Los atentados de Barcelona y el racismo por WhatsApp
la reflexión social tras los atentados sucedidos en Barcelona ha estado centrada en el comportamiento de la ciudadanía y los partidos políticos. Los analistas mediáticos insistieron en la ejemplaridad de ambas instituciones, recalcando la no utilización política de la situación, algo que ya sucedió en los pasados atentados del 11-M en la estación de Atocha y que llevó al electorado a votar confundido y en estado de pánico. Tanto los dirigentes de la izquierda como de la derecha subrayaron en sus declaraciones post atentado la necesidad de no confundir musulmanes con yihadistas y el respeto que se debe tener hacia los nacionales españoles que pertenecen a esta religión. Sin embargo resulta desagradable y preocupante ver cómo esta tendencia no es la que muestran en las redes determinados sectores políticos o religiosos. La llegada de las nuevas tecnologías de la información hace hoy que el río de la opinión pública fluya en dos corrientes diferentes dentro de un mismo cauce: la corriente en superficie, que se muestra en los medios de comunicación tradicionales, y la corriente profunda, que transcurre por caudales internos, como el de WhatsApp, donde verdaderamente se difunden los diferentes estados de ánimo que nos rodean. Es ahí donde se reciben determinados memes que nos indican que ni los partidos que están detrás de ellos, ni los simpatizantes que los hacen virales, tienen el más mínimo interés en no politizar el atentado.
El análisis de los memes que han llegado estos días a nuestros terminales nos enseña algo muy claro: mientras en los medios convencionales el discurso político es políticamente correcto, en los canales profundos se politiza el atentado, utilizándolo contra el proceso, la cultura y los valores catalanes, contra la inmigración, contra los partidos que no la han rechazado y contra todos aquellos que no exijan acciones contundentes contra los musulmanes. Como reza algún meme que llega desde posiciones más coherentes, “a algunos españoles les cuesta muchos diferenciar entre musulmán e islamista radical. Ya les costaba mucho hacerlo entre vasco y etarra”. En el fondo de estas corrientes subyace una fuerte intención xenófoba y un sentimiento de odio hacia todo aquello que no defienda un modelo de España concreto, muy similar al que se propagó en otros tiempos, cuando se pretendía ser unidad de destino en lo universal y reserva espiritual de Occidente.
El tema de los memes que viajan por WhatsApp es algo que los departamentos de investigación de las facultades de comunicación deben empezar a investigar. Existen estudios fundamentados y publicados, desde luego, pero todavía los investigadores no han entrado a fondo en este asunto. Sí sabemos que resulta ingenuo suponer que cada uno de los memes que recibimos por WhatsApp es producto de un ciudadano anónimo que quiere reivindicar algo, crea un contenido en su casa y lo distribuye por un canal cercano y amigable. Los memes los construyen las agencias de publicidad digital y éstas tienen clientes que indican los temas que deben ser tratados y la forma de tratarlos. La ciudadanía resulta más influenciable cuando estima que las soflamas que llegan por este canal privado son producto de otros ciudadanos anónimos ejerciendo su papel reivindicativo. Pero esos ciudadanos anónimos que dan forma gráfica a sus proclamas políticas mediante la creación de memes son gotas en un océano de agencias. Lo normal es que los partidos políticos estén detrás de estas nuevas estrategias de generación de influencia.
La idea de que un meme es simplemente un chiste sin consecuencias que llega desde un WhatsApp a otro no es siempre correcta. Para que el meme llegue hasta un terminal ha tenido previamente que salir de una agencia de noticias y recorrer los terminales de todos aquellos particulares que, de acuerdo con la afinidad hacia el contenido, deciden viralizarlo; como la estadística, también los memes expresan cierto estado del alma colectiva. Para algunos el atentado ha supuesto una oportunidad para lanzar soflamas racistas, desautorizar a los políticos del otro bando, generar discursos religiosos encendidos y excluyentes y exigir acciones contundentes contra el colectivo musulmán. Como ha comentado ya alguien por ahí (en WhatsApp), nosotros debemos prestar atención al único grupo que cuenta: los fanáticos que amenazan nuestra vida.