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Jerusalén, ciudad símbolo

No hay duda de que pronunciar el nombre de Jerusalén es sinónimo de respeto para las tres grandes religiones monoteístas a las que pertenecen cristianos, judíos y musulmanes. Por lo que su valor no solo contiene un elemento político sino religioso, o lo que es lo mismo, altamente inflamable. Es verdad que, desde Occidente, Jerusalén es una ciudad sagrada, aunque a estas alturas nadie se movilizaría para emprender una cruzada. Sin embargo, para hebreos y palestinos es diferente, aspiran a que sea reconocida como su capitalidad.

La decisión de Donald Trump a favor de Israel, aunque sin efectos inmediatos, ha causado un terremoto político. En cierto modo, el estatus de la ciudad santa no cambia con el traslado de la embajada de EEUU, ya que es un único país, pero es reconocible la importancia del gesto. EEUU es la nación más poderosa de la Tierra y ya ha inducido a que otros países sigan sus pasos. De todos modos, aunque de su actual presidente se puede esperar cualquier cosa, hemos de ser fríos y cautos a la hora de valorar los efectos a largo plazo. Trump considera que ha sido un acto de valentía: lo que no hicieron sus predecesores, lo ha hecho él. Sin embargo, su pretensión de que pueda contribuir a la paz en Oriente Medio es totalmente falsa. Al contrario, como se demuestra con la reacción airada de todos los países árabes a este respecto, aunque pocos vayan a hacer algo más que protestar, y con la decisión de Hamás de impulsar una nueva intifadal. El simbolismo religioso de Jerusalén es innegable. Por mucho que se quiera no se puede separar del elemento político. Y ahí es donde nos adentramos en un terreno inquietante porque adquiere una connotación espiritual, emocional, alimento del fanatismo más fiero y recalcitrante.

Un uso perverso del pasado. Tanto israelíes como palestinos reclaman la ciudad como su capital. Para los israelíes es por derecho histórico y religioso, para los palestinos por tradición y religión. Sin embargo, aquí hay un uso perverso del pasado. Los israelíes consideran que hasta su expulsión por Roma la ciudad les pertenecía? como si la historia pudiera codificar la realidad presente sin filtros. Los israelíes se olvidan de que los palestinos viven en esa ciudad desde hace siglos, que no son ajenos a la historia de la propia ciudad y que no se puede entender la gran urbe sin ellos.

Así, cuando dogmatizamos la Historia tendemos a deshumanizarla y eso solo genera sufrimiento y dolor, víctimas. Las tensiones entre las distintas comunidades religiosas en Jerusalén son evidentes, se aceptan, pero no se respetan totalmente, preferirían que la ciudad les perteneciera. Los israelíes, además, se anexionaron Jerusalén este en 1967, y no ha parado su colonización de barrios árabes. Detrás de todo esto solo está la misma política que Tel Aviv utiliza también en Cisjordania de acabar con la Palestina histórica porque la consideran, por derecho, el Israel de sus antiguos patriarcas. Ahora bien, el pasado no es un libro cerrado, ni mucho menos, pero tampoco podemos volver sus páginas como si nada. Y aquí es donde la historia actual resulta tremendamente cruel. Porque mientras los judíos europeos encontraron en Palestina un territorio alejado de los horrores vividos en el Holocausto, los palestinos, bajo mandato británico, y como casi todos los pueblos árabes sin cohesión, se veían poco a poco expulsados de sus propias tierras. Europa quiso compensar a los judíos por sus padecimientos, tras no saber qué hacer con ellos, pero lo hizo a costa de otro pueblo. Con el tiempo, los judíos constituyeron un Estado que se ha ido fortaleciendo a base de sangre, sudor y lágrimas, viviendo la permanente inquietud de que los árabes acabasen con ellos.

Pero esa misma capacidad de resiliencia les ha convertido en una sociedad fría y cruel con los palestinos? es verdad que la actitud y la reacción de los palestinos se ha demostrado tremendamente torpe. No solo han sido incapaces de estar unidos sino de encontrar aliados. A eso se une el haber elegido la absurda vía del terrorismo. Así que han vivido sometidos a los vaivenes de una serie de conflictos que han ido no solo impidiendo cualquier clase de entendimiento con Israel, sino que los han debilitado como sociedad hasta quedar reducidos a la sombra que son ahora. Un pueblo roto y desvalido. Israel ha sabido aprovechar dicha ventaja y lo sigue haciendo. Ante los endebles estallidos de violencia palestina se ha aplicado una represión de hierro y una mayor colonización de su territorio?

El efecto contrario Así que el efecto que pueda tener que Jerusalén sea reconocido como la capital de Israel por EEUU es mostrarnos que los palestinos están totalmente indefensos frente a la inacción internacional. Su desesperación lleva a que los radicales apuesten por la violencia, aunque eso nunca ha traído ningún beneficio, al revés. La Autoridad Palestina poco puede hacer frente a la decisión de EEUU, salvo lanzar una timorata respuesta indicando que este acto no ayudará al proceso de paz (¿qué proceso?).

En cambio, reforzará las posturas más intransigentes, como la de Hamás, que en realidad beneficiará a los intereses de los israelíes, quienes con la excusa de que se están defendiendo tendrán las manos libres para actuar como les parezca. Ni Europa ni tampoco la ONU, bloqueada por Estados Unidos, están muy dispuestas a tomar cartas reales en el asunto arriesgando sus buenas relaciones diplomáticas. Los vínculos políticos, por un lado, la geoestrategia por otro, hacen que los palestinos sean un pueblo con el que solidarizarnos por compromiso humanitario, pero sin darnos cuenta de que eso no es suficiente para alterar el camino hacia su propia destrucción.

Israel, con la imprescindible colaboración estadounidense, ha impuesto sus reglas socavando, entre tanto, las reglas del derecho humanitario internacional y procediendo a alimentar un odio y un resentimiento que les brindarán la excusa final para engullir todos los territorios palestinos.