La desgracia se ha cebado nuevamente con la familia de Antonio Escandón, el operario que en 2019 se precipitó desde la cubierta del estadio de la Real Sociedad, el Reale Arena, hasta el suelo, tras una caída de más de 20 metros que le dejó al filo de la muerte. Estuvo tres semanas en la UCI. La casa de su hija Arantxa, en Paiporta, donde Antonio ha residido hasta que se recuperó de las dolencias y se trasladó a una pedanía cercana, ha quedado completamente arrasada por la riada que provocó la DANA de Valencia. Su hija, Arantxa, llora de impotencia y asegura que la camiseta de la Real que les regalaron durante el recibimiento que la Real le hizo a Antonio en 2022 es “una de las pocas cosas que no he perdido”. Su hogar ha quedado reducido a lodo.
Las desgracias se acumulan en la familia Escandón. Arantxa vio cómo su padre se debatía entre la vida y la muerte tras el accidente de julio de 2019 en las obras del estadio de Anoeta. Pero en 2020, cuando su padre se recuperaba poco a poco y volvía a la vida, cuando le embargaba la inmensa alegría de ir a ser madre primeriza, la vida volvió a golpearla con crudeza. Y a los pocos días, murió su recién nacida hija, Indara, “a la que he podido salvar de la riada”. Ese es su mayor consuelo.
“La alarma nos llegó cuando el agua nos llegaba ya por la cintura o más arriba”
“Es lo primero que cogí. Las cenizas de mi hija”, cuenta emocionada. El resto se lo ha llevado la riada de agua. “El fruto de años de trabajo el sudor de nuestra frente. Todas nuestras pertenencias”, lamenta; mientras “tenemos que seguir pagando la hipoteca de nuestra casa”, convertida en un agujero de lodo tapiado con maderas para dificultar las labores de pillaje de “gente que desde el primer día está robando en comercios y casas también”.
Paiporta está considerada la zona cero de esta catástrofe. Las imágenes que nos envía Arantxa desde este municipio valenciano son descorazonadoras. Ella y su marido están alojados ahora en casa de sus suegros, un tercer piso al que no llegó la riada y donde han podido combatir “el miedo con el que hemos vivido estos días”. Miedo a nuevas riadas e inundaciones.
Ocho personas en un piso
Allí comparten vida y penas junto a sus suegros, los abuelos de su marido y también su cuñada con el novio. Ocho personas en un piso. “Los abuelos de mi marido lo han perdido todo. Ni una triste ropa interior para ponerse tienen”.
Antonio Escandón, su padre, ya no vive con ellos; se mudó a una pedanía cercana después de recuperarse de las operaciones a las que fue sometido y ahora, dice su hija, se encuentra “nervioso, queriendo ayudar, pero en su situación no puede”.
El agua inundó todo la planta baja. Superaba los dos metros y medio y “sólo le faltó tres escalones para llegar a la planta de arriba”, donde Arantxa y su marido se refugiaron del agua. Allí solo tienen “dos dormitorios con las camas”, parte de la ropa en armarios, y un inodoro. El resto: la cocina, el baño completo, el comedor, la sala de estar, todo estaba en la planta baja, “donde se hace vida” en las casas de la barriada donde vive. Una imagen dice más que mil palabras. “Por lo menos, lo podemos contar”. Más de 60 vecinos y vecinas de su localidad han fallecido.
“Todo fue muy rápido”
“Estábamos en casa; llegamos de trabajar, alrededor de las cinco, nos duchamos, lo típico; y empezamos a escuchar sirenas. Mi suegra dijo: creo que se está desbordando el río”. Nunca pensaron que fuese a suceder lo que hoy todos lamentamos. “Pensamos que sería una inundación con el agua hasta el tobillo”. Pero no. No paró ahí. “Todo fue muy rápido", recuerda Arantxa.
El coche de Arantxa apareció “ocho calles más abajo” y han tenido que cerrar la puerta de casa con tablas “para evitar el pillaje”
Pronto comenzó a cundir el pánico, porque “el agua no paraba de subir”. “Ya nos metimos dentro de casa, intentamos atrancar la puerta, pero llegó un momento que ya no paraba, y entonces empezó el desastre. Empezó a entrar mucha agua dentro del comedor, y comenzaron a flotar las neveras (tenían dos), que enseguida se volcaron. “Fue el caos”, dice.
Cuando ya no podían salir a ninguna parte, hicieron “una pequeña maleta, una mochila con algo de ropa, dos mantas” y subieron al piso de arriba, con la esperanza de que el agua no les alcanzase allí. Poco le faltó. “Estábamos preparados por si había que saltar a casa del vecino”, asegura.
Arriba, en la parte que se ha salvado, sólo tiene las camas y parte de la ropa. “Donde tengo todo lo de importancia, los papeles, las escrituras, donde hacemos vida y están todos los recuerdos, es abajo. Todo quedó arrasado”, lamenta. Intentaron atrancar la puerta, que reventó, “pero lo bueno es que no se llegó a abrir por completo, porque si no, todo se hubiera ido fuera de casa”, dice. Se lo habría llevado la riada.
“Los coches pasaban flotando por la calle, chocando contra las casas y unos vecinos tuvieron que rescatar a un hombre que se llevaba el río. Fue horroroso”
El recibimiento oficial que la Real Sociedad brindó a la familia de Antonio en mayo de 2022, también a Arantxa y su marido, el día que visitaba Anoeta el Cádiz, el equipo del alma del propio Antonio, el de la ciudad donde se crió, queda lejos ahora. “La camiseta de la Real es una de las pocas cosa que hemos podido salvar, porque la teníamos arriba. La del Cádiz, sin embargo, se la llevó el agua. La hemos encontrado varios días después, pero está irreconocible”, dice.
Coches flotando
Fue algo increíble. “Yo intentaba no mirar. Los coches pasaban flotando por la calle, chocándose contra las casas. Unos vecinos tuvieron que rescatar a un hombre que venía con el río. Fue horroroso. Muy angustioso. Por mucho que lo expliquemos, el que no lo ha vivido, no lo sabe. Para que te hagas a la idea, mi coche ha aparecido a ocho o nueve calles de mi casa. No vale para nada ya”.
Cuando comenzó a estabilizarse la situación y bajar el agua, “el primo de mi marido, cuando iba andando, dijo que todavía había cuerpos por la calle”, narra Arantxa. Ellos no salieron de casa hasta la “mañana siguiente”. Lo más difícil, asegura, es “gestionar emocionalmente lo que ha pasado. La alarma nos llegó cuando el agua ya nos llegaba por la cintura o más”, lamenta.
“Estamos enfadados”
La sensación entre los afectados es compartida. “La gente está enfadada, porque no hemos tenido ayuda. Es un desastre, una mala gestión, un cúmulo de todo. Yo, personalmente, estoy frustrada, porque necesitábamos una ayuda que no teníamos. Los policías y guardias civiles que había no daban abasto. No les echo la culpa a ellos”, afirma.
“Es un desastre, una mala gestión, un cúmulo de todo; yo estoy frustrada, porque necesitábamos una ayuda que no teníamos”
Pero hacía falta más. “No creo que sea justo que los militares tengan que estar esperando para actuar, y no les dejen. Es que sabemos de primera mano que estaban esperando en los cuarteles. Y esto no es cuestión de contar muertos. Da igual los que sean. Son vidas”, insiste Arantxa.
En estos diez días desde que ocurrió la tragedia, ella y su familia han vivido como han podido, ayudándose unos a otros, en un ejercicio de supervivencia. Las calles y sus hogares están arrasados. Los vecinos de Paiporta no han recuperado el agua potable en sus hogares hasta los siete días desde la riada y el suministro eléctrico les llegó dos días antes. “Nos han salvado miles de personas, sobre todo los jóvenes, chavales de 16 y 17 años, no las fuerzas y cuerpos de seguridad”, aclara.
La pesadilla continúa: “No hemos podido limpiar, porque vivimos en una calle peatonal y todo el mundo ha sacado sus pertenencias a la calle, sin miramientos, y no se puede acceder hasta que entren las máquinas, que por ahora están en las calles principales”.
La propia Arantxa Escandón no ha entrado en su casa todos estos días. Han tenido que ir a tomar imágenes y vídeos, “porque lo necesitamos para justificar los daños al consorcio de seguros, pero yo no puedo ir porque me echo a llorar todo el rato. Y además, tenemos que seguir pagando la hipoteca religiosamente”, lamenta (el gobierno ha aprobado una carencia de tres meses para los afectados entre las medidas de ayuda).