Analizaba en mi anterior reflexión lo ocurrido en un verano, el de 2023, en el que no ha hecho falta las denominadas serpientes de verano debido a la cantidad de cosas que han pasado, pero faltaba la traca final a la que hago referencia en esta nueva entrega.

La fallida, como será su investidura, entrevista que el líder del PP solicitó al presidente español en funciones celebrada el pasado 30 de agosto tuvo tintes esperpénticos.

¿Cómo puede Feijóo, después de meses de cruzada para según él “derogar el sanchismo”, solicitar una reunión con Pedro Sánchez? Con el malvado político que intenta destruir nuestro país.

Una reunión para suplicarle que le apoye en este insólito movimiento, después de haberle insultado constantemente, a él y al PSOE.

¿Cómo puede igualmente pedir al PNV su apoyo cuando su socio, Vox, con el que camina sólidamente en pack, pidió su ilegalización, además de anunciar que plantearía la eliminación de las autonomías si llegaba al gobierno con PP?

Pero para rematar la jugada, se atreve a plantear que esa misma solicitud se la hará a los malvados y peligrosos señores de Junts. A esos que el citado socio anunció que si gobernaba haría arder de nuevo las calles de Barcelona.

Más parece que quien le asesora sea un enemigo acérrimo suyo empeñado en hacerle fracasar.

No parece que sea el desnortado Elías Bendodo, o el incongruente reconvertido Borja Sémper, que por muy mal que lo puedan hacer, no parece que vayan en su contra.

Convendría recordar para tener un mapa real que precisamente a raíz del debate a dos que tuvo con Pedro Sánchez durante la campaña electoral, se supo que el maquiavélico Miguel Ángel Rodríguez, asesor de cabecera de Isabel Díaz Ayuso, había sido fichado en la parte final de la campaña.

En aquel debate utilizó la mentira como arma política, manteniendo esa táctica la semana final de la misma y hay quien asegura que ese cambio de estrategia fue la que le llevó al fracaso.

MAR mantiene contactos semanales con Steve Bannon, ideólogo del trumpismo, asesor en la sombra de personajes como Bolsonaro, Meloni y de todos los movimientos de extrema derecha en Latinoamérica y Europa.

Se podría pensar que su trabajo va dirigido a hacer fracasar a Feijóo para extender posteriormente la alfombra roja para la llegada de su pupila Ayuso, ya suficientemente impregnada de la ideología extremista que viene de Trump-Bannon.

En su análisis ya contempla que Pedro Sánchez seguirá siendo presidente con un gobierno de coalición con Sumar y que la necesidad para que pueda funcionar del apoyo de los partidos periféricos, PNV, ERC, Junts, Bildu y BNG, lo cueza en su propia salsa.

Así, en 2027, una vez abrasado, abriría las puertas de La Moncloa a una Ayuso como gran esperanza de las derechas extremas.

El diseño elaborado en los despachos de Bannon triunfaría también en España.

A veces las izquierdas, especialmente en los últimos años, pecan del cortoplacismo, de realizar sus movimientos teniendo en cuenta sólo la táctica, olvidan una estrategia que nuestros poderosos enemigos tienen muy en cuenta. Sería recomendable que le dieran una vuelta a esto.

Además de ese elemento fundamental las derechas están demostrando que ya no les plantea problema pasar todas las líneas rojas habidas y por haber, que el fin (llegar a La Moncloa) justifica los medios.

Así lo han vuelto a demostrar con lo ocurrido ahora en Murcia. Si creíamos excepcional lo acontecido en Extremadura al torcer el brazo de su líder allí María Guardiola, ahora vuelven a repetirlo con el de Murcia, López Miras.

Han quebrado sin miramientos su postura férrea de no permitir la entrada en su gobierno de Vox incluso a costa de ir a nuevas elecciones, obligándole desde Génova a concederles dos consejerías una de ellas con rango de vicepresidencia.

¿Querías taza? Pues taza y media.

También se han desarrollado nuevos episodios en el culebrón Rubiales. La decisión del TAD de considerar su acto contra Jenni Hermoso sólo como falta grave demuestra la profundidad de la ideología machista que carcome sectores de nuestra sociedad como el fútbol.

Todavía les queda muy lejos la ley del sólo sí es sí, porque según la misma parece evidente que ese beso no consentido resulta una agresión sexual. Agresión señores del TAD, agresión, porque lo del abuso es ya cosa del pasado.

Si se repite esta legislatura del gobierno de coalición progresista de las dos izquierdas, aún le queda mucho trabajo por realizar en este terreno.

Del análisis de este verano nos debe llegar a la conclusión de que bajo ningún concepto los impulsores del machismo, de la xenofobia, del negacionismo del cambio climático, o de la pluralidad nacional pueden acceder a más poder, ya tienen demasiado.

Por último, en estos días el lehendakari Urkullu, uno de los pocos estadistas que disponemos en este país (ponga aquí cada cual lo que desee), ha lanzado para el debate una idea muy interesante.

A través de un artículo publicado en El País, plantea la necesidad de lo que denomina una Convención Constitucional que reinterprete la misma. Una manera adaptada al siglo XXI de acabar con las tensiones centro-periferia heredadas de la Transición.

Para intentar resolver los problemas planteados en esta reflexión, para frenar a las derechas machistas, reaccionarias y negacionistas resulta vital e imprescindible que el próximo gobierno sea progresista y de izquierdas, del PSOE y Sumar con el apoyo externo de PNV, Bildu, ERC, Junts y BNG.

Así como la anterior legislatura fue la de tomar decisiones sociales para frenar el deterioro provocado en las capas más desfavorecidas de la sociedad debido a la pandemia de covid y la crisis económica derivada de la guerra que Rusia provocó con la invasión de Ucrania, esta debe ser la de resolver los conflictos territoriales reconociendo que España es un país de países, cuya solución para que todos estemos cómodos pasa por un estado federal plurinacional.

Lo contrario tendría consecuencias terribles para la mayoría de nuestra ciudadanía. Veremos…