa, comida, agua, escobas, lejía, amoniaco, entre otros muchos... porque se necesitaba de manera urgente, y no se ha sido fácil llegar a todas partes. También se han llevado espontáneamente algunos artículos o ropas que no se demandaban. Ha habido personas que se han sentido frustradas porque no se ha necesitado aquello que espontáneamente han decidido recoger con entusiasmo, pero con mayor o menor información. Y ha habido personas voluntarias que han tenido difícil ayudar eficazmente, bien por una falta de organización en determinados casos, o bien porque no han acudido a quienes coordinaban, pero es posible que cuando vuelven a casa ya nada es igual. Ver la fragilidad humana en carne viva no es lo mismo que hacerlo desde los medios de comunicación, que es al fin y al cabo lo habitual. A uno le ha llamado la atención la cara de felicidad que mostraban algunas personas que recogían barro, organizaban comida para otras personas de manera masiva, o simplemente repartían agua potable.
Sea lo que sea, es positivo que exista sensibilidad ante una tragedia enorme, que ha hecho vibrar algunos ambientes, y deja el mensaje de que otro mundo es posible. Por eso siguen ahí, y en otros lugares, activas, diversas asociaciones de voluntariado que tratan de organizarse y capacitarse para asumir retos constantes que siguen estando presentes, allí donde no llegan las instituciones. En realidad, el pertenecer a una organización marca una diferencia en el trabajo voluntario que va más allá del voluntarismo. ¿Tomamos nota?