Se escucha un ruido en el baño, vas corriendo y te encuentras al aita mareado, y a punto de caerse de la poceta. Lo levantas y te das cuenta de que hay una fuerte hemorragia activa. Tocas el botón de emergencia, y agradeces -en silencio- que no estás en Venezuela sino en Donostia (Euzkadi), con un hospital que es un referente en el sistema sanitario vasco. A los diez minutos llega la ambulancia. Un personal atento y preparado nos lleva volando a la residencia.

Hacia las 4.00 a.m., el médico me comunica que será hospitalizado, dada su edad (95) y cuadro de anemia y hemorragia aún activa. Recorremos un laberinto de pasillos para llegar hasta su habitación en el piso X. En el recorrido observas que algo está mal. Fue un paseo con olor a basura. Mientras caminaba, hacía memoria, y recordé haber leído que hay una protesta del grupo de la limpieza. Pero estaba claro, que este paisaje típico de barrios pobres y abandonados, no era sólo consecuencia de no limpiar, sino de una acción de “ensuciar y no limpiar”; es decir, de una acción “violenta” al tratarse de un hospital. Y recordé el viejo slogan de la izquierda radical: “contra la violencia de los ricos la violencia de los pobres”.

Llegando a la habitación nos encontramos a una persona pasando la fregona en el área de la cama libre. El paciente vecino, que no concilia el sueño, le pregunta si puede limpiar su área, y recibe de éste un rotundo “no se puede”. Se me dispara una pregunta: ¿qué clase de protesta es aquella que consiste en contaminar un hospital? El aita ni se entera de lo que ocurre. Suficiente tiene con los temores que le rondan en la cabeza. En la mañana aparece la esposa del paciente vecino. Mujer amable. Nos percatamos que nuestros pacientes tienen algo en común: sus ejércitos de glóbulos blancos y rojos no aguantarían el asedio de un “grupo amateur de bacterias”. Conversamos un rato y le comento mi paseo. Ella me dice que tienen tres meses así. Rápidamente nos ponemos de acuerdo en limpiar nuestra habitación. Trajimos escoba y fregona, y si a alguien se le ocurría reclamar… Todas las mañanas dejábamos esa habitación limpia y con buen olor. Nos enteramos por “radio pasillos” que en otras habitaciones también estaban haciendo la limpieza.

El personal de enfermería, y el equipo médico nos dieron una excelente atención. Tienen Don de Gentes, cariño y profesionalidad. A los pocos días, hice algunas preguntas a trabajadores del hospital, y las respuestas se resumen en que hay malestar por la manera en que el gremio de la limpieza enfocó la protesta. Una de ellas nos confió: “gracias a Dios, desde hace una semana dejaron de ensuciar, y lo único que ahora están haciendo es no limpiar”.

Me tomé la tarea de visitar los pisos, ir a los baños públicos, a los cuartos de la basura y pasear por los distintos ascensores. La entrada principal del hospital ni hablar. La cosa está clara, o se trata de un poema que dibuja la mediocridad e insolidaridad del liderazgo que promovió estas acciones, o peor aún, se trata de algo inscrito en la lógica de “el fin justifica los medios”.

Ahora bien, el principal grupo afectado no es la empresa contratante ni el Gobierno Vasco. Esta vez el “débil laboral” atenta contra el más débil del sistema de salud: “el que lucha por no morir”. Leí pancartas y cuanto papel se atravesaba en el camino. Hay una frase en las pancartas del sindicato ELA que me dejó perplejo: “G.V. Kanpora”. Si dicen “fuera el Gobierno Vasco”, ¿será porque quieren que venga el Gobierno Español a tomar las riendas del Hospital? Porque a vacío de autoridad local, nos vendrá la otra autoridad…

Lo anterior, unido al conflicto en la Ertzaintza (policía vasca), en la que los medios reseñan, que un puñado de ertzainas del nuevo actor llamado Ertzainas en lucha, en medio de las protestas por mejores sueldos y otras prerrogativas supra constitucionales (que incluyen el rechazo manifiesto al euskera y el selfie con la bandera española), uno concluye, con el permiso de García Márquez, que el espíritu de Macondo pasea por Euskal Herria. Entre café y café, mi vecina y yo, discernimos sobre el conflicto que llena de basura el hospital. La información recogida de panfletos es muy básica. Pareciera que todo se reduce a la homologación del grupo de la limpieza, y a exigir el pago de la deuda existente. Está claro que en Euzkadi -y en Osakidetza- hay varios tipos de trabajadores: los que tienen contratos fijos y buenos, los de contrato fijo pero que sufren para llegar a fin de mes, y los que están en el marco de la precariedad, aunque ésta se vista hoy con el rimbombante nombre de “contrato fijo discontinuo”. Además, en el caso del grupo de la limpieza hay un agravante, ya que son trabajadores subcontratados a través de una empresa intermediaria, cuyo nombre y condiciones de contrato desconocemos. Y lamentablemente pareciera, que este grupo laboral pesa poco -o nada- en la gestión y decisiones de Osakidetza.

Ahora bien, si existe una base legal para el reclamo de los pagos atrasados y la exigencia de homologación, ¿por qué no se ha procedido a demandar a las empresas y Osakidetza ante los tribunales competentes? Por otro lado, llama la atención que no hay ningún comunicado de los otros gremios que conforman la estructura laboral-operativa del Hospital. En particular, el Sindicato Médico no ha manifestado su posición respecto al “hospital contaminado”.

Cabe destacar que en la estadía en el hospital, ningún trabajador del grupo de la limpieza se acercó para explicarnos el problema, disculparse por los “inconvenientes” que se están generando y solicitarnos solidaridad con su lucha. Ahora bien, un hospital se debe a sus pacientes. Más claro aún, sin pacientes no hay hospital. Y en la acción de “ensuciar y no limpiar”, se revela una arista importante: pacientes y familiares no tienen una silla en las llamadas “mesas de diálogo o negociación”. Lo único que existe es la “oficina de atención al paciente”, que suponemos estará agotada de recibir quejas.

No puedes pedir solidaridad si tus acciones atentan contra el más débil del sistema: “El que lucha por sobrevivir”.

Una democracia establece, que gobiernos (y otras instituciones de los poderes públicos) tienen el deber de velar por los intereses de todos, incluidos los pacientes y familiares. Y si es necesario, deberán solicitar la “Declaración de Emergencia”. Osakidetza tiene un protocolo para el manejo de conflictos laborales (PDF), en el que no está contemplado un conflicto que afecte a los pacientes y familiares.

Algunos dirán que un hospital lleno de basura no reviste un peligro de contaminación. Basta con contratar una inspección técnica y publicar el informe que determine el nivel de gravedad existente.

El conflicto continua sin señales de un acuerdo mínimo. Y en paralelo, “tal vez” sin conexión alguna, emergen otros “conflictos laborales” en Euzkadi.

Por lo delicado de la coyuntura, es importante señalar algunas sugerencias para los familiares de pacientes hospitalizados.

La primera de ellas, es que asuman la limpieza de la habitación. Por ningún concepto hay que arriesgar la salud de un ser querido. Más aún, limpien el frente de la habitación, porque cada vez que entran con el mobiliario rodante, sin querer se ensucia la habitación. Además, es importante que se visibilice el rostro del “Colectivo Pacientes”. En segundo lugar, solicitarle a los gremios del Hospital que fijen una posición pública coherente, y exijan la inspección técnica de la instalación.

En tercer lugar, exigir la presencia del Ararteko (Ombudsman-Defensor del Pueblo), para que convoque a los familiares de los pacientes a reuniones de trabajo. Así se le da voz al “colectivo sin voz”. En cuarto lugar, solicitar al Gobierno Vasco que haga pública las posiciones que están enfrentadas. Qué se expliquen las distintas caras de este conflicto, se publiquen cifras y se acuerde una fecha tope para, de no lograrse un acuerdo que levante la huelga, se proceda, de conformidad a la ley, a invocar la “Declaración de Emergencia en el Hospital de Donostia”. Recordemos, que cualquiera de nosotros podría ser hospitalizado mañana. Llegó la hora de defender la salud de los pacientes.