El Comité de las Regiones europeo es un arroz con pollo. No es arroz ni es pollo. Compuesto por regiones y municipios, no sirve absolutamente para nada y, sin embargo, podía haber llegado a ser el embrión de un Senado europeo donde se hablasen todas las lenguas europeas y las naciones sin estado tuvieran su asiento. Creado en 1994, nadie sabe ni que existe, porque hay una evidente voluntad en que unos y otros, municipios y regiones, se anulen, a lo que el hecho de ser un órgano consultivo hace que nadie le haga el menor caso. Su reconversión o anulación debería ser una buena bandera abertzale para mostrar su inutilidad y tratar que el arroz esté con el arroz y el pollo con el pollo.

Se nos dice que incluir más lenguas en el debate europeo es un despropósito. Lo dicen los que tienen su caseta de traducción simultánea bien instalada en Bruselas y Estrasburgo, aunque todos sepan francés e inglés, herederos de gentes que en su día se cargaron el esperanto como lengua única, artificial, planificada, diseñada y construida pensando en solucionar problemas de comunicación de los hablantes de distintos países. También es uno de los lenguajes más fáciles y rápidos de aprender, ya que su diseño, con solo 16 reglas básicas en toda su gramática, lo hace posible. En Euzkadi existieron decenas de clubs esperantistas y dos Consejeros del primer gobierno Agirre lo sabían. Hoy el verdadero esperanto es el inglés con la paradoja incluida de que Gran Bretaña está fuera del Parlamento europeo, habiéndose convertido en verdad, su lengua, en el código de comunicación más europeo y en su lengua franca. El Imperio manda. El inglés de Irlanda es lengua impuesta, siendo el gaélico su lengua cooficial. Pero al parecer, el euskera, lengua europea como ninguna otra, está de más.

Robert Schuman

El 4 de septiembre de 1963, hace ahora sesenta años, falleció el democristiano Robert Schuman, cerebro de la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero junto con Jean Monnet. Señalo lo de democristiano pues tenía claro el principio tomista de la subsidiariedad que dice que lo que pueda hacer el pequeño no lo haga el grande. Y además era un cristiano que no se avergonzaba de serlo, como ocurre en la actualidad. Decía: “La democracia debe su existencia al cristianismo. Nació el día en el que el hombre fue llamado a llevar a respetar en su vida temporal la dignidad de la persona humana, con plena libertad individual, en el respeto a los derechos de cada quien y en la práctica del amor al semejante y a la vista de todos. Nunca antes de Cristo parecidas ideas habían sido formuladas. Por esta razón la democracia está íntimamente relacionada con el cristianismo, doctrinal y cronológicamente hablando”.

Y no era un curero con olor a sacristía. Frente a quienes subsumen al ser humano en la planificación y en una dictadura que nos dicen que lo hacen en beneficio del conjunto, el humanismo cristiano tiene en esta definición una de sus mejores fotos. Y ahí está la construcción europea hecha a pedazos tratando de que el egoísmo de los estados dejen respirar al más pequeño, aunque tenga lengua propia.

De todo esto nos hablaban nuestros respetables burukides en el caserón que tenía el EAJ-PNV en Beyris (Anglet) en unos cursos de formación impagables, en tiempos de la dictadura, porque unían experiencia con teoría. Era simpático escucharle a Don Iñaki Unzueta, bergarés que había sido alcalde de Bergara, director de la revista Alderdi, fugado rocambolescamente y miembro del ABB, preguntarle a Joseba Azkarraga si había ido a misa el domingo anterior.

Fui donde él poco antes del llamado “Encuentro con Europa” celebrado en el hotel Meliá de Madrid, en febrero de 1977, donde la democracia cristiana europea sacaba de la clandestinidad a los partidos homólogos del llamado Equipo. Ajuriaguerra me encargó hablar del Aberri Eguna de 1933, ”Euzkadi-Europa” y de los Nei y acudí a visitarle a Don Iñaki. Fue un placer escucharle. Con sus penetrantes ojos azules y compostura de gran caballero personificaba a un abertzale que había comprometido toda su vida en ello. Tras su minuciosa explicación al final me dio la copia de una carta que le había dirigido Javier Landaburu a él contándole la presencia del PNV en un congreso de la DC alemana. De la neonata CDU con Adenauer a la cabeza.

Yo tenía mucho interés en saber la relación del PNV con los pioneros de la Unión Europea como De Gasperi, Schuman, Monet y Adenauer pero no tenía constancia sobre si el canciller alemán había conocido al Lehendakari. Si sabía que el ingreso de la CDU alemana se había tomado en la sede de la Delegación de la Avenida Marceau en Paris, pero poco más. De ahí que el viejo y respetado burukide me diera esta carta, para mi invalorable y que, buscando papeles he encontrado estos días, por lo que la reproduzco por el gran valor que tiene ya que describe muy bien esos primeros pasos de la unión europea federal, el ambiente existente y ese encuentro del Lehendakari con una figura clave en la construcción de Europa como fue nada menos que Konrad Adenauer. Es del 24 de septiembre de 1951. Hacía solo cinco años que había terminado la II Guerra Mundial. Dice así:

“Mi querido amigo:

Le puse unas líneas el otro día remitiéndole los documentos del Congreso de Bad-Ems, con José Mari Lasarte. En ellas le anunciaba esta carta en la que quiero darle unas impresiones sobre esa reunión. Desde el punto de vista, doctrinal, el Congreso ha supuesto, a mi juicio, un avance sobre el anterior, el de Sorrento, que se caracterizó por su inocuidad. Poco a poco se va perfilando una doctrina de democracia cristiana con aplicaciones prácticas. Hasta creo que en la conciencia de estas gentes se trata de salir de la esterilidad de un anticomunismo sistemático en que se habían sumido todos los movimientos europeos. Creo que se empieza a discurrir por cuenta propia y que nos vamos liberando de las coacciones que imponía el peligro soviético. Donde avanza la democracia cristiana es en lo social. Acaso no posea todavía fórmulas originales pero se advierte en sus dirigentes la necesidad de un franco avance en ese terreno como el mejor modo de prestigiar la doctrina y de defenderse del marxismo.

Las conclusiones del Congreso son flojas. Son un avance sobre lo anterior pero denotan el miedo a comprometerse. Cierto es que las conclusiones de todas estas asambleas suelen ser siempre intranscendentes. Es difícil, por otra parte, resumir grados distintos de temperatura cristiana y democrática. No son iguales en este aspecto los austríacos y los franceses o los suizos y los belgas. Los alemanes, tal vez por timidez o por cálculo, me han parecido excesivamente “clásicos”. Hemos estado, como siempre, abrumados por las gentes del Este y con sus problemas actuales ciertamente pavorosos. Es difícil que nosotros conservemos la atención de las gentes cuando hablamos de decenas de compatriotas desterrados a Cuenca o a Cáceres; ellos hablan de millares confinados en Siberia. Cuando un lituano me pedía la cifra de los muertos vascos en nuestra guerra, él, sin ánimo de competición, me hablaba de ochocientos mil compatriotas suyos desaparecidos sobre una población de dos millones y medio. Y, de lo que no hay duda para nadie, Stalin es un peligro evidente y Franco solo es un fantoche. Claro es que no dejamos de sentar nuestros puntos de vista y a eso respondió la intervención del Lendakari en la Asamblea y en el Comité ejecutivo, consiguiendo que se rectificase la condena que solo afectaba a los países del Este, al totalitarismo soviético. Hay que recordarlo a todas horas porque se advierte una marcada tendencia a olvidarlo. Me refiero a la peligrosidad de la dictadura cristiana. Lástima que ese peligro no sea más explícitamente condenado por quien debió y todavía debiera hacerlo, el Vaticano, y por el Departamento de Estado. Cuesta mucho hacer creer a las gentes que esas dos instituciones no tienen nada de franquistas. Y son precisamente ellas las que hoy gobiernan el mundo, al menos este mundo espiritualista occidental. El mal ejemplo político de la Iglesia sigue siendo funesto. Acheson puede disculparse con los senadores algodoneros y trigueros y con las necesidades estratégicas. El Vaticano no tiene disculpa acaso porque, en definitiva, lo que prefiere es que haya en todos los países gobiernos como el franquista. Eso es más cómodo, si no para ganar la vida eterna, para el paso por ésta de los cardenales y de los nuncios.

La lucha, pues, se nos hace dura y la argumentación difícil, en estos medios cristianos donde tampoco los demócratas son excesivos ni en número ni en fervor. Creo que habrá que ir pensando seriamente en orientar la propaganda del Partido hacia el exterior, haciéndola regular y objetiva. Aún hay mucha gente que no sabe y otra mucha que no cree que Franco mató dieciséis curas vascos y que persigue muchas actividades espirituales. Un rumano que ha pasado un mes en Euzkadi me aseguraba seriamente que los nombres de las calles vascas están escritos en castellano y en euskera, ‘por decisión oficial’.

Fuimos invitados a la recepción oficial de Adenauer, y esto ya supone algo. Nuestro Lehendakari fue muy distinguido y siempre se le considera como presidente en ejercicio. Pero debemos evitar que esto pase a ser solo una cortesía, muy usual en estas reuniones. Adenauer cambió con nosotros unas frases amables. Y un breve diálogo con el Lehendakari. No había olvidado cómo lo vimos hace tres años en el Congreso de Luxemburgo, el primero a que se invitaba a los alemanes. Entonces no creía en ser tan pronto Canciller y ahora tiene prisa por serlo sin control aliado. Asistimos al acto en el que comunicó al pueblo la transformación del estatuto de ocupación. El acto no fue emocionante sino impresionante. Aparte de algunos ancianos que lagrimeaban, cada figura era una esfinge, un enigma. Hablando con un alemán amigo, antinazi muy perseguido, nos dijo que el pueblo alemán no irá con el Este pero tampoco con el Oeste. Presumen, aun los enemigos de Hitler, de haber sido muy mal tratados. No recuerdan cómo trataron ellos a los demás. Lo que sí creo que hay en esta Alemania federal es un sentimiento marcadamente europeo. Solo eso puede salvar a Alemania y salvarnos a nosotros del peligro alemán. No estuvimos en zona industrial pero vimos como se reconstruye y como están inundados de tráfico comercial el Rhin, los ferrocarriles y las carreteras. No encontramos ninguna restricción en restaurantes y en comercios. La gente viste bien y da la impresión de fortaleza física, pero dicen que hay mucha miseria en los centros fabriles. Se ve mucho mutilado de guerra y son los que más impresión dan de pobreza. Eso alimenta, sin duda, el renacer de las organizaciones militaristas. Yo no encuentro en este lado del continente ningún pueblo que tenga la capacidad de trabajo y la mística patriótica del pueblo alemán. Es de esperar que las democracias lo cuiden para que no se alíe, como ha de tener tendencia, con los restos de las dictaduras occidentales.

Aparte de lo turístico, que ha sido espléndido, eso es todo lo que resume nuestro viaje a Alemania. Creo que no solo debemos permanecer en N.E.I., sino intensificar nuestra presencia y nuestra penetración. Nos falta gente, nos falta tiempo, nos falta dinero. Pero no debemos renunciar a esa plataforma interesante hoy e indispensable en nuestro futuro. Por correo separado le envío un artículo que me pidió y ha publicado La Quinzaine, una revista católica de París que parece muy progresista y está decididamente de nuestro lado. Preparo para Alderdi un artículo sobre el pobre Doroteo Ziaurritz (G.B.) Nada más por hoy”.

Esta estupenda carta ilustra muchas cosas. Una visión certera de Europa, un cristianismo progresista, un análisis sereno, la precariedad en la que se vivía y sobre todo que el PNV estaba allí. Junto a los constructores de Europa. No somos un partido más. Tenemos ideología e historia. Conviene no olvidarlo y no asustarnos ante las tormentas. Diputado y senador de EAJ-PNV (1985-2015)