EL imperativo utópico de los movimientos y las experiencias transformadoras han sido cruciales para su apoyo entre las bases sociales. En el importantísimo nivel retórico y motivador de los líderes, en los multiformes contextos micro-sociales de la vida cooperativa, el sentido de un futuro mejor y al alcance de la mano, ha sido lo que ha permitido a incontables seguidores y socios trabajadores de las cooperativas, así como a los segmentos más sensibles de la juventud, comprometer su apoyo de forma sostenida.
Toda la experiencia histórica confirma la idea de que toda transformación requiere pasión y perspectiva intelectual: que el ser humano no habría alcanzado lo posible si no hubiera buscado sin cesar lo imposible. La reflexión solo puede ser socialmente útil si refleja un serio intento de comprometerse con el mundo real y entenderlo lo mejor que podamos. El mundo tiene estructuras de larga duración y que cambian permanentemente. Ninguna categoría conceptual es eterna, pues el mundo, y nosotros con él, cambia continuamente; así pues, cada uno trabajamos con referentes intelectuales temporalmente útiles.
Estamos en un mundo en el que no existen certezas pero sí existe un saber, más bien saberes. Uno de nuestros problemas es que el éxito es un pobre consejero para una estrategia sabia; el fracaso al menos lleva a la reflexión, el éxito rara vez.
Otra de nuestras dificultades es que estamos dominados por el "realismo trivial". La crítica de lo utópico es necesaria, pero no menos necesaria es la crítica del "realismo" o del "pragmatismo". Para diagnosticar lo real en la actualidad tenemos que rechazar el "realismo trivial" según el cual, hay que adaptarse a lo inmediato, al orden establecido, a las acciones realizadas, a las fuerzas económicas, a la competitividad,? y aceptar la desnaturalización paulatina provocada por las circunstancias.
Más allá del realismo trivial hay que reconocer que esa realidad es un hervidero de posibilidades. Es necesario conocer los riesgos de equivocarse, pero también no dejar de lado la lucidez que aporta la revuelta ética actual. A veces hay que ser un disidente minoritario para estar en lo real aunque lo etiqueten de utópico, de estar alejado de la realidad, o de no ser pragmático. Lo importante es no aceptar todos esos hechos y tendencias probables como definitivamente cumplidas.
Nos encontramos en un período de cambios radicales y la tarea de los cooperativistas es aplicar apropiadamente las ideas de D. José María Arizmendiarrieta y los valores esenciales en la sociedad posindustrial. La capacidad de hacer frente a esta tarea determinará, ahora como antes, el futuro del cooperativismo. El desafío no es solo material sino intelectual. No se trata de conseguirlo todo pero sí el máximo posible. ¿La utopía, la mejor sociedad? Discutirla, conversar sobre ella, bosquejarla, experimentar con estructuras diferentes para realizarla,? aunque las realizaciones prácticas sean "relativamente" democráticas, "relativamente" igualitarias.
La historia nos muestra que los movimientos y organizaciones transformadoras surgen en cada contexto social en crisis; es decir, surgen con el vigor que les proporcionan los ideales y la magnitud de la injusticia existente, muchos alcanzan el éxito consiguiendo sus objetivos, el poder del estado en unos casos, y un bienestar económico aceptable en otros. Estos éxitos, a su vez, cobran vida propia que interfiere directamente con la supuesta "razón de ser" del movimiento al que están asociados. A partir de ahí, sigue su curso de acomodación por sutiles derroteros, hasta que la crisis provoca una nueva regeneración o la desaparición.
"Toda obra humana, por perfecta que sea, lleva impresas las huellas de su caducidad" (Arizmendiarrieta). Para evaluar el progreso hacia el futuro, es preciso hablar de las ideas de Arizmendiarrieta, no como retórica o práctica histórica, sino como posibilidad y orientación.
El magisterio de D. José María sigue vigente y recoge los anhelos de toda una larga historia de utopía cooperativa. Los tiempos y las necesidades actuales han variado, generando profundos desequilibrios y enormes posibilidades para mejorar la humanidad.
Desde la exigencia de la rentabilidad y viabilidad económica, inherente a toda empresa, ¿tenemos que abrazar las reglas de juego, impuestas por el capitalismo financiero, como condición imprescindible de supervivencia, aún a expensas de ir devaluando nuestras señas de identidad éticas?, o por el contrario, ¿podemos encontrar vías de relación y conversar con nuestros amigos, con nuestros aliados, con todos aquellos que parecen querer un mundo más democrático e igualitario?
Si la viabilidad económica es condición necesaria, no lo es menos la dimensión ética y utópica para la supervivencia de la cooperativa. La búsqueda de la viabilidad y la reafirmación de los objetivos esenciales nos marcarán el camino.