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Agiti, la desconocida cala de Donostia cubierta por el cemento

Las instalaciones de una piscifactoría abandonada hace casi 20 años definen el paisaje ambiental de una de las playas menos conocidas de Donostia, situada en Igeldo y con 580 metros de longitud

Agiti, la desconocida cala de Donostia cubierta por el cementoRuben Plaza

Las faldas del monte Igeldo, en Donostia, esconden calas naturales que son un reclamo para numerosos excursionistas y bañistas, pero, entre ellas, figura una que parece haber quedado olvidada para muchos, marcada, además, por unas instalaciones que hace casi dos décadas que no se utilizan y que se han convertido en todo un borrón en medio de un paisaje ambiental como este. Se trata de la cala de Agiti, una pequeña playa de 580 metros de longitud situada entre Muntaundi y Albitxulo, en la que los restos de hormigón de una vieja piscifactoría deslucen la vista.

Esta misma semana, esta cala semioculta ha vuelto a la palestra informativa con la declaración aprobada por las Juntas Generales para instar al Gobierno Vasco a que la restaure ambientalmente, tal y como lleva tiempo solicitando el colectivo ecologista Eguzki. Ya sea por su lejanía o por el aspecto industrial que le dota la piscifactoría abandonada, lo cierto es que esta playa permanece prácticamente vacía hoy en día de visitantes.

Aunque es posible acceder hasta ella en coche, no existe ninguna señal que indique su presencia, lo que puede llevar a que más de un vehículo se pierda por los diferentes caminos que se encuentran en la zona. Para poder llegar hasta la playa hay que tomar la carretera Argiti Bidea, asfaltada hasta la misma cala, desde el camping de Igeldo. El camino pasa, además, por el restaurante Perus, clausurado desde hace varios años, lo que ha llevado a que la afluencia de personas se haya reducido notablemente en la zona, ya que, en otro tiempo, con su amplio parking y su cocina-asador, lo convertían en lugar habitual de comidas y cenas.

El cercano restaurante Perus, también clausurado.

Tras dejar atrás el restaurante, el camino se divide en dos para formar un tramo circular que llega hasta la misma cala. Entre medias, unos pocos caseríos, desde los que se divisan las instalaciones de la piscifactoría, el mar e incluso el ratón de Getaria a lo lejos. A casi dos kilómetros de bajada, por su parte, se encuentra la playa de piedra, sobre la que se acumulan troncos y ramas y para la que es necesario rodear más de un centenar de piscinas en ruinas si se quiere llegar.

Estas instalaciones, que cuentan con un pabellón semiderruido y lleno de grafitis, y cuyos viveros se mantienen en pie entre arbustos que han crecido desde el abandono y varios pozos de agua formados por la lluvia, se construyeron en 1989 gracias a una cesión a la empresa Culmanor S.A. del dominio público marítimo-terrestre otorgada por el Gobierno español con el fin de poner en marcha una planta de engorde de rodaballo y criadero de almeja sobre una parcela unos 21.400 metros cuadrados.

La piscifactoría, finalmente, dejó de funcionar en 2006 y su concesión venció en 2011, aunque desde Eguzki se ha afirmado que ha habido intentos de la empresa para reabrirla reorientada al cultivo y engorde de trucha marina. Esta posibilidad, por el momento, no se ha dado, lo que ha llevado a las instalaciones a un completo abandono en medio de una cala natural.

Gran potencial de recuperación

Ante esta situación, las Juntas Generales aprobaron este jueves una resolución con la que instan, por un lado, al Gobierno Vasco a que actúe para recuperar su valor ambiental y, por otro lado, al Ayuntamiento de Donostia para que colabore en todo lo posible con el mismo objetivo.

La playa de rocas cuenta con 580 metros de longitud.

Para Eguzki, la piscifactoría se encuentra ocupando un lugar con un valor ecológico ambiental y paisajístico muy relevante y con gran potencial de recuperación, tal y como también lo calificó la agencia Ura en un informe de 2012. Desde el colectivo ecologista incluso aseguran que en la propia documentación de Culmanor se reconoció que las instalaciones suponen un elemento de degradación de la calidad paisajística de la zona y que se debían desmontar, ya que así lo establece la ley de Costas.

Sea como sea, lo cierto es que en estos casi 20 años que han pasado del cierre de la piscifactoría las piscinas de la empresa no han hecho más que deteriorarse, marcando, de este modo, el paisaje ambiental de una cala casi olvidada.