Ignacio Fariña es, desde el pasado mes de febrero, el director de Acogida e Integración de las Personas Inmigrantes del Gobierno vasco. Desde el conocimiento que le dan su cargo y su experiencia previa en el tercer sector, como integrante de la dirección de Peñascal Kooperatiba y de Harresiak Apurtuz, la coordinadora de ONGs de Euskadi de apoyo a los inmigrantes, destaca los esfuerzos de las instituciones vascas para dar a los menores migrantes que tutelan un itinerario hacia su emancipación que vaya más allá del momento en el que cumplen los 18 años y salen del sistema público de protección. Reconoce, eso sí, que existen lagunas en las que trabajar, como el fomentar la creación de redes sociales que les den apoyo en situaciones complicadas para evitar que caigan en la exclusión.

¿Está aumentando año a año la cantidad de jóvenes migrantes que, tras haber estado acogidos por las instituciones vascas, quedan fuera de la tutela institucional por cumplir la mayoría de edad?

Sí, el año pasado y el anterior hubo un repunte bastante importante de personas acogidas en la red de protección a menores y, lógicamente, aumenta el número de los que quedan fuera de esa tutela tras cumplir los 18 años. En julio ya han salido muchos y en agosto también saldrán bastantes del sistema de tutela.

¿Cómo valora los recursos disponibles en Euskadi para estos jóvenes?

Creo que se está haciendo un esfuerzo muy grande en construir itinerarios más allá de los 18 años para asegurar un acceso a la emancipación, que es el gran reto que tenemos con el sistema de tutela. Ya dentro de él, hasta los 18 años, se trabajan competencias y habilidades que pueden favorecer esos procesos de autonomía y a partir de los 18, salen de los recursos de tutela y las diputaciones ya han previsto programas tendentes hacia la emancipación. Ahora mismo se está trabajando en esa línea. Al fin y al cabo, con el cambio reglamentario que favorecía que las personas que hubieran estado en el sistema de tutela pudieran salir de él con el permiso de residencia y trabajo, favorecía muchos los procesos de inserción laboral y de emancipación en general. Eso ha facilitado bastante el tránsito. 

¿Cuáles son los programas de apoyo específicos para estos casos?

Aunque conozco mejor los de Bizkaia, porque he trabajado en ellos de primera mano, lo que se hace en general en los tres territorios es mantener la protección y desarrollar programas de acompañamiento muy vinculados a temas de formación y empleo, es el quid de la cuestión. De alguna forma, hacer que se puedan sostener económicamente, que puedan tener opción a alquilar una habitación o un piso y, por otro lado, asegurar que tienen una gestión del dinero correcta, que tienen un compromiso de comportamiento correcto. En eso, las tres diputaciones coinciden. La dificultad que se ha dado con la gran llegada de personas durante estos dos últimos años ha sido la de garantizar estos procesos para que, con la mayoría de edad, salieran con los papeles, con los permisos de residencia y trabajo ya elaborados. Ahí ha habido un esfuerzo muy grande por parte de las diputaciones para conseguir esos papeles que pueden posibilitar esos procesos.

“Formación, empleo y, sobre todo, ciudadanía, ponerles en relación con jóvenes de su misma edad... Eso es clave”

Como comentaba, formación y empleo son aspectos fundamentales para que las personas jóvenes migrantes no caigan en la exclusión social, ¿no es así? 

Sí, formación, empleo y, sobre todo, ciudadanía, poner en relación a las personas jóvenes con sus iguales de la misma edad. Eso es clave, el que participen en actividades deportivas, de ocio… Normalizar la situación. Porque sí que hay un compromiso muy fuerte con el empleo de estos jóvenes, porque ven en él la forma de procurarse un proyecto de vida interesante, pero no dejan de ser jóvenes y tienen otras necesidades relacionales que también hay que trabajar.  

Esos programas de acción social están a cargo de las diputaciones forales. ¿Qué tipo de labor se desarrolla desde su departamento del Gobierno vasco en este ámbito? 

Nos relacionamos con las tres diputaciones para abordar estos temas y ver dónde se producen los posibles malos funcionamientos de todo el itinerario. Ahora estamos con el tema del acceso a la vivienda. Es en asunto que influye a todo el mundo, pero en el que las personas que vienen de fuera, al no tener una red de apoyo familiar, tienen muchas más dificultades. Eso puede ser un nudo a desarrollar y estamos trabajando en ello.

La colaboración de entidades del tercer sector es fundamental, ¿no?

Es fundamental, importantísima. Ellos perciben mucho más lo que está pasando, la realidad en la calle, y son conocedores de los problemas que se producen, enseguida los perciben y nos los transmiten. 

“En Euskadi no son muchos los que se quedan fuera de los programas de emancipación. Aún así, hay lagunas”

¿Son muchos los jóvenes que se quedan fuera de los programas de emancipación?

En Euskadi no son muchos. En su momento hubo problemas de documentación, con algunos países que no daban los pasaportes, otros que les hacían esperar a los chavales a cumplir los 19 años para poder solicitarlo… Eso causaba problemas. Hemos ido funcionando poco a poco en colaboración con las entidades y con las diputaciones y poco a poco se van solucionando. Aún así, todavía tenemos lagunas que hay que ir rellenando. Ahí está el marco de la estrategia Euskarri de reflexión interinstitucional. Estamos en un momento de redefinición de dicha estrategia, porque nos hace falta más participación no solo de las diputaciones, sino de Salud, Educación… Nos reunimos regularmente para trabajar sobre esas lagunas que vamos detectando en cada una de las administraciones y poner soluciones consensuadas.

¿Cuáles son esas lagunas que más les preocupan?

Nos preocupa mucho el que, incluso habiendo programas de apoyo a la emancipación, estos jóvenes se encuentran muchas veces muy dependientes del empleo. Y en cuanto el empleo decae o no consiguen uno estable, caen en situaciones no deseables, como el sinhogarismo… Eso nos preocupa. Para nosotros, crear una red en torno a los jóvenes, como se está haciendo en muchos municipios a nivel comunitario, de vecinos, de organizaciones de barrios, nos parece importantísimo. A falta de una red familiar que pueda sostener esos itinerarios durante un tiempo hasta la vuelta del empleo, nos parece interesantísimo. Esa es una laguna que tenemos como reto y que no solo afecta a los jóvenes, también a personas mayores que viven un hecho migratorio. En Euskadi hay gente dispuesta a compartir espacios, que se involucra… Eso lo tenemos que fomentar, puede ser estratégico para nosotros. Programas de patrocinio comunitario, de mentorización… Este tipo de programas de poner en relación, de creación de redes de apoyo mutuo, de cuidados, nos parecen muy interesantes. 

Hablaba del riesgo de situaciones de sinhogarismo… ¿Ven con preocupación que muchos de estos menores acaben, cuando sean mayores de edad, viviendo en la calle o en asentamientos al aire libre en condiciones lamentables?

Ahí llevamos unos años de experiencia y somos capaces de discernir cuál ha sido el proceso que le ha llevado a una persona al sinhogarismo. Si es alguien recién llegado o que ha pasado por recursos y ha tenido una experiencia de fracaso… Las personas que ya han pasado por unos recursos necesitan otro tipo de servicios que desde lo puramente migratorio no funcionan. Quizás necesiten un trabajo social de la red secundaria. Y el sinhogarismo es una consecuencia de que hay un mal funcionamiento.

El reparto de los menores entre las comunidades autónomas está siendo un espectáculo poco edificante.

Muy poco edificante. Hay que hacer una primera consideración más allá del reparto de menores. Esto quiere ser una solución a una crisis humanitaria, es lo que olvidamos. En Canarias tienen una crisis muy dura y están respondiendo muy bien a lo que les ha venido, que no lo han provocado. Hay que responder solidariamente como Euskadi, como Estado y como Europa. Además, ha surgido la histeria. Que si no son menores, que si van a causar problemas… Quizás haya que cambiar el chip y, reconociendo los esfuerzos que han hecho todos los territorios por asumir esas llegadas de menores, habrá que establecer un marco lógico y sostenible de atención que por un lado mengüe esa crisis humanitaria, pero que por otro cree escenarios interesantes, de los que se puedan aprovechar los menores y la sociedad receptora.

“Cuando nos miran desde Europa, se centran en esa comunidad de acogida tan arraigada que tenemos”

En las últimas semanas se han vivido ataques racistas en Hernani y pintadas xenófobas en Gasteiz ¿Se ha deteriorado también la percepción que tiene en Euskadi la población autóctona del fenómeno de los menores migrantes?  

Claro, porque se hacen unos discursos basados en el desconocimiento puro y duro. Estamos hablando de niños. Frente a ello, las instituciones debemos hacer una labor pedagógica. Es importante poner en relevancia el que en Euskadi, mayoritariamente, hay una cultura de acogida muy importante. Hay programas comunitarios espontáneos y que hay que poner en valor. Esa gente existe. Y cuando desde Europa nos miran, se centran en esa comunidad de acogida tan arraigada. Las pintadas no las miran, les asombra lo otro.