La grave crisis militar y humanitaria de Oriente Medio está siendo motivo de preocupación para el comercio marítimo mundial que cruza el Canal de Suez. Los ataques de los rebeldes yemeníes de la milicia hutí contra mercantes de bandera israelí son ya un riesgo real para el comercio marítimo mundial que transita por esas aguas del Mar Rojo hacia el Canal de Suez. Una obra de ingeniería marítima que, desde su inauguración, el 17 de noviembre de 1869, ha facilitado la navegación comercial entre Occidente y las costas asiáticas del Océano Pacífico al evitar tener que circunnavegar África por el cabo de Buena Esperanza. Un ahorro sistemático de costes y de tiempo que ahora se ve amenazado por la complejidad de la situación geopolítica que está viviendo todo el Oriente Medio.

¿Qué tiene que ver todo ello con Billabona? Avatares de la historia que en su letra pequeña conserva detalles que pocas veces tenemos la oportunidad de conocer y de divulgar. Este es el motivo de este breve relato que nos sitúa, en una primera consideración, en la plaza de Billabona, nada más y nada menos que hace 222 años, en 1801. Nos recuerdan las hemerotecas de la época que dos afamados bertsolaris, el hernaniarra José Joakin Erroizenea, Txabalategi, y Juan Inazio Zabala, de Amezketa, se enfrentaron a un desafío de improvisación que reunió en la plaza de Billabona a más de 4.000 personas. Salvando las distancias y el poder mediático de nuestros días, algo así como si se trata de una final actual de bertsolaris en el BEC. Ambos eran jóvenes y, a tenor del poder de convocatoria que tuvieron, ya les perseguía la fama de ser los mejores. Con 31 años cumplidos, Txabalategi era el veterano de la contienda y Zabala la revelación, con solo 17. Relatan las crónicas que el desafío de improvisación fue largo, competido y con final muy igualado. El jurado, del que formó parte Fernando Amezketarra, lo dejó en tablas (a él se le atribuye esta estrofa que da testimonio del veredicto del jurado: “Utzi behar ditugu / biak berdin berdin / Gipuzkoa guziak / har dezan atsegin”).

Este es el primer episodio de este relato que acabará estableciendo un nexo de unión entre al desafío bertsolarístico de hace más de 200 años en Billabona y una de las obras de ingeniería civil más grandes de todos los tiempos, el canal de Suez. Para ello tenemos que seguir la pista a la descendencia de uno de los dos contendientes del desafío de la Plaza de Billabona, a la del veterano Txabalategi. Todo parece indicar que se casó rondando ya los 40 años, lo hizo con Maria Francisca Telletxea, oiartzuarra, y vivieron en Tolosa, donde él murió joven, a los 50 años, y donde nacieron sus dos hijas, Manuela Josefa, en 1815, y dos años después, en 1817, Juana Francisca Eulalia. La mayor, una vez casada, vivió en Bidania, hoy Bidegoian, y Juana Francisca Eulalia, en cambio, se casó con Ramón Artola Larrañaga, y residieron en Tolosa. El matrimonio Artola-Erroizenea tuvo cinco hijos. Descendiente de uno de ellos, José, fue el hondarribitarra Fernando Artola, Bordari (1906-1993), escritor y poeta muy relacionado con el renacimiento del bertsolarismo en la posguerra, padre a su vez del conocido y admirado cantautor Txomin Artola.

Pero el relato que hoy nos ocupa tiene que ver con el segundo de los hijos del matrimonio Artola-Erroizenea, al que en el registro eclesial le pusieron el nombre de Juan Nemesio (sic) y que a sus 17 años abandonó el hogar familiar y Tolosa para desplazarse a Ormaiztegi, contratado por el Ayuntamiento para ocuparse de llevar las cuentas del proyecto de construcción del conocido puente del Ferrocarril del Norte que aún se conserva. La construcción de la línea que une Irun con Madrid, el Ferrocarril del Norte, fue una de las grandes obras de infraestructura de la época y también tuvo un acertado reflejo creativo en los versos de Juan Manuel Lujanbio Txirrita, hoy conocidos, sobre todo, por la interpretación musical de Xabier Lete, Antton Valverde y Julen Lekuona en su antología discográfica Bertso Zaharrak en 1974.

Por sus labores contables, Juan Nemesio entabló estrecha relación de colaboración con el ingeniero francés Alexander Lavalley, uno de los artífices de la construcción del puente del Ormaiztegi que se inauguró en agosto de 1864. Finalizada la obra, el ingeniero francés fue reclamado por Ferdinand Lesseps (Ferdinand Marie, conde de Lesseps), diplomático y empresario francés máximo impulsor de la construcción del Canal de Suez (1859-1869), para que se ocupara del diseño y construcción de parte de la maquinaria que se iba necesitar en aquella inmensa obra de ingeniería marítima. Lavalley aceptó el encargo y se llevó de ayudante al joven Juan Nemesio Artola como responsable de personal y maquinaria. Ocupación profesional que le llevó a vivir en Egipto durante muchos años y donde acabó siendo nombrado cónsul honorario de Port-Said por mandato del monarca Alfonso XII.

Port Said, ciudad portuaria al nordeste de Egipto, es el punto de entrada al Canal de Suez desde el Mediterráneo y es, además, la ciudad que alberga el edificio central de la Autoridad del Canal de Suez.

Su estancia en Egipto y sus actividades profesionales son motivo de admiración por la meticulosidad científico-académica con la que fue recogiendo testimonio escrito y documentado de sus actividades, tal y como quedó reflejado en la publicación Biografía del Canal de Suez según las memorias, notas, documentación y datos recopilados por Nemesio Artola, testigo presencial y colaborador de Lesseps en la construcción y explotación del Canal, obra escrita por Antonio de Miguel y editada por Repesa (Refinería de Petróleos de Escombreras) en 1969, en Madrid, con motivo del centenario de finalización de las obras del Canal de Suez.

En su periodo de residencia en Egipto Nemesio Artola también escribió sobre el sistema agrícola egipcio y sobre Tierra Santa. Fue caballero de la Orden de Isabel la Católica, oficial de la orden otomana del Medjidieh y recibió la placa al mérito naval español. Según se recoge en su breve semblanza de Wikipedia, a él se le atribuye también la orden de registrar la primera versión en euskara del Padre Nuestro (Aita Gurea), junto a las versiones de los principales idiomas del mundo, en el claustro del Convento del Pater Noster en el Monte de los Olivos de Jerusalén. Casado con la hernaniarra Dolores Galardi Zabalegi, el matrimonio tuvo dos hijos y dos hijas. Falleció en 1909, en Donostia-San Sebastián, en la calle Elcano, a la edad de 66 años, y sus funerales se celebraron en la catedral de Santa María.

En este breve escrito hemos querido recordar su figura, ahondando en sus raíces familiares y recordando, tanto sus aportaciones culturales, como, sobre todo, su contribución profesional a la construcción del Canal de Suez, hoy motivo de preocupación por la situación de conflicto geopolítico que vive todo el Oriente Medio.