En una cena-coloquio celebrada en la Sociedad Bilbaína en la primavera de 2019 uno de los asistentes comentó al invitado, Aitor Esteban, que tras la reciente retirada de Joan Tardá –que durante varias legislaturas había sido la voz de Esquerra Republicana en el Congreso– se había convertido en el portavoz parlamentario de mayor edad en la Cámara Baja. Efectivamente, a pesar de tener en aquel momento sólo 56 años, Esteban compartía responsabilidad con una oleada de políticos cuya juventud era su característica común. Con verbo fluido, gran desparpajo y un uso intensivo de las redes sociales como nexo compartido, las bancadas parlamentarias eran comandadas por una camada de líderes que en ocasiones no habían superado la cuarentena. Era el caso de Pablo Casado (37) que, junto a su lugarteniente Teodoro García Egea (34), dirigían el Partido Popular de la era posRajoy. En el límite de esa cifra se movía Albert Rivera (39), líder de un Ciudadanos con gran proyección entonces, y un no mucho mayor Pablo Iglesias (40), que pocos meses después llegaría a la Vicepresidencia del Gobierno de la mano de la coalición PSOE-Podemos. Incluso el propio Pedro Sánchez (47), que ya había entrado en el Palacio de la Moncloa tras la moción de censura, continuaba cultivando una cierta imagen “pop” de baloncestista desenfadado que, a pesar de ser presidente del Gobierno, entre otras actividades acudía entusiasta a conciertos de rock con su mujer.

En una interesante conversación que tuve por aquel entonces con un buen amigo alemán el dato de la edad de los políticos españoles no pasó inadvertido. Con Angela Merkel como canciller y elemento más representativo en la Alemania de entonces, mi amigo me trasladó una expresión que, al parecer, es bastante conocida en el país teutón y venía a formular su sentimiento sobre la cuestión: Neue Besen kehren gut, aber die alten kennen die Ecken. Ante mi conocimiento muy limitado de la lengua de Goethe y su muy fluido castellano, no tardó en traducirlo de la siguiente forma: “Las nuevas escobas barren bien, pero las viejas conocen mejor los rincones”.

A lo largo de los siguientes años la frase anterior ha resonado en mi cabeza en no pocas ocasiones. De los protagonistas políticos anteriormente mencionados es curioso comprobar que poco más de tres años después, además de Esteban, solo Pedro Sánchez ha sobrevivido y la edad media de los líderes políticos españoles se ha incrementado notablemente. El ejemplo más evidente lo encontramos en el Partido Popular que, tras la sonora salida de Teodoro y Pablo, dio paso a un maduro y mucho más experimentado Alberto Núñez Feijóo (61). También Albert Rivera abandonó con estrépito la presidencia de Ciudadanos tras cerrarse a negociar una coalición con Sánchez y, unos meses después, dilapidar su importante capital parlamentario en la repetición electoral de noviembre de 2019. Sin su referente fundacional, en la actualidad los naranjas se debaten entre un reciclaje casi imposible y una OPA hostil vestida de buenas palabras de los de Feijóo. Y por lo que respecta a Podemos, la dimisión de Pablo Iglesias ha dado paso a una lucha de poder velada en la que sus mayores exponentes los encontramos en la joven ministra Irene Montero (34) y la vicepresidenta Yolanda Diez (51), que es para no pocos la potencial aglutinadora de voto en ese espacio político.

Los datos anteriores en relación con los fracasos de los líderes de menor edad pueden hacernos pensar que, efectivamente, en la política necesitamos escobas viejas, políticos bregados en mil y una batallas, con experiencia y conocimiento de los vericuetos más oscuros y las mejores maneras de salir de ellos. El paradigma de esa tendencia lo encontraríamos al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, donde un octogenario Joe Biden desoja la margarita sobre su nominación como candidato a la reelección, mientras que Donald Trump (76) ya ha confirmado que, si la justicia se lo permite, no faltará a la cita. Entre todo ello las midterm elections del pasado 8 de noviembre han forzado la salida como Speaker de la Cámara de Representantes de la aún mayor Nancy Pelosi que, a sus 82 años, continuará en todo caso ocupando su escaño en el Capitolio.

Pero, ¿cuál es la edad ideal para un líder político?, ¿es positivo que personas con determinados achaques y lapsus propios de edades avanzadas continúen en labores de primer nivel de gestión? Es muy probable que no exista una respuesta perfecta a las preguntas anteriores. Sin duda, elementos como desvanecimientos, pérdidas de memoria o achaques físicos deben servir de señales de alarma sobre la capacidad de la persona para desarrollar determinadas responsabilidades, más si cabe cuando aquellas se manifiestan con especial gravedad. En el lado opuesto, si bien puede proyectar un halo de vitalidad y constituirse como un elemento de atracción hacia el electorado, la juventud implica en la mayoría de las ocasiones una experiencia profesional y vivencial limitada, y ello tendrá indefectiblemente su reflejo a la hora de gestionar situaciones y equipos. Y si bien la revolución tecnológica hace que las generaciones más jóvenes se manejen de forma mucha más ágil y familiar en las redes sociales, elemento comunicativo de primera magnitud en la sociedad actual que jugaría a su favor, no deberíamos infraponderar la apariencia de realidad que las mismas pueden trasladar y el riesgo de la sobreexposición a las mismas (a título de ejemplo, recordemos la polémica acaecida el pasado verano con Sanna Marin –37–, primera ministra de Finlandia, al hacerse viral un vídeo en el que aparecía, según la propia Marin, “de fiesta, bastante salvaje” con amigos en una actitud que podía sugerir el consumo de sustancias ilegales).

Ante el próximo y extenuante macrociclo electoral que se avecina, en el que en el plazo de un año tendremos la posibilidad de ejercer nuestro voto y renovar nuestros representantes en ayuntamientos, diputaciones, Gobierno del Estado, Gobierno de la Comunidad Autónoma y Parlamento Europeo, será interesante analizar la edad de los candidatos que se presentan a los diferentes comicios. Ante la pregunta sobre la edad perfecta de las élites políticas, la respuesta muy probablemente no exista. Tal vez el dato más aproximado lo obtengamos con la conformación de equipos compuestos por personas diversas, capaces de integrar el valor de la experiencia que se atesora con el paso de los años y la vitalidad que aporta la juventud, con su visión fresca y nuevas ideas transformadoras. Impulso y atrevimiento para proponer y transformar y poso y experiencia para gestionar las situaciones complicadas y los momentos de crisis.

Cuando llegamos a casa a todos nos agrada encontrarla limpia y ordenada, y no escatimamos esfuerzos a tal fin. En mi caso reconozco las ventajas de mi cómodo y potente aspirador, que me ayuda a eliminar el polvo con rapidez y sin demasiado esfuerzo. Con todo, no me desharé nunca de la escoba y paleta de siempre que, sin necesitad de mantenimiento alguno, de forma silenciosa me ayudan a mantener la limpieza en todas las esquinas, incluso aunque se vaya la luz.

Profesor de la UPV-EHU