El gran crecimiento de la extrema derecha y el neofascismo en la mayoría de los Estados de la UE en las elecciones al Parlamento Europeo ha provocado verdaderos terremotos políticos en países como Francia, Bélgica y ha consolidado a personajes políticos como Giorgia Meloni en Italia o a Victor Orban en Hungría.
En un primer momento, estas elecciones han cortado la respiración a los partidos conservadores clásicos y a los partidos socialdemócratas europeos, que a través de un sistema de concertación institucionalizado han gobernado hasta ahora con el apoyo de Liberales y Verdes las instituciones de la UE.
Parece que los resultados finales mantienen una institucionalidad europea muy similar a la anterior. Los 185 escaños del Partido Popular Europeo, los 134 del Partido Socialista Europeo, en su caso los 73 escaños de los Liberales y como última ratio los 52 de los Verdes parecen suficientes para que la adhesión de partidos no inscritos a las organizaciones de extrema derecha alteren el equilibrio de una institucionalidad pro europea y elimine el peligro del euroescepticismo de quienes, sencillamente, pretenden convertir la UE en algo marginal y subsidiario a las soberanías nacionales.
La extrema derecha es hábil exacerbando los problemas que las instituciones de la Unión Europea deben resolver.
En Holanda, ya nos advirtió Xabier Iraola en un dominical de este periódico, que el Partido Agrario se alineaba con las tesis de la extrema derecha holandesa (la PAC difícilmente compensa la competencia desleal de los tratados comerciales con países ajenos a la UE, las exigencias fitosanitarias y medioambientales que, siendo necesarias, no afectan a estos países exportadores que incorporan sus productos a precios más bajos y la burocracia exige a muchos agricultores la compañía de un gestor empresarial).
En relación al Pacto Migratorio, de carácter restrictivo en relación al fenómeno de la extranjería, pone de relieve el fracaso de estados como el francés, en relación a su sistema de integración, ubicando en la periferia de las ciudades a la mayoría de los extranjeros que o fueran miembros de sus antiguas colonias o se han ido incorporando en épocas posteriores a la liberación colonial (en el inconsciente colectivo de los responsables políticos de la UE no deja de observarse, con preocupación, que esa Europa está rodeada por el sur africano y el este eslavo de multitud de estados fallidos y gobernantes autócratas que someten brutalmente a sus pueblos).
La política monetaria del Banco Central Europeo de carácter antiinflacionista, encareciendo el precio del dinero, siendo razonable coloca a muchos ciudadanos en situaciones de precariedad (titulares de hipotecas, personas que necesiten acceso al crédito..). En todo caso, nadie quiere marcharse de la UE, tampoco los partidos de la extrema derecha aunque estos solo aprecien la bondad de los fondos Next Generation para la recuperación de sus economías. Estos partidos neofascistas no han aflorado espontáneamente, han crecido desde un sentimiento y una existencia larvados tras el afloramiento del trumpismo en Estados Unidos. La doctrina de Trump es una ideología no creada por él, que carece de competencias intelectuales para elaborar un discurso depurado, sino por el que fue su asesor hasta el año 2017, nos referimos a Steve Bannon, turbio personaje que antes del 1 de julio debe ingresar en una prisión general como inductor del asalto al Capitolio.
Los servicios prestados a Trump se manifiestan en la amortización del Partido Republicano; la conversión de la nostalgia de la América WASP en una ideología militante; la autarquía económica contra la globalización, lo que Milei denomina economía libertaria, es decir, el liberalismo químicamente puro; la conversión de un personaje como Trump, cuya actividad se basa en la mentira, la demagogia, la corrupción y la deshonestidad, lo que no le impide catalizar el desasosiego de muchos ciudadanos y que paradójicamente a pesar de las treinta y cuatro causas penales presentadas contra él parece que cada una le proporciona mayor popularidad y el bulo concedido por las iglesias evangelistas norteamericanas por haber conseguido modificar la composición del Tribunal Supremo norteamericano consiguiendo una mayoría conservadora, antiabortista, anti-LGTBI, que le provocan la absolución de conductas tan poco evangélicas como su procacidad sexual y gusto por las actrices porno.
Tras el año 2017 Steve Bannon creo una universidad en Italia para la formación de líderes de extrema derecha tanto europeos como latinoamericanos y se convirtió en el asesor ideológico del Frente Nacional de Francia; del Fidesz de Hungría; de Alternativa para Alemania; de Demócratas de Suecia; de la Liga de Libertad de Italia, de Vox, del Partido de extrema derecha japonés Shintoō Daichi. La pretensión de Bannon, que se va sedimentando, es crear un movimiento internacional de extrema derecha basado en el euroescepticismo, identitarismo, liberalismo económico y en general en el populismo. Bannon encontró un gran colaborador en la búsqueda de esta concertación internacional neofascista, en Vladímir Putin, al fin y al cabo a ambos les unía la pretensión de erosionar la Unión Europea.
No se diferencian mucho Bannon y Putin en la identidad paleo-conservadora, nacionalista blanca, xenófoba y particularmente en el tradicionalismo zarista que forma parte de la personalidad de Vladímir Putin. Tampoco se diferencian en su oposición a los acuerdos sobre el clima, como el de París, en sus políticas fiscales (Bannon proponía reducir los impuestos a los perceptores de más de cinco millones de dólares) y en su apología de la autarquía económica que en un mundo globalizado conduce, inevitablemente, al desastre.
Esta convergencia de opiniones intensificó la colaboración de Putin con los partidos de la extrema derecha europea en su financiación, en el espionaje a los gobiernos de la UE (mas de veinte espías rusos han sido expulsados de las legaciones diplomáticas europeas) en la interferencia en los procesos electorales y lo que resulta más peligroso, en la transformación de la actividad política de los partidos extremistas en una actividad violenta (lo que Abascal anunciaba como interposición física a las políticas del Gobierno). Hemos visto como entre el último año y el presente se han producido en Alemania 2.500 agresiones en general a políticos de izquierda o verdes y hemos visto agresiones a altos mandatarios de distintos países europeos como por ejemplo a Mette Frederiksen, primera ministra de Dinamarca.
Afirmaba Karl Popper que la democracia liberal es una noción declinante pero no lo afirmaba desde una posición derrotista, que lo que pretendía era enriquecer la democracia, no hacerla desaparecer, buscando la síntesis entre principios conservadores, democristianos y socialdemócratas. Este es el reto. Jurista