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Loiolaetxea: una comunidad de vida para volver a empezar
El modelo de intervención de Loiolaetxea es acompañar, servir, reflexionar, sensibilizar e incidir o transformar para que las causas injustas sean un poco más justas
Loiolaetxea nace a finales de los años noventa en el barrio donostiarra de Altza, impulsada por un grupo de jesuitas que, al constatar la falta de estructuras de apoyo para personas drogodependientes con experiencia penitenciaria, decidieron abrir su espacio comunitario. Juan Ramón Trabudua, Manu Arrue, Txema Auzmendi y Martin Iriberri, entre otros, comenzaron a visitar la cárcel de Martutene y, poco a poco, integraron en su día a día a los jóvenes a los que acompañaban. Cuando muchos de ellos salieron en libertad sin red familiar ni recursos, la comunidad dio un paso adelante: vivir juntos.
En el año 2000, el entonces Provincial Ina Echarte les encomienda una nueva misión: crear una comunidad ampliada, laica y religiosa, que acoja a estas personas en su proceso de reinserción. Desde entonces, más de 3.000 personas han encontrado en Loiolaetxea un hogar. El lema que guía su labor es claro: “Gure etxera datorrena bere etxean dago” —quien llega a nuestra casa, que sienta esta como su casa—.
“Creemos que la inclusión, si no es social y comunitaria, no es inclusión”
Un modelo con vocación transformadora
El modelo de intervención de Loiolaetxea se resume en cinco verbos: acompañar, servir, reflexionar, sensibilizar e incidir. No se trata solo de prestar ayuda, sino de construir junto a las personas caminos de transformación personal y social. “Creemos que la inclusión, si no es social y comunitaria, no es inclusión”, subrayan desde la entidad.
Esta filosofía se concreta en tres grandes líneas de trabajo: Inclusión, Justicia penitenciaria y Hospitalidad.
La línea de Inclusión defiende el derecho de todas las personas al acceso efectivo a la educación, la vivienda, la salud, la protección socioeconómica y la participación ciudadana. En un contexto en el que muchas veces se margina a quienes han pasado por situaciones extremas, Loiolaetxea apuesta por colocar a estas personas en el centro, como ciudadanas de pleno derecho.
“Nuestro lema es que la persona que llega a nuestra casa se sienta como en casa”
La línea de Justicia penitenciaria parte de una idea clave: la cárcel puede suponer una pausa, pero la verdadera transformación comienza cuando a la persona se le vuelve a considerar parte de la sociedad. Y es que el paso por prisión no debe marcar una condena eterna, sino abrir un camino de reconciliación y dignidad.
La línea de Hospitalidad, por su parte, promueve una cultura del cuidado, de la acogida y del respeto a la movilidad humana. Se trata de crear espacios donde las personas se sientan valoradas, escuchadas y capaces de decidir sobre su propia vida.
Voluntariado y comunidad: el corazón del proyecto
El voluntariado es uno de los pilares sobre los que se sustenta Loiolaetxea. Actualmente, 68 personas voluntarias, entre laicas, laicos y religiosos, forman parte activa del proyecto. “El hacer pasa a un segundo plano y coge fuerza el estar”, explican desde la entidad. El voluntariado en Loiolaetxea no es solo prestar un servicio: es compartir vida. Es acompañar, convivir, sentarse a la misma mesa. Y, en ese compartir cotidiano, la transformación social ocurre.
La comunidad está compuesta por 22 profesionales, además del voluntariado y de las personas que eligen Loiolaetxea para rehacer sus vidas. Esta dimensión comunitaria es, al mismo tiempo, herramienta y fin. “Creemos en una comunidad con sentido misional y humano que es inclusiva, o de lo contrario no es verdadera comunidad”, afirman.
“La acción voluntaria se basa más en el estar que en el hacer: convivir, compartir mesa, acompañar”
Una red de alianzas para la transformación
Loiolaetxea no trabaja sola. Su labor es posible gracias a una red de alianzas con instituciones públicas como el Gobierno Vasco, la Diputación Foral de Gipuzkoa y varios ayuntamientos, así como con entidades del tercer sector como Sargi, ESEN o Harresiak Apurtuz.
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Además, forma parte del sector social de la Compañía de Jesús, en colaboración con organizaciones como la Universidad de Deusto, el Colegio San Ignacio, la Compañía de María – OnDoAn, Arrupe Elkartea, el Centro Loyola o la Comunidad de Vida Cristiana CVX. Esta articulación entre instituciones, personas voluntarias, profesionales y ciudadanía comprometida es clave para sostener el proceso de cambio que promueve Loiolaetxea.
En definitiva, Loiolaetxea no es solo una comunidad de acogida: es un espacio de vida compartida, donde cada proceso individual es también colectivo, y la semilla para la transformación social.
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