Me saqué la espina de no saber dónde estuvo el hotel Panamá, lugar donde se alojaban los diputados del EAJ-PNV durante la República. Hace un mes lo escribí e Isabelo Herrero, profesor de la Complutense, historiador y republicano, me escribía: “El Hotel Panamá se encontraba en el número 16 de la Avenida de Pi y Margall (actual Gran Vía). Es decir en la misma acera que Unión Radio, que estaba en el número 10 (actual Cadena Ser), cerca también del edificio de Telefónica. Los números de entonces no coinciden con los actuales, al haberse “fusionado” los tres tramos de la antigua Gran Vía –que tenían nombres distintos–, durante el franquismo, cuando se llamada Avenida de José Antonio. En 1979 el Ayuntamiento de Tierno Galván lo “rebautizó” como Gran Vía, sin recuperar al fundador del Partido Federal, y así hasta hoy, pues el Ayuntamiento del cambio (Carmena) tampoco quiso saber nada de recuperar el nombre del gran republicano. En mi opinión, creo que se puede ubicar bien dónde estuvo el Hotel Panamá”. Mil gracias Isabelo por el dato.

Dos cabalgan juntos

Al final de la dictadura y comienzo de la transición, el Bizkai Buru Batzar tuvo en la calle Iparraguirre 39 de Bilbao un despacho de abogados que servía de tapadera política. Allí conocí a Luis Arredondo, un burukide entrañable. Lo fue hasta 1977, pasando al Consejo Consultivo. Solía ir a este piso varios días por semana y allí nos ilustraba sobre todo lo que supuso la guerra, la clandestinidad y actuar bajo la dictadura. No eran batallitas del abuelo. Era historia viva de persecución y silencio y además, muy bien contadas porque las palabras le brotaban de un alma golpeada por el sufrimiento.

Luis Arredondo, veterano luchador del nacionalismo vasco en la margen izquierda de la ría y uno de los líderes del PNV durante el largo período de la clandestinidad impuesta por el franquismo, había nacido en Barakaldo en 1907, perteneciendo desde los 16 años al PNV y al sindicato ELA-STV. Fue elegido burukide del BBB en 1935 y cesó en marzo de 1977.

Obrero metalúrgico, fue amigo y colaborador íntimo de Juan Ajuriaguerra, desde que ambos se conocieron trabajando en la fábrica de Babcock & Wilcox de Galindo, donde desarrollaron una militancia en ELA-STV. Luis Arredondo fue desde sus primeros años testigo de las hostilidades y escaramuzas, a menudo violentas, entre socialistas y nacionalistas en la margen izquierda de la ría y zona minera, en la época de anteguerra. Sus recuerdos personales se remontaban a la derrota electoral de la coalición monárquico-socialista de 1917, en el distrito de Barakaldo, frente al candidato nacionalista, que acarreó hechos cruentos como consecuencia de las rivalidades. En la época de la Segunda República española, Luis Arredondo desarrolló una activa militancia política nacionalista en su zona, siendo testigo, entre otras cosas, de los intentos socialistas de impulsar un “Estatuto de las Encartaciones” aisladas del resto de Euzkadi, y que afortunadamente no llegó a prosperar. En la Asamblea Regional del PNV de Bizkaia del año 1935 fue elegido miembro del consejo ejecutivo (BBB) junto con Juan Ajuriaguerra, Lucio Artetxe, Jesús Solaun, Ramón Azkue y otros dirigentes jóvenes. Poco antes se había casado con Carmen Estarta Urkullu, también activa emakume, pasando a vivir a Burtzeña, dentro de Barakaldo.

Al estallar la guerra en 1936, Luis Arredondo trabajó como burukide del BBB en la dirección de Euzko Gudarostea-Ejército Vasco junto con Ramón Azkue (fusilado en octubre de 1937 en el penal del Dueso, en Santoña, tras su captura por los franquistas). A Luis Arredondo le tocó marchar al exilio, saliendo por turnos en la avioneta El Negus hacia Baiona.

Allí continuó en las labores propias de dirección del PNV y más tarde fue internado junto con otros muchos vascos en el campo de concentración de Gurs por orden del nuevo gobierno francés, al iniciarse la II Guerra Mundial. Al entrar las tropas alemanas, Luis Arredondo pudo escapar a última hora, junto con otras personalidades nacionalistas, en un barco a Inglaterra, donde vivió durante toda la contienda, trabajando como metalúrgico. En 1946 participó en la Convención de Juventudes Democráticas, en Praga, donde fue asimismo testigo de las presiones comunistas para instaurar un régimen fiel a Stalin, con la presencia de tropas soviéticas en el país, después de haber expulsado a los nazis.

En 1947 regresó a Euzkadi Sur, incorporándose inmediatamente a la resistencia, especialmente en la margen izquierda de la ría de Bilbao. Participó activamente en las primeras huelgas contra el régimen de Franco, por lo que nuevamente tuvo que refugiarse en Iparralde. Volvió más tarde, continuando en la labor política clandestina, en la captación de jóvenes en los Aberri Egunak y reorganizando las juntas municipales del PNV. En la primera Asamblea Regional de Bizkaia del PNV tras el franquismo, celebrada en Euba en marzo de 1977, se produjo el relevo histórico democrático del BBB, pasando Luis Arredondo a integrar el Tribunal Regional de Justicia del partido y el Consejo Consultivo del nuevo BBB, a través del cual siguió de cerca el nuevo proceso político de Euzkadi hasta abandonar sus cargos activos. A lo largo de su dilatada lucha política, Luis Arredondo fue un hombre de gran fe en sus ideales, de optimismo en la causa de Euzkadi. Sencillo y activo, estuvo siempre en la intimidad de las grandes decisiones del PNV. Al cabo de tantos años, alcanzó la satisfacción de ver los frutos positivos de su causa antes incomprendida, derrotada por las armas y largo tiempo humillada.

Con Luis íbamos a dar charlas en los batzokis contando historias silenciadas y hablando de la importancia de militar en un partido con valores. Luis siempre repetía que esa jerarquía era nuestra seña de identidad. Recuerdo que en casi todas contaba una historia impresionante que dejaba a los nuevos afiliados apabullados. Solía llevar en un pequeño sobre azul manoseado y, como un tesoro, la fotografía que ilustra este trabajo. En ella se les ve a Juan Ajuriaguerra y a él, sentados juntos en 1937 en Laredo. De pie y con traje y corbata los consejeros Monzón, Aldasoro y Nardiz. Con las manos en los bolsillos, el presidente del EBB, Doroteo Ziaurritz.

Juan volvió

El 25 de agosto de 1978 fallleció en Aiegi (Navarra) Juan de Ajuriaguerra. El viernes que viene, 45 años. Fecha redonda. Por eso quiero recordarle junto con su amigo Luis. Ese dato y el premio a la película de “cine de autor” a Negu hurbilak en la localidad suiza de Locarno, centrada en una joven que huye por motivos políticos en la época de ETA, me hizo preguntar el por qué Cultura o Gogora no promueven más y mejor esta recuperación histórica silenciada. No critico por supuesto a la película y al equipo ganador, pero me apena que historias preciosamente épicas como las que contaba Luis se vayan perdiendo y no se recojan en documentales o películas de autor. Un día, ante la reiteración de la vivencia que a él tanto le había marcado, le pedí a Luis que me la escribiera y así lo hizo. La historia es ésta:

“Juan y yo, conocidos desde la época de nuestro trabajo profesional en Babcock, nunca se nos ocurrió pensar que en el año 1935 íbamos a ser nombrados burukides en la Asamblea Regional de Bizkaia.

Ni que al año siguiente iba a desencadenarse una sangrienta guerra que uniría nuestras vidas con un lazo, más que fraternal, a través de un largo peregrinaje de batallas, retiradas, cárceles, ejecuciones, exilio, etc., etc. que ha durado más de cuarenta años. Esta clase de duras y cruentas experiencias son el crisol donde se forja el temple de los hombres con capacidad para orientar y dirigir a su pueblo en los momentos difíciles de su historia. Y Juan, en mi opinión, ha sido el hombre que más intensamente ha vivido esta larga experiencia.

Playa de Laredo, 23 de agosto de 1937. A la orilla de la playa, flanqueada de pequeñas dunas, había un pequeño chalet en construcción, cuyo dueño, un amable republicano riojano, lo puso a disposición del partido a nuestra llegada a dicho pueblo. Habíamos perdido la guerra y no por falta de valentía y coraje sino por falta de armamento y aviones. Estaba anocheciendo ya y nos encontrábamos sentados en el aterpe de la casa los ocho burukides del partido que quedábamos con nuestro pueblo, charlando con algunos de los chóferes y gudaris que componían nuestro cuartel general. De pronto aparece el avión, el Negus”, volando a escasa altura y posándose en la playa a pocos metros de nosotros.

¡Pero si es Juan!, dijimos al ver descender a Juan Ajuriaguerra del avión. ¿Cómo se te ha ocurrido venir? ¡Si ya no hay nada que hacer y tú lo sabes tan bien como nosotros!, le dijimos.

“Sí hay algo que hacer”, nos contesta. “Vamos a celebrar un batzar esta noche porque tenemos que tomar una decisión importante”.

Efectivamente, aquella noche nos reunimos en una pequeña hondonada cubierta de juncos. Unas velas para vernos e impedir cualquier contingencia, con una guardia compuesta de gudaris nabarros, que habían desertado y pasado a nuestras líneas, y que nosotros teníamos cerca con objeto de protegerlos pues los considerábamos en mayor peligro que el resto de nuestros gudaris.

En prevención de que el pacto con los italianos fallara, Juan propuso que echáramos a suertes para determinar los burukides que habían de quedar corriendo la suerte de los gudaris y los que habían de salir al extranjero para proseguir la guerra contra el franquismo.

Se aceptó la propuesta por unanimidad y cuando Luzear, burukide de Gipuzkoa, se puso a escribir en unos pequeños papeles los nombres de todos, Juan le dijo: “No pongas mi nombre. Yo he venido a quedarme; el doctor Ziauritz, presidente del EBB y además el hombre de más edad de los que estamos aquí, debe salir sin sorteo”.

Entonces, el Dr. Ziaurritz protestó con vehemencia llegando a insistir con lágrimas en los ojos, pero Juan alegaba que él había impulsado con más fuerza que nadie el enrolamiento de gudaris a Euzko Gudaroztea, y negociado con los italianos el Pacto de Santoña lo que le obligaba, a juicio de él, más que a los demás.Y así, con seriedad, casi diría yo que hasta con protocolo, se realizó un acto de solidaridad con el pueblo que proclama muy alto el sentido de responsabilidad del partido.

Treinta años más o menos después de aquel acontecimiento, me llamó un día Juan y me dice; “¿quieres acompañarme a Ataun? Tengo que hablar con D. José Miguel de Barandiaran”. Don Jose Miguel era el gran antropólogo y la máxima autoridad de la cultura vasca.

Fuimos a Ataun. Pasamos el día charlando con Barandiaran y Aita Mauro, abad mitrado de Lazkao. Como es lógico, hablamos de nuestro pueblo y de su historia. En uno de los ratos en que conversaba a solas con Barandiaran, me dijo refiriéndose a Juan: “Este hombre ha influido de una forma profunda en mi vida”.

Con estas o parecidas palabras me contó: “Yo era profesor en el seminario y me dedicaba con pasión a la Antropología; creía que mi actuación en la tierra era completa. Pero el día 23 de agosto de 1937, cuando se despidió de mí en Baiona para ir a Laredo, le dije: Pero, ¿qué objeto tiene ahora el que usted vaya allí; si sabe usted tan bien como el primero que aquello se está derrumbando y que ud. no va a poder impedirlo y que es muy posible que usted pueda ser fusilado?”.

“Las razones que me expuso, y sobre todo la responsabilidad que sentía de compartir la suerte con los que él había llevado a la guerra; la sensación que quería dar a sus hombres era que iba para tratar de protegerlos, y que sintiesen que no estaban solos, dejaron en mi una huella tan profunda que desde entonces siento una nueva responsabilidad hacia mi pueblo que antes no sentía”. “Créame, terminó, lo considero un hombre extraordinario”. Cumplido elogio de otro hombre extraordinario. Agur Juan. Su vida será ejemplo para las nuevas generaciones vascas”.

Desgraciadamente, creo que hoy esto no es así. Para muchos jóvenes y no tan jóvenes, Ajuriaguerra es tan solo una calle de Bilbao mientras el recuerdo de aquel inmenso ejemplo se está borrando en la niebla del tiempo. Una pérdida.

Decía Maquiavelo que el político es ingrato y que el ciudadano no vota por agradecimiento. Y es lo que se está perdiendo. Capital simbólico. Justo cuando es más importante y tiene más valor identificativo. No hay nación sin historia y sin ceremonia. l

Diputado y senador de EAJ-PNV (1985-2015)