Alberto Núñez Feijóo le faltaban cuatro votos en primera vuelta para ser investido como jefe de gobierno en España. A las 137 actas del Partido Popular se le habían sumado las 33 de VOX y los sufragios de individuales de UPN y Coalición Canaria. Era depositario de 172 respaldos cuando necesitaba en ese primer trámite 176.

El gallego sabía que le faltaban cuatro síes para sacar adelante su candidatura. Podía repetir cuantas veces quisiera que él había ganado las elecciones, pero su victoria y, fundamentalmente, su ecuación sumatoria, fue, al mismo tiempo su derrota. Aunque dijera lo contrario, y sacara pecho con aquello de que “podía haber sido presidente pero no quiso pagar el precio que algunos le exigían”.

El papel lo aguanta todo y las palabras se las lleva el viento. Más, cuando se ha hecho lo indecible en sentido contrario sin obtener los resultados apetecidos.

Por descabellado que parezca hoy, desde Génova pusieron sus ojos en dos alternativas; los siete escaños representativos de Junts (catalanes) y los cinco parlamentarios del PNV.

Para captarlos, o cuando menos acercarlos a su alternativa, prodigaron iniciativas. Algunas conocidas, y otras soterradas. Entre las primeras caben significarse los contactos, personales o telefónicos que desplegaron sus dirigentes (González Pons, Bendodo, Gamarra y el propio Núñez Feijóo).

Lo que los genoveses hicieran con JxC se desconoce, pero ha quedado constancia de que, a pesar de lo insólito que pudiera ser un acercamiento entre las partes, los mensajes populares hacia los seguidores de Puigdemont y Turull, se cursaron, aunque por vías indirectas para no soliviantar más a la parroquia catalana del PP, alineada con Aznar, Ayuso y los más duros del partido conservador.

Con los vascos, la búsqueda de apoyos conjugó todas las formas; la orgánica (a través de medios oficiales), la indirecta y también la externa o pública, buscando la presión en la opinión publicada para mover a los de Sabin Etxea.

El PNV no había ocultado su posición. Desde que los resultados electorales se elevaron a definitivos, sus parlamentarios no apoyarían a Núñez Feijóo. Lo habían verbalizado en numerosas ocasiones por portavoces tan cualificados como su presidente, Andoni Ortuzar o por su portavoz en el Congreso, Aitor Esteban. Los jeltzales no respaldarían a un candidato del PP sustentado por la extrema derecha y con un discurso tan regresivo en materia territorial, de derechos básicos o por su posición combatiente respecto al euskera.

La obligación de un aspirante es la de ganarse apoyos donde pueda. Pedro Sánchez ha reiterado su voluntad de “buscar votos hasta debajo de las piedras” para su nominación. Feijóo también o intentó, a través de sus colaboradores, y personalmente, forzando un encuentro personal y discreto con Ortuzar quien, sin sorpresas, le reiteró la negativa del PNV a avalar su pretensión. No satisfechos con la negativa obtenida, los populares buscaron otra vía; alimentar una posible corriente contestaría en el PNV que provocara el giro de sus dirigentes. Así, exploraron la complicidad de ambientes económicos vascos para que éstos trasladaran hasta Sabin Etxea la necesidad de una reflexión sobre sus alianzas en el Estado, llegando incluso a proponer -según medios periodísticos madrileños- a algún ex alto cargo nacionalista la labor de reorientar a la cúpula jeltzale hacia posiciones populares, poniendo como excusa el presunto divorcio de las bases nacionalistas con las políticas izquierdistas aprobadas por el gobierno “social-comunista” de Sánchez. Política de “izquierdas” que durante la pasada legislatura había respaldado, no sin matices, ese “conjunto de aldeanos” en palabras de Jose Antonio Zarzalejos que compone el Euzkadi Buru Batzar.

Esa presunta intermediación coincidió en el tiempo con un artículo de opinión y una entrevista con el interlocutor señalado mediáticamente. En ambos casos se abonaba la tesis de que el PNV debía reconducir su errática política de alianzas para no seguir perdiendo fuelle electoral, efecto que se achacaba al abandono del carácter democristiano y moderado que históricamente había caracterizado a los herederos de Sabino Arana.

Tal opinión fue respaldada por los medios de comunicación afines al partido postulante. Y así, el diario El Mundo se hacía eco de una encuesta –Sigma 2– que ponía de relieve el supuesto desencanto de la base electoral nacionalista y su desapego a la línea política mantenida por este partido en los últimos años. Un análisis sociológico que vaticinaba el sorpaso de Bildu en Euskadi . Lo que este tipo de informaciones pretendía era presionar al PNV para que cambiara el rumbo de sus votos en el Congreso y posibilitara la nominación de Núñez Feijóo.

Pero los jeltzales no dieron su brazo a torcer. Aitor Esteban fue claro una vez más y puso en evidencia la desnudez del candidato, su arrope por parte de VOX y su falta de propuestas para afrontar el encaje territorial, más allá de las recetas habituales de “más palo” y nada de “zanahoria”.

Perdida la esperanza de que el PNV diera marcha atrás a su negativa, Núñez Feijóo dedicó su turno de réplica a Aitor Esteban a una encendida crítica a los nacionalistas vascos a quienes acusó de haberse rendido a los planteamientos económicos de Podemos y de perder la centralidad vaticinando su sustitución en el liderazgo de Euskadi por EH Bildu. Curiosa tesis, votar al PP para que no le superara Bildu en las urnas.

La rotunda intervención del gallego, el intento indisimulado por deslegitimar la acción política del PNV, pretendiendo enfrentarla con su base social en un intento vano de Pressing Catch, no hizo sino reafirmar aún más la posición de los jeltzales para con el candidato popular.

La puesta en escena del Partido Popular en este episodio parlamentario merecía más la denominación de desvestidura que la pretendida investidura protagonizada por Núñez Feijóo. Sus antecedentes, con el acto mayoritario de protesta en las calles de Madrid ante una supuesta ley de amnistía, su discurso en las Cortes, pronunciado como un mitin electoral y la provocación disfrazada de “sorna” en su respuestas al resto de las formaciones políticas –a excepción de VOX a quien agradeció su apoyo- no hizo sino acrecentar la soledad del Partido Popular, el “ganador” ciertamente de las elecciones pero la alternativa opositora a la que no le han quedado amigos con los que alcanzar mayoría de gobierno.

Su falta de propuestas, más allá de la vacua defensa constitucional , propia de un patrioterismo de consigna y de populismo rancio, le condujeron a esta calle sin salida en el horizonte institucional del Estado. Plantearse, además, la investidura como una disyuntiva entre la amnistía o el PP -o yo o el caos- permitió una respuesta fácil; la amnistía, sin lugar a dudas.

Resulta insólito que los herederos de Manuel Fraga, el hombre que solicitó la libertad para Rudolf Hess, el lugarteniente de Hitler preso en la cárcel de Spandau, que los beneficiarios de aquella amnistía del 77 que exoneró de su pasado delictivo a miles de funcionarios y dirigentes del pasado régimen, se rasguen hoy las vestiduras por el intento de desjudicializar el conflicto político catalán, que no lo olvidemos, fue perseguido y penalizado por intentar poner urnas y que la gente votara.

Resulta chocante que quienes promovieron una amnistía fiscal en el año 2012  salgan ahora pidiendo reacción popular porque “España se rompe”. Es sorprendente que un partido como el Popular  cuyo presidente Aznar llegó a conceder 5.948 indultos entre los años 1996 y 2004, siendo el dirigente que más indultos firmó en sus años de mandato, con más de 700 al año , sea ahora quien llame a la resistencia  por una situación que, además, no se ha producido.

Ha habido muchas razones para fundamentar un no, al candidato del PP, un pretendiente cuyo fracaso estaba anunciado. Él lo sabía. Y su naufragio parlamentario fue certificado el viernes. Ahora comienza una segunda parte de la historia. Y que quede claro: el no del PNV a Feijóo no significa el sí a Pedro Sánchez. Si Sánchez quiere gobernar deberá explicar para qué y qué compromisos está dispuesto a asumir para ganarse la confianza de una mayoría parlamentaria que le dé estabilidad.

Comienza otro capítulo. Esperemos que con más respeto, menos injerencias y más compromisos. Y con la premisa básica de cumplir lo ya prometido y asumido. Porque sólo si se cumple con lo que se debe se puede reclamar nuevas alianzas. Miembro del Euskadi Buru Batzar del PNV