Mi amiga Pilar, responsable de prensa en una importante empresa de cosmética mundial, me contó que una revista femenina –no voy a dar el nombre– se negó a publicar una publicidad de un bronceador porque la modelo, de espaldas y con slip blanco, se suponía que estaba en bikini. Esa prenda estaba prohibida en el ideario de la revista.

Los años han descubierto con naturalidad el cuerpo de las mujeres que aparecen, en la misma revista, con escuetos biquinis, anunciando perfumes, coches, vinos, bolsos y más accesorios. Lo único necesario es que la modelo sea guapa.

Al margen de la moralidad cambiante de la vida, el cuerpo femenino, el masculino también, han servido a lo largo de la historia como inspiración de las obras más bellas del arte. Desde la antigua Roma y la antigua Grecia, los cuerpos perfectos fueron la meta de los artistas. El arte nunca se metió en moralidades absurdas y, cuando lo hizo, fue para perder joyas maestras. Cuántas veces he pensado en las fogatas de Savonarola, donde ardieron maravillosos lienzos de Botticelli, acusado de inmoral.

La historia –una constante de la vida– vuelve a repetirse y, ahora, en defensa de la mujer. Miles de libros, cuadros, estatuas y frisos tendrían que volver a escribirse y crearse para que los misóginos (misóginas también) aceptaran estas muestras de arte, que supuestamente, provocan las violaciones y degeneración femenina. La historia es una constante provocación de los instintos. La moda ha subido en tacones a los caballeros, ha puesto meriñaques a las damas y felizmente ha relajado el cuerpo de sujeciones y corsés. Quizás las páginas del pasado nos omitieron que Velázquez fue un violador por pintar la Venus del espejo, Monet por dejarnos a Olimpia y Rubens por sus exuberantes mujeres desnudas. Todos los museos del mundo tendrían que desaparecer, incluido el museo de Viena, que expone la Venus de Willendorf, totalmente desnuda hace 22.000 años. No me invento ningún argumento que no haya oído. Hace unos días se pretendía quitar de un cartel publicitario, una obra de arte porque la modelo iba en bikini y denigraba a la mujer.

No sé qué mente dirige la absurda intolerancia que se pasea por los escaños parlamentarios. La política –crear cultura, enseñanza, alfabetización, por ejemplo– se ha sustituido por eslóganes ingenuos que llenan la boca a verdaderos simples.

Decir no es no resulta dificilísimo. Sin embargo, el sí es sí se está estableciendo con carta de ciudadanía en nuestra vida. Hay continúas barbaridades que entran por la puerta de atrás con el sí es sí . Todo es posible, hasta la mayor aberración es un sí es sí. Cuando veo por televisión manifestaciones con el sí es sí , no sé si hablan de la paz o de enviar más misiles a la guerra. El sí es sí, puede ser una petición de muerte envuelta en papel de colores. Pienso en tanta gente que tiene los ojos de lágrimas por “apoyar” sin darse cuenta el sí es sí. El sí es una afirmación positiva, pero no es todo sí. El sí es sí, pasará a la historia negra, aunque el presidente diga que él es quien pasará a la historia por sacar del Valle de los Caídos al dictador. No se entra en la historia por esas simplezas grandilocuentes, ni se cruzan los siglos en dorado por pegarse el culo a un sillón con Loctite. Para una parte del Gobierno el sí es sí se entiende por permanecer en sus puestos. Seguirá el tiempo y nos quedaremos envueltos en sí deprimentes, en pactos vergonzosos y en decisiones peligrosas. Pero, así es la vida. Es más fácil decir que sí que decir que no. El sí es aceptado por la gran mayoría, sin saber a qué dicen sí. El no es lo difícil. Dejarse llevar por el río de la mayoría, termina en un mar de tormentas. No, no y no, porque el sí es un teatro de marionetas vestidas iguales y con sonrisas de tiragomas. Podemos viajar gratis, pero los niños de las escuelas no sabrán dónde está Suiza o quién fue Buda. Estamos aceptando decisiones que el alma nos grita no es no. Los pequeños saben las fórmulas precisas para el sí es sí. Lloran patalean, tiran cosas. Para ellos es su sí es sí. Quieren una chuche y saben que la formula de conseguirlo es molestar a los padres. Los políticos han aprendido divinamente las enseñanzas de los chiquillos. Insisten, resquebrajan la intimidad, rompen la familia y públicamente se abrazan en un sí es sí que muchos odian. La fórmula de permanecer es sí es sí. El sí produce sonrisas, el no es una camino más difícil para crecer. Decir no convencidos, es un pilar de madurez. El no es menos glamuroso, no exige dominar los instintos.

Hay días que siento mi cabeza llena de sí, de muchos sí. Y me duermo inquieta por no ser valiente de decir no. La vergüenza colectiva es más llevadera que la vergüenza individual. Napoleón dijo sí es sí, quería invadir Rusia. Su ejercito murió helado en la nieve. Es muy fácil cambiar los nombres.

En Navidad, los niños nos enseñarán lo fácil que es decir sí es sí . Nos volverán locos por la jugueterías y grandes almacenes para que el día de Reyes tengan su sí es sí, que les ha costado poco, apenas nada. La disciplina es una asignatura sin adeptos. Pide, pide, pide cada vez más y el sí es sí será mucho más fácil, se ha hecho un mantra colectivo.

Miles de jóvenes mueren sin saber por qué. Alguien dijo por ellos sí es sí . Cada conciencia tiene su yo, y, en el interior, ese lugar secreto e intimo hay muchos sí que debían de haber sido no. Lo políticamente correcto es un sí sin discutir.

De música de fondo oiremos que las pinturas de Goya son una provocación a la guerra y que el Guernica no es ningún símbolo de la paz.

Los violadores echarán la culpa de su vicio a la provocación de las mujeres en el arte y en la calle. Los belicistas tacharán los cuadros y la memoria de la historia para seguir haciendo lo que les da la gana.

Mientras, aquí no ha pasado nada. La historia es un tebeo contado para los chiquillos. l

Periodista y escritora