Desde el punto de vista político, la imagen recoge y resume la máxima aspiración política de nuestro país. Nadie descubre ahora la enorme simbología del avión presidencial norteamericano.

Existen precedentes, sin duda, como la visita del lehendakari Ardanza a Reagan y, por ello, no debemos caer en el terreno de minusvalorar y despreciar el largo camino recorrido hasta llegar a este momento. Aun más, el viaje al unisono que realizaron el presidente Obama y el alcalde Bieter desde Washington a Boise supone la culminación de un viaje que empezó hace cuarenta años.

Siempre existe alguna casualidad, pero las casualidades también hay que trabajarlas. La presencia de Dave Bieter en la conferencia de alcaldes en la capital federal y la visita programada del presidente Obama, un día después de su discurso sobre el Estado de la Unión,a Boise explicaría, en parte y parcialmente, lo que con posterioridad tanto nos enorgulleció.

Pero todo ello, no sería posible hoy si , hace exactamente cuarenta años Pat Bieter, el padre de Dave, no se hubiera empeñado en poner en marcha el programa de Oñati, germen de la abundante cosecha que nos ha ofrecido Boise. Tampoco se entendería si Dave Bieter no hubiera apostado desde primera hora por el entonces desconocido candidato Obama. Pero tampoco la imagen hubiera sido posible sin la exitosa posición que ocupa Boise en la actualidad. Hace tiempo que la capital de Idaho dejó de ser la desconocida e insignificante ciudad del pasado para pasar a engrosar la lista de las ciudades más emergentes, con más futuro y más atractivas de Estados Unidos.

Boise forma parte de la elite de ciudades elegidas para los y las jóvenes que quieren iniciar una vida profesional, para los y las jóvenes que quieren iniciar un proyecto vital, para las empresas con más futuro, para los jubilados y jubiladas que suspiran por la máxima calidad de vida, para aquellos y aquellas que aspiran por entornos abiertos, bipartidistas y tolerantes. Boise encarna hoy lo mejor del sueño americano del siglo XXI.

De ahí que la elección de Obama no sea casual. Y que tampoco sea casual que Boise sea el trampolín de la agenda del final de mandato de Obama. Agenda en la que la clase media se convierte en el epicentro para salvaguardar la cohesión social norteamericana. Otra de las múltiples enseñanzas que Boise nos traslada con claridad y contundencia. La inequívoca apuesta de Boise por una sociedad cohesionada, respetuosa y con la mirada permanente en el futuro.

Hoy el viaje a Washington pasa con más razón que nunca por Boise. Boise es mucho más que la gran fiesta del Jaialdi que este año celebra una nueva edición y que tanta expectación ha creado entre nosotros. Boise representa mejor que nadie el futuro en su conjunto, el modelo de diáspora vasca del siglo XXI y un muy válido y contrastado modelo para la Euskadi del nuevo siglo.

La gran potencialidad de Boise supera el plano simbólico. Ahí reside el germen alrededor del cual debe articularse nuestra política exterior del futuro. En Boise concurren todas las condiciones para que se convierta en nuestra gran referencia en el exterior. Dave Bieter nos ha recordado que el trabajo bien hecho da sus frutos, que las bases deben ser sólidas y no consecuencia del azar. Pero para que la estela de Pete Cenarrusa, Ben Ysursa y la de Dave Bieter, sin olvidarnos de John Garamendi o Rafael Anchia, tenga continuidad debemos conciliar ambición (la foto del Air Force One nos demuestra que todo sueño es realizable) y realismo.