Estos días, hace unos 136 años, el 30 de un lluvioso y frío enero de 1886, nació en Rianxo (A Coruña) Alfonso Daniel Manuel Rodríguez Castelao, hijo de un muy modesto patrón de pesca llamado Manuel Rodríguez y de una mujer de origen no menos humilde y pobre llamada Xoaquina Castelao. Pocos lucharon con tanto tesón, con tanta entrega y con tanta inteligencia como él por la recuperación de la identidad nacional gallega.

A su tesón político, a su firmeza en lo que creía, a su categoría personal de dirigente político honesto, a su esforzada labor y a su clara visión política se debió en gran parte el triunfo en referéndum del Estatuto Gallego celebrado un 26 de junio de 1936, a tres semanas escasas de la denominada por los facciosos “cruzada” o “alzamiento nacional”. Personalidad multifacética, Castelao proyecta su sensibilidad y su quehacer sobre un amplio arco de aspecto dentro del ámbito de su país y de su tiempo: humorista, dibujante, pintor, ilustrador, escenógrafo, narrador, ensayista, investigador, dramaturgo, conferenciante y político. Obra múltiple y diversa la suya, en toda ella presenta tácitas o expresas connotaciones socio-políticas, Galicia y su mundo son el sustrato, el motor, la intencionalidad y, por supuesto, el tema omnipresente. Es en el arte donde Castelao alcanza su más cabal dimensión, tenía condiciones natas de artista, su influencia en el arte gallego fue evidente y positiva, puso sus condiciones de artista atípico y eminentemente vocacional siempre al servicio de la causa de Galicia y de la Libertad.

Fue un dibujante de acusada personalidad, de enorme talento y donde alcanzó sus más altas calidades como artista. Sus dibujos son de línea segura y limpia, unos prodigios de expresividad, sugestivos donde los haya y con una eficacia plástica extraordinaria. Es en febrero de 1937, hace pues 85 años, ya en plena guerra civil, cuando Castelao finalizó las estampas que forman la colección titulada Galicia mártir”, que se publicaron en Valencia subvencionados por el Ministerio de Propaganda del Gobierno de la República. En julio del mismo año publicó Atila en Galicia. Se trata de dos conjuntos de estampas de guerra fratricida.

Castelao es un gran caricaturista y a su vez un fino humorista, quizá el más representativo de su tierra. Su pasión, puede decirse que nació con él. El lápiz en la mano era herramienta de artista y filo ideológico: marineros, campesinos, feriantes, todos ellos reflejos vivos de contenido social, imágenes de contorno vivencial, curas con sus rollizas amas, caricaturas multipersonales, estudiantes, profesores, políticos, escritores, grupos de personas o desfiles de juerga, procesión y ceremonias. El bloc en sus manos crecía y se desdoblaba, era como el mármol en los viejos cafés: fijo y uno, pero parte del todo. El álbum Nós que consta de 56 estampas es una de las expresiones más importantes de Castelao, así como Cincoenta homes por dez réas y Cousas da vida.

Castelao no fue un gran creador literario, pero sí un gran escritor y un extraordinario prosista, diáfano, sugestivo y que logró fijar en gran manera el idioma gallego. La clarividencia expositiva de Castelao, subrayada en sus magistrales dibujos, alcanza también calidades diamantinas en su obra escrita: Un ollo de vidrio, memorias de un esquelete, Diario 1921, Cousas, Retrincos, Os dous de sempre, As cruces de pedra na Bretaña y As cruces de pedra na Galiza, Sempre en Galiza son algunos de los escritos que cual testamento legó al futuro.

Castelao no fue nunca lo que se ha venido a llamar un político profesional, pero sí tenía un indudable carisma popular. No tenía grandes recursos literarios, pero sabía llegar directamente al corazón de los que le escuchaban, fue un hombre bueno, valiente, inteligente, intuitivo, honesto y generoso que se entregó a la política por su amor a una Galicia explotada y marginada por el centralismo. Todos sus discursos parlamentarios subrayan su insobornable galleguismo, su profundo sentido democrático y su insobornable fidelidad al mandato del galleguismo. Planteó el proyecto de conquistar un Estatuto de Autonomía semejante al de Catalunya y ya en su discurso del 18 de diciembre de 1931 explicitó en el Congreso de los Diputados que Galicia no renunciaría jamás a la autonomía.

Pero la revolución de octubre de 1934 complicó seriamente el panorama político imperante y así Castelao conoció el destierro forzoso a Badajoz, que lo aprovechó ciertamente para reflexionar en torno al futuro de su tierra y así vio la luz, entre la morriña y la reflexión política lúcida, Sempre en Galiza, uno de sus escritos fundamentales.

En las elecciones de 1936 la alianza del Partido Galleguista con el Frente Popular fue severamente criticado por sectores galleguistas de derecha, pero llevado adelante contra viento y marea, siendo Castelao uno de sus más firmes defensores. Un pacto que posibilitó lograr tres diputados galleguistas en las elecciones y la posterior victoria en el referéndum del Estatuto de Autonomía.

El triunfo del Frente Popular impulsó los anhelos autonomistas. El Partido Galleguista se movilizó hacia la conquista del Estatuto de Autonomía para Galicia. El plebiscito fue ganado y el 15 de julio de 1936 era presentado a las Cortes de la República. Tres días más tarde un amplio sector del ejército se sublevó contra el Gobierno de la II República legalmente constituido. El levantamiento militar constituyó para Galicia una tremenda frustración, cercenó brutalmente sus ilusiones autonomistas, la cultura gallega fue perseguida, ninguneada y cualquier veleidad democrática perseguida y arrancada con saña fascista. Castelao se mantuvo en todo momento leal a la República. Participó en el último pleno de las Cortes de Madrid en el que precisamente fue votado el Estatuto de Autonomía para Euskadi. Estuvo presente en la ceremonia del juramento que prestó el lehendakari José Antonio Agirre al pie del Árbol de Gernika. Y no es casualidad que fuese amigo personal del federalista catalán Pi y Margall y que siempre hubiera apostado por la colaboración entre los nacionalistas vascos, gallegos y catalanes por medio de Galeusca.

Su apuesta pasaba inevitablemente por una España plurinacional, pluricultural y plurilingüe, respetuosa con las realidades nacionales existentes de Galicia, Catalunya y Euskadi. En 1937 Castelao fue a Valencia por orden del Gobierno y allí imprimió las estremecedoras estampas de denuncia de sus álbumes Galicia Mártir y Atila en Galicia, hace de ello 85 años. Al caer la República estuvo en Cuba, EEUU y se exilió en Buenos Aires donde germinó un potente centro gallego antifascista republicano y autonomista y donde murió un 7 de enero de 1950. Fue político, artista, hombre de letras, lúcido y generoso entregado a la tarea de defender contra viento y marea la identidad nacional gallega. Es historia de Galicia y testigo de la democracia.

Su herencia corresponde a toda la sociedad gallega, a su presente y sobre todo a su futuro autogobernado. Finalizo con una cita, reflejo de su carácter, compromiso y fidelidad a sus convicciones ético-políticas, realizada en pleno destierro el año 1934: “El hombre que duda y teme en el momento de realizar el ideal que predicó y no tiene coraje para mantenerse en su puesto de peligro, o es un farsante o es un apocado... un hombre que tenga fe en el ideal que propaga no debe resignarse a morir sin verlo realizado, a no ser que muera en la lucha por su ideal”. Desde 1984 Castelao duerme en Galicia. No así el proyecto de un estado español plurinacional y profundamente respetuoso con Galeusca. Galicia, Euskadi y Catalunya son hoy naciones con retos, contradicciones y errores, pero con proyectos, aciertos y derechos basados precisamente en sus voluntades ciudadanas. Y dispuestas a estas alturas de la historia a pasear a cuerpo por las calles del concierto internacional en igualdad de condiciones con otras naciones y estados. Castelao, pues, está vigente, no ha periclitado, hoy está en nosotros.