El fallecimiento de José Ramón Mutuberria, Mutu, mientras ayudaba en la extinción de un incendio ha causado un hondo pesar en su entorno.

Estaba haciendo, lo aseguran sus amigos, lo que acostumbraba a hacer: arrimar el hombro y cuidar de su adorado Jaizkibel, que conocía como la palma de su mano.

Callado, trabajador, buena gente, comprometido... Así definen a Mutu, y con muchos más adjetivos cargados de cariño, quienes le han conocido.

Su familia, sus amigos y su familia política, el PNV, viven estos días sumidos en la tristeza de haber perdido “a un buen hombre, con mayúsculas”.

A sus 55 años Mutu había pasado gran parte de su vida peleando por lo suyo, por el mundo agrícola. Hijo del caserío Lujunea “su huerta, su tierra, su Jaizkibel” y su familia se situaban en primer plano de sus intereses, junto al PNV. Su compromiso jeltzale lo demostraba a diario en la Junta Municipal de Hondarribia. 

Siempre dispuesto a ayudar

Su amigo, Iñaki Gezala, lo tiene claro: Mutu murió como había vivido, “ayudando a la gente”. Se le agotaban las palabras al recordar a un hombre que “siempre ha trabajado en la defensa de los intereses de los baserritarras”.

Ingeniero Técnico Agrícola de formación, José Ramón Mutuberria era una persona involucrada con su pueblo, con las actividades culturales de Hondarribia, de ahí su estrecha vinculación con la asociación Zumardikoak, de la que era presidente. Su último legado en este sentido fue “recuperar el Entierro de la Sardina”, casi a contrarreloj pero con convencimiento.

Un abertzale de pro con amistades “en todos los sitios”. Plural en sus amistades pero con un compromiso de corazón e inquebrantable con el PNV.

“Un humanista, siempre preocupado por los demás”. Así define su amigo a Mutu, que en los últimos años tenía como principal preocupación a su ama, después de que su padre falleciera por un paro cardiaco dando de comer a las gallinas.

Sus amigos, muy numerosos, le recordaban en las redes dejando clara la huella que ha dejado un hombre de pocas palabras y muchos hechos.

Mutu falleció cerca de ese caserío que le vio nacer, a 500 metros escasos, luchando por lo que siempre ha defendido, por su Jaizkibel, por la tierra, por su tierra. “Estaba cerca de casa, pero lo hubiera hecho igual si se le hubiera necesitado en cualquier otro sitio, porque era así. Buena gente”