Además de la trifulca mediática que últimamente acapara por completo la actualidad política, la mayoría de las veces sobre asuntos cuyo interés se limita al de los propios contendientes en la trifulca, existen también otras cuestiones cuyo interés no es menor y a las que también es preciso dedicar algo de atención. Es el caso de la cuestión migratoria, que desde hace tiempo y cada vez con mayor intensidad constituye uno de los principales problemas que tenemos planteados; ante todo como europeos más que como pertenecientes a cualquiera de los países de la UE porque los flujos migratorios tienen como destino Europa más que un país determinado, salvo casos particulares. Aunque es preciso reseñar que, si bien es un problema de dimensión europea, tiene especial incidencia en aquellos países que por su ubicación geográfica, en nuestro caso en el sur de Europa que es la principal vía de acceso desde el continente africano, se ven afectados más directamente por las corriente migratorias.

De acuerdo con los datos que se han conocido en este primer mes del año 2024, que nos proporcionan información sobre el pasado año 2023, la evolución de los flujos migratorios confirma una tendencia claramente creciente; no solo por el número de inmigrantes que llegan sino también, lo que es más trágico, los que no llegan porque perecen antes llegar en las aguas del Atlántico, que se está convirtiendo últimamente en la ruta migratoria, a añadir a la mediterránea, a través de la que se canalizan cada vez con mayor intensidad los flujos migratorios procedentes del continente africano. Según el Informe sobre 2023 del colectivo Caminando Fronteras, entidad dedicada a la emigración en los territorios de frontera occidental euroafricana, a lo largo de este año perecieron 6.618 migrantes (18 por día de media) y, de ellos, 6007 tratando de llegar a Canarias en la ruta atlántica, la más mortífera en la actualidad (para mas detalles sobre porcentaje de mujeres, niños, procedencia, etc. ver https://caminandofronteras.org). En total, fueron 56.852 (de ellos 39.910 en Canarias, el mayor incremento) los migrantes que, según los datos del Ministerio del Interior, intentaron acceder al territorio español de forma irregular (82% más que el año anterior).

Son cifras que dan una idea de la envergadura del fenómeno migratorio, si bien referidas a nuestro ámbito espacial más próximo; aunque es preciso advertir, antes de continuar, que se trata de una cuestión que desborda las fronteras de cada uno de los Estados miembros de la UE para extenderse al conjunto del espacio europeo. En el momento en el que se escriben estas líneas la cuestión migratoria es un asunto de primer orden en la vida política francesa, en la que la ley de inmigración recientemente aprobada por el Parlamento ha sido rechazada por el Consejo Constitucional y es uno de los temas que mayor polémica suscita entre las formaciones políticas francesas, no solo en las Cámaras parlamentarias sino en la sociedad. Es también un asunto de primer orden en Alemania, con la polémica en torno a la remigración abanderada por formaciones políticas en ascenso –en especial AfD, aunque no la única– que hacen de este tema el eje central de su actividad. Igualmente, en Gran Bretaña, donde el Brexit, que según sus defensores iba a permitir recuperar el control de las fronteras nacionales y de los flujos migratorios, no solo no ha solucionado este problema, sino que ha conducido a ensayar salidas como la del traslado de los migrantes a Ruanda. En Italia, que por su posición geográfica es uno de los países más afectados por los flujos migratorios, esta cuestión está siendo desde hace tiempo una de las que mayor incidencia tiene en el desarrollo de la vida política y que explica, en buena medida, los cambios en la configuración del mapa político italiano tal y como lo conocemos en el momento actual.

No puede extrañar que ante una situación como ésta, en la que la cuestión migratoria se está revelando, cada vez de forma más nítida, como uno de los principales problemas que afecta en común a todos los países europeos, sea la propia UE la que asuma la tarea de articular las medidas necesarias para dar respuestas a la situación generada por la persistencia, e incluso intensificación, de los flujos migratorios en el territorio europeo. En el último Consejo europeo (diciembre 2023) este asunto fue, como ya lo había sido en Consejos precedentes, uno de los temas claves a tratar; esta vez bajo la forma de la consecución de un Pacto Migratorio y de Asilo (PMA) que permitiese contar con una política común europea, única forma de que sea realmente efectiva, en materia de migraciones. Aunque es preciso reconocer que, al igual que ha ocurrido también en ocasiones precedentes, el Acuerdo alcanzado en el marco del último Consejo europeo no hace sino reafirmar las posiciones securitarias que ven en la inmigración una amenaza para la seguridad de las sociedades europeas, cuya protección exige adoptar las medidas que garanticen la contención de las oleadas migrantes.

Si bien falta por aprobar la plasmación jurídica de estas medidas, lo que ha de hacerse en el marco trílogo –Comisión, Consejo Parlamento– antes de la disolución de este último en los próximos meses, no es previsible que dada la orientación que marca el reciente Pacto Migratorio y de Asilo (PMA) vaya a haber una reorientación de la política migratoria de signo securitario seguida hasta ahora. Lo que sí es previsible, sin que quepa albergar la menor duda, es que los flujos migratorios seguirán existiendo en el Mediterráneo y en el Atlántico (a través de la ruta canaria, que últimamente está teniendo un protagonismo creciente) y que a pesar de la concepción securitaria y de las medidas de contención que se adopten para hacer frente al fenómeno migratorio, los problemas derivados de éste, que son reales, no solo no van a tener solución sino que probablemente van a aumentar. Solo una política de acogida ordenada, por el momento inexistente y que para ser efectiva ha de ser común y vinculante para los Estados a escala europea, es una política realista para afrontar la recepción de las corrientes migratorias que, insistamos en ello, lejos de desaparecer van a seguir aumentando.

Conviene tener presente que la cuestión migratoria, además de un problema común a escala europea, es a día de hoy un factor que incide directamente y de forma decisiva en los procesos políticos internos de los Estados miembros de la UE (y de los que están fuera de la UE también). En cualquiera de los países europeos que nos fijemos, y en especial en los que tienen mayor peso político, económico y demográfico, puede observarse que no solo la población migrante tiene una presencia apreciable, y creciente, en estos países sino que la cuestión migratoria es un factor de primer orden que incide de forma determinante en los procesos políticos internos de cada país. Tanto en Francia, como en Alemania, Italia, Gran Bretaña, Países Bajos, el tema migratorio es clave para decantar las posiciones de los partidos políticos y asimismo para la reconfiguración del mapa político, que en buena medida viene determinado por la incidencia del factor migratorio –Le Pen en Francia, Meloni en Italia, AfD en Alemania, tories en Gran Betaña, De Wilders en Países Bajos…–. Incluso aquí la cuestión migratoria ha irrumpido en nuestro escenario político de forma tan inesperada como sorpresiva en el curso de las negociaciones entre el PSOE y Junts sobre la polémica ley de amnistía; aunque, todo sea dicho, no es nada fácil ver la relación entre una y otra cosa.

Dentro de pocos meses, en junio, tenemos elecciones al Parlamento europeo. Si bien este órgano tiene una incidencia muy limitada en la definición de la política migratoria, que en sus aspectos esenciales es producto de las negociaciones y, en su caso, acuerdos entre los principales Estados miembros, sí puede ser una buena oportunidad para plantear, en el marco del proceso electoral, la cuestión migratoria y para debatir, a escala europea, las políticas a llevar a cabo en este terreno. Es preciso ser conscientes de que éste no es un problema externo y lejano que nos afecta tan solo tangencialmente; por el contrario, se trata de una cuestión clave que incide directamente en nuestra vida (como en la de todos los europeos) tanto en el orden económico como social y político; y a la que, por tanto, deberíamos dedicar la atención debida. En cualquier caso, no menor que la dedicada otros temas que, a pesar de acaparar la atención mediática y dar lugar a las más aparatosas y encendidas trifulcas, no está nada claro que sirvan para aportar soluciones a los problemas que tenemos realmente. Ofrecer salidas viables de acogida de los flujos migratorios es, sin duda, uno de ellos cuya importancia (que previsiblemente se va a ver acrecentada con el paso del tiempo) no sería sensato desconocer.

Profesor