El juicio contra el exentrenador del Gernika de baloncesto por la presunta comisión de un delito continuado de agresión sexual contra una menor de trece años de edad en 1998 comienza hoy en la sección sexta de la Audiencia de Bizkaia. Un proceso que está previsto que concluya este mismo jueves con la celebración de la tercera sesión. El tribunal ha decidido, tras la petición de la acusación particular, que las sesiones se celebren a puerta cerrada. La vista oral se celebrará a puerta cerrada con medidas que eviten la confrontación visual de la víctima con el acusado.

El procesado se enfrenta a una petición fiscal de 14 años de cárcel. Además, el ministerio público solicita la inhabilitación absoluta, el abono de las costas judiciales, la prohibición de acercarse durante diez años a Gernika –lugar en el que reside la víctima– y a indemnizarla con 20.000 euros. Según se relata en el escrito de la Fiscalía, el exentrenador fue instructor de la víctima en el equipo de baloncesto entre los 10 y los 16 años. Los tocamientos, según se recoge, comenzaron a partir de julio de 1998. En esta dirección indica que “buscaba y aprovechaba momentos para estar a solar con ella a fin de mantener relaciones sexuales”.

La primera agresión la habría cometido, presuntamente, en el momento en el que invitó a la menor a ver un partido de baloncesto en una vivienda de Gernika. Según la Fiscalía, le introdujo la mano en el pecho, momento en el que la menor comenzó a llorar. No obstante, esta serie de encuentros “continuaron en el tiempo y subieron en intensidad”. De hecho, el temor que la víctima sentía hacia su agresor aumentó ya que el exentrenador tocaba el claxon cuando pasaba por su casa conduciendo. Además, le impuso hablar a diario por teléfono con él.

En este caso, la Fiscalía afirma que, sin poder concretar durante cuánto tiempo se desarrollaron las agresiones, el exentrenador aprovechaba “con excusas del entrenamiento y perfeccionamiento del baloncesto” llevando a la jugadora a su domicilio. También aprovechaba, según recoge el escrito de la Fiscalía, viajes o estancias que realizaban fuera de la localidad para jugar partidos para someterla a agresiones sexuales u obligarle a realizar felaciones o masturbarle. En esta dirección, se precisa que a partir de cierta fecha “empezó a penetrarla analmente”, y asegura que todas estas relaciones las mantuvo con la menor sin su consentimiento o por el contrario, la menor se sometió a ellas al sentirse intimidada por su entrenador.

El juicio, que se celebra a puerta cerrada en la sección sexta de la Audiencia vizcaina dará comienzo hoy y a partir de este mismo jueves, después de que hayan testificado todos los implicados en el caso, estará visto para sentencia.

Piden 85 años por abusos

Las denuncias sobre casos de esta índole están en aumento. La Fiscalía de Gipuzkoa le acusa a un monitor de surf de Hondarribia quien se enfrenta a penas que suman 85 años de prisión ya que se le acusa de distintas agresiones de carácter sexual a once menores a los que impartió clases entre 2011 y 2021.

El acusado, que se encuentra en prisión provisional desde finales de 2021. En el momento de su detención por parte de la Ertzaintza, se localizó un disco duro que contenía 4208 archivos de explotación sexual de menores.

La Fiscalía relata que el acusado se aprovechaba de las actividades que desarrollaba como monitor para ganarse la confianza de sus alumnos, que lo veían “como una figura a seguir”, circunstancia que usaba para acercarse a sus alumnos varones y menores de edad “sin levantar la más mínima sospecha” entre el resto.

La forma en la que el encausado llevaba a cabo sus agresiones sexuales era seleccionando la víctima y empleando la sutileza y los regalos lograba conseguir que se sintiera “especial y afortunada” para establecer una “relación estrecha con ella y provocar su dependencia”. Además, “mostraba un comportamiento cariñoso con el menor escogido, dándole besos y abrazos” y, en algunas ocasiones, haciendo saber al resto del grupo “de forma sibilina” su preferencia por él.

Además, “mostraba un comportamiento cariñoso con el menor escogido, dándole besos y abrazos” y, en algunas ocasiones, haciendo saber al resto del grupo “de forma sibilina” su preferencia por él. Al mismo tiempo, mantenía conversaciones “casi diarias” a través de WhatsApp en las que “se permitía dar consejos” a sus víctimas y se “inmiscuía en su vida personal”. También les invitaba a su casa y se enfadaba “si no hacían lo que él les pedía o rechazaban sus invitaciones”.

Según la Fiscalía, una vez lograba “despertar los sentimientos de dependencia del menor” lo sometía, presuntamente, a distintas prácticas de índole sexual “con la finalidad de satisfacer sus deseos más lascivos, sirviéndose además de la confianza que depositaban en él las familias” de los menores.