En la reciente cumbre europea (17 octubre) uno de los asuntos que ha sido objeto de especial atención por parte de todos los participantes, así como de los comentaristas en los mas diversos medios de comunicación, ha sido la cuestión migratoria; que una vez más ha dado lugar a agudas polémicas en torno a su tratamiento y a las medidas a adoptar. Se trata del primer Consejo europeo, que como es sabido reúne a los jefes del ejecutivo de todos los Estados miembros de la UE, de la nueva eurolegislatura tras las elecciones al Parlamento Europeo (9-J) y la posterior elección de Ursula von der Leyen al frente de la nueva Comisión europea. Y en esta eurolegislatura que ahora se inicia, al igual que en las anteriores, la cuestión migratoria continúa siendo una de las principales asignaturas pendientes que, tanto a escala estatal como europea, va a seguir formando parte de la agenda política de la Unión Europea y de todos y cada uno de los estados miembros que la integran.

La nueva composición del Parlamento Europeo tras las elecciones del 9-J ha abierto un nuevo escenario político en la UE, en el que se han producido cambios significativos en la correlación de fuerzas entre las principales formaciones políticas con presencia en él. Cabe reseñar, a este respecto, el notable incremento del peso político de las formaciones de la derecha; no solo la clásica representada principalmente por el Partido Popular Europeo (PPE), que refuerza su posición como primera fuerza aumentando incluso su ventaja en escaños; también las que pueden ser englobadas en lo que viene conociéndose como Alt-right (denominación que alude a las pretensiones alternativas de esta nueva expresión de la derecha), que han sido las principales vencedoras de las recientes euroelecciones y que han conseguido aumentar sustancialmente su peso en la máxima institución representativa europea, lo que va a condicionar las decisiones que adopten en lo sucesivo las instituciones europeas.

Es preciso hacer esta breve referencia inicial al nuevo marco político tras la apertura de la eurolegislatura que ahora comienza porque ello nos proporciona elementos de juicio para poder explicar las decisiones que desde las instituciones europeas se van a adoptar a partir de ahora. Entre otras, las posiciones mantenidas por las principales formaciones políticas en el reciente Consejo europeo de la semana pasada sobre la cuestión migratoria, con la que se inaugura esta legislatura y que también fue objeto de fuerte controversia al final de la anterior en los debates en torno al pacto migratorio y de asilo. Si bien las cumbres europeas no dependen del Parlamento para adoptar sus decisiones, incluidas las relativas a la cuestión migratoria, no cabe duda que las posiciones que en ellas se adoptan no son ajenas a los cambios en la correlación de fuerzas existente ni a los aires que corren en la nueva legislatura.

En este contexto hay que enmarcar las propuestas que hemos conocido en relación con las medidas a adoptar por las instituciones europeas ante la cuestión migratoria; en particular, la relativa a la externalización de la gestión migratoria mediante la creación de centros de internamiento de los migrantes en territorios externos a la Unión Europea. Su primera concreción material ha tenido lugar con la propuesta formulada por la primera ministra italiana, Meloni, en el marco de la reciente cumbre europea, de creación inmediata de dos centros –Shengjin y Gjadër– en Albania. Es preciso constatar que tal propuesta ha contado con el asentimiento de un significativo grupo de representantes de los Estados miembros (once) y, lo que es mas relevante, con la cobertura política prestada a esta medida por la propia presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen.

A pesar de que esta medida ha sido calificada como inédita en la UE, conviene recordar que situaciones muy similares se han venido dando de hecho en los últimos años. Tal ha sido el caso, entre otros, de Turquía, que ha venido ejerciendo de muro de contención de los flujos migratorios procedentes del próximo y medio Oriente; de Túnez mas recientemente, que también se ha sumado a las tareas de contención migratoria; o de Libia, aunque este país presenta características muy especiales dada la crisis total de gobernabilidad en que está sumido desde hace años. En cualquier caso, el rasgo distintivo de la situación actual es que, a diferencia de las situaciones precedentes, en las que se trataba de medidas coyunturales para hacer frente a crisis especificas –Siria, Afganistán…– ahora la externalización de la gestión migratoria se plantea abiertamente con la pretensión de erigirla en la política oficial de la UE para abordar el reto migratorio.

Se trata de un cambio de paradigma, de acuerdo con la expresión literal utilizada reiteradamente en la cumbre, en el tratamiento de la cuestión relativa a las migraciones; lo que supone una reorientación de la política migratoria que tendrá materialización efectiva a lo largo de la legislatura que ahora comienza. Por el momento, y a falta de una mayor concreción que no es posible hallar en el texto aprobado en la cumbre (ver www.consilium.europa.eu/es/press. Conclusiones, nº 34-41), la única caracterización genérica que se ha hecho de los acuerdos alcanzados es que se trata de soluciones innovadoras. Lo que no sirve para definir un plan de acción preciso, aunque sí cabe deducir de estas pretensiones innovadoras en el tratamiento de la cuestión migratoria que hay una intención de ensayar fórmulas nuevas, distintas de las empleadas hasta ahora.

De todas formas, el problema a la hora de buscar soluciones no es que sean nuevas o no. Aunque a este respecto lo primero que hay que decir es que resulta más que dudoso sostener que las medidas de externalización de la gestión migratoria que se proponen sean innovadoras; es preciso recordar que ya han sido utilizadas (en Turquía, en Túnez, en Libia) con los resultados conocidos. La única innovación consiste en que lo que antes eran medidas coyunturales para hacer frente a situaciones de crisis localizadas, ahora se plantean con carácter general como política troncal de la UE para afrontar el fenómeno migratorio. Puede afirmarse que si bien es muy difícil encontrar soluciones definitivas a la crisis migratoria ya que todas son bastante problemáticas, la de la externalización de la gestión migratoria es la más problemática de todas, no solo desde el punto de vista humanitario, que nunca puede ser ignorado, sino también desde la perspectiva política y jurídica, en la que no cabe obviar los problemas que plantea.

Sirva como muestra de ello la inmediata intervención de las instancias judiciales italianas rechazando la solución innovadora de la externalización albanesa adoptada por Meloni, amparándose para ello, además, en la posición mantenida al respecto por la máxima instancia judicial de la UE (TJUE). La reacción del gobierno italiano, aprobando un nuevo decreto para tratar de hacer efectivo su plan de externalización migrante, lo único que hace es prolongar un litigio que, sin duda, va a tener largo recorrido tanto en las instancias judiciales italianas, incluido el Tribunal Constitucional italiano que acabará pronunciándose sobre el asunto, como asimismo en las europeas, en las que el TJUE también va a tener algo que decir al respecto.

No puede afirmarse que la cuestión migratoria, que sin duda constituye uno de los asuntos claves a afrontar en la eurolegislatura que ahora comienza (y probablemente también en las siguientes), vaya a quedar zanjada con la externalización del asunto; entre otras razones por los problemas jurídicos que plantea su ejecución, como ya se ha puesto de manifiesto estos días con la intervención de la judicatura italiana. Lo que sí puede afirmarse es que este cambio de paradigma (por emplear los mismos términos utilizados en la cumbre) marca una orientación distinta muy preocupante para abordar la cuestión migratoria; que no tiene nada que ver con la que hace casi una década (2015) la canciller Angela Merkel protagonizó y popularizó con el “Wir schaffen das” (“lo conseguiremos”) en alusión a la acogida masiva de un millón de migrantes de procedencia siria y países de esa área como consecuencia de crisis bélica en la zona. Una década después, esa orientación acogedora cede el paso ante un nuevo paradigma que, a falta de una definición mas precisa bien podría ser caracterizado como la melonización del problema migratorio.