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Consecuencias del debilitamiento

LA melancolía puede ser interesante para generar arte, como placer estético, pero para la vida en sí no es muy recomendable regodearse en ella, es preferible detenerse y siendo sincero consigo mismo y desde el silencio, sin otra ayuda que la inteligencia y la atención, encontrar las causas de aquello que a uno le aflige.

Precioso día de primavera, que lleva a uno más al optimismo que a otra cosa, voy en coche y oigo una conversación en un programa de radio en euskera, el cual más que sumirme en la melancolía me enfada sobremanera ya que por si la había olvidado me devuelve a la más cruda realidad. Porque es realidad, hoy en día, escuchar a un conocido bertsolari alegrándose con una noticia que habla claramente de la recuperación de un país oprimido por parte del opresor. Dicha noticia hacía referencia al tal instituto creado "para promocionar el euskera fuera" (como si dentro, en su universo natural no hubiera que promocionarla, y promocionar ya sabemos cómo se promociona, ¿cómo lo hacen aquellos que gozan de un idioma saludable?...). No se les ocurre otra cosa mejor que ir a la casa de los mayores enemigos y opresores históricos del euskera y la identidad vasca a que reconozcan el euskera como lengua española y para que les ayuden en la "promoción", y a partir de ahí ya no hace ninguna mella escuchar al ministro español, de cuyo nombre no necesito acordarme, hacer un canto al euskera ¡en euskera! Realmente obsceno. Por cierto todo esto lo oía en una de las poquísimas radios que pillamos en euskera en mi zona, (y no es que esté precisamente en la periferia) una paradoja si tenemos en cuenta el interés que tienen por la vitalidad de nuestra lengua.

El conocido bertsolari veía la "iniciativa" ésta como "un paso importante en las altas esferas", ya veo ya dónde terminan nuestras "revoluciones" de pacotilla? en Madrid. Por lo visto "alto" será aquello y nos tendrá que explicar entonces dónde está lo "bajo".

O sea que no solo poseen las leyes avaladas por el ejército bajo cuyo yugo nos tienen secuestrados durante siglos, obligándonos a llevar un carnet de identidad español, teniendo el poder de otorgarnos o quitarnos los derechos tanto sociales como individuales "elegidos democráticamente por todos los españoles" sino que además ¿somos nosotros los que vamos a que nos reconozcan? ¿Cómo qué? ¿Cómo puro folklore? ¿Es eso lo que queremos?

Así las cosas, no nos sonrojamos al abrazar una constitución que nos niega como pueblo, y se niega porque no se quiere que exista, y por consiguiente no se contempla ningún derecho para ello, ya que lo que no existe no tiene derechos. Esta visión tan de perogrullo en cualquier otro ámbito de la vida parece que en política (sí, es la política quien tiene la palabra en lo que concierne a la lengua al ser ésta un derecho fundamental del pueblo, aquí, en China y en todas partes, ahora y siempre), no entiendo qué clase de miopía nos impide ver con claridad y sentido común.

Ya es hora de mirar de frente con autodeterminación y libremente a las contradicciones que nos invaden, de pensar un poco antes de poner en nuestras bocas las tonterías que nos dicen "nuestros líderes políticos" o agentes sociales, que más que sociales parecen imperialistas, y evitar así hacernos dueños de tales contradicciones, porque sin darnos cuenta estamos alineándonos con aquellos que nos oprimen, convirtiéndonos nosotros mismos en nuestros propios opresores. Oprimido y opresor al mismo tiempo, ¿cómo se come eso?

A partir de ahí, en este marco, cualquier reivindicación o protesta ante la conculcación de derechos (lengua, educación, sanidad, la vida, cultura, economía, justicia, identidad?) no solamente es en vano sino mucho peor, es la legitimación de un sistema que ataca gravemente nuestros derechos fundamentales.

Si no queremos seguir siendo una sociedad sumida en una melancolía estéril, es necesario que tomemos la determinación de ubicarnos en el sitio adecuado, desde donde mirar a la situación con coherencia. Ahí empieza todo. Buen día.