He contado muchas veces cómo el médico que atendió a mi padre en su ingreso antes de fallecer, el mismo que con su desidia lo condenó, estaba más preocupado por irse a las tres de la tarde, al acabar su turno, que por cualquier otra cosa. Luego descubrí que su prisa se debía a que tenía que atender su consulta privada en otro centro médico, porque cobrar lo que cobran algunos en Osakidetza nunca es suficiente. En el extremo opuesto se encuentra Jesús Sánchez Etxaniz, pediatra de paliativos, que durante trece años ha asistido a menores en fase terminal fuera de su horario de trabajo, motivo por el cual el Servicio Vasco de Salud le acaba de amonestar. Es decir, por comparar cosas probablemente incomparables, que un sanitario corra a llevárselo crudo valiéndose de la exención en la aplicación de la Ley de Incompatibilidades –norma por la cual el resto de funcionarios no puede desarrollar otra actividad– es meritorio y no causa ningún tipo de crítica dentro del sistema. En cambio, ofrecer fuera de tu curro –y gratis, claro– asistencia a pequeños en el final de su vida debe ser sancionado. Es evidente que la salud está en manos de tecnócratas que dirigen el servicio como si fuera una fábrica de tornillos. Es su humanidad la que está en paliativos.
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