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Sepulcros blanqueados

siguen las declaraciones destinadas a fomentar sentimientos que no por comprensibles, en algunos casos, sean menos repelentes.

Hay también situaciones creadas por individuos cuyo análisis no llega a franquear lo primario. Todo parece estar permitido. Desmontemos lo moral para reconstruir lo ético, con una particular atención al trato digno de las víctimas.

Conviene recordar conductas de los "vencedores" de un triste pasado en forma de arengas espeluznantes de puro talante ibérico, piel de toro. A título de perlas negras citaremos una declaración en la plaza del Castillo de Pamplona esputada por un sacerdote golpista con pistola en su "cinto" de cuero el 19 de julio de 1936. "Desde este momento queda en suspenso el quinto mandamiento".

¿Quieren nombres? En el Congreso Eucarístico Internacional de Budapest (1938) monseñor Isidro Gomá i Tomás, cardenal arzobispo de Toledo y primado de España, proclamaba: "¡La paz sí que venga la paz! Pero no mediante compromisos o reconciliaciones, sino a punta de espada! ¡Queremos la pacificación por las armas?! ¡Paz sí, pero cuando no quede adversario vivo!" Cuando hoy escuchamos o leemos a algunos energúmenos de la política o de la sociedad civil, muy católicos, apostólicos y romanos ellos, ¿choca afirmar que la mal llamada Guerra Civil, que fue en realidad un alzamiento militar contra el poder legal, no ha terminado todavía?

Como colofón recordad que monseñor Francisco Pérez, arzobispo de Pamplona, obispo de Tudela y general de División del Ejército español exhortaba: "Recomendaría a las víctimas del franquismo que olviden lo sucedido". Por lo menos reconocía "lo sucedido."

Después de la declaración unilateral de cese de la acción violenta por parte de ETA, las declaraciones del tipo de las antes citadas no dejan de sorprendernos, emitidas por responsables, parece ser, políticos, notables, bien pensantes, sobretodo celosos del qué dirán sobre su reconocida virtud. En ellas se fomenta el odio y la venganza haciendo caso omiso de los fundamentos de su fe: el perdón y la paz. Felizmente queda una parte importante de la población religiosa fiel a esos fundamentos.

Hoy volvemos a respirar en una atmósfera enrarecida en la que pululan los aficionados responsables de reestablecer el horrible hábito de la "denuncitis", tan practicado por algunos antiguos "cruzados" de los años 36 y cuyos descendientes espirituales han abierto la veda.

Siempre se movilizará el agente de turno que, "árbol sin fruto", por encargo o motu propio, se recreará vertiendo aceite sobre el fuego. Hemos leído en la prensa local un escrito firmado por un exnotario que narra una conversación con Antxon Ezeiza, recientemente fallecido, mantenida en los años 80 en su despacho de notaría donde, normalmente, la confidencialidad tendría que ser de rigor, evitando transformarlo en agora. El "escritor" olvida que el deber de todo ciudadano es impedir la propagación del odio y de la venganza.

¿Por qué haber esperado a informar? ¿Por temor a la respuesta? Conociendo su elegancia natural, Antxon no lo habría hecho. Nullius esse momenti. Nos informan que esa conversación no tuvo lugar entre las personas indicadas. ¡La guinda!

Cuando seamos ex de todo descansemos en paz. Es lo peor que deseo a tanto pseudo fiscal "caritativo", buen ciudadano que a veces desvía su encomienda religiosa a cambio de la publicación de unas líneas "de gloria".

¡Qué testaruda es la realidad que acaba revelando el verdadero talante de las personas!

"Si ahuyentas lo natural, volverá al galope".