Estudió hasta el segundo curso de bachillerato en la escuela de Isaba, su pueblo, donde por aquel entonces había “cinco maestros”; y de allí se catapultó a lo más alto, obteniendo el grado de Doctor en la Universidad de Cambridge, donde inició su carrera investigadora; y en la Universidad Autónoma de Barcelona. A todo ello le siguió un sinfín de reconocimientos que no terminan, tanto en el ámbito académico como social, con la concesión ahora del Premio Palabra a la “confianza”. Gran parte de la comunidad científica vasca le atribuye el mérito de haber definido y marcado la exitosa política científica actual de la CAV. Actualmente, es catedrático de Física de la Materia Condensada en la UPV/EHU y presidente del DIPC.
Vayamos al origen de todo. ¿Cuándo le nace la vocación científica a un joven de Isaba, en el valle del Roncal, nacido en 1950?
A mí me gustan muchas cosas: me gusta mucho la física, me gustan mucho las matemáticas, bastante la química y la biología. Siempre me he arrepentido de no haber estudiado más biología en los años jóvenes. Pero no tengo una vocación definida. Las materias científicas son muy fáciles si uno las entiende bien. Y cuanto más estudias física, más entiendes, y más te gusta. Pero yo hubiese hecho igualmente historia, por ejemplo. Nadie es totalmente de ciencias o de letras. Porque los científicos disfrutamos de la belleza de las otras ramas de las humanidades. Pero una vez elegido ciencias, pues la ciencia es apasionante porque es útil y bella.
Útil sobre todo.
La ciencia ha sido una de las grandes proezas de la humanidad que ha cambiado nuestra vida. Pensemos en la anestesia, simplemente. La ciencia ha hecho nuestra vida más larga y más humana. Ha reducido la dependencia con la naturaleza.
Ya sé que a ustedes los científicos no les da miedo el avance científico propiamente dicho, pero ¿se puede decir que la velocidad a la que avanza es cada vez mayor?
El conocimiento en general y el científico en particular está aumentando de forma exponencial. Hoy, cualquier especialidad ha tenido una explosión y todas esas ramas han contribuido a un avance de su aplicación práctica espectacular. Bertrand Russell ya dice que la ciencia, como prosecución de la verdad, no es superior o inferior al arte, pero como poder de cambio práctico a través de la tecnología, tiene una importancia práctica que no puede aspirar el arte. La medicina moderna es un ejemplo de la aplicación de la física en gran parte al diagnóstico, etc.
¿Por ejemplo?
Hoy, si pueden vivir 8.000 millones de personas y muchas de ellas con una dignidad que antes era impensable, es debido a la ciencia y la tecnología. El ciclo de Haber, que es la síntesis del amoniaco a través del nitrógeno: nitrógeno más hidrógeno, amoníaco y por lo tanto fertilizantes, y por lo tanto agricultura, se calcula que ha permitido vivir hoy a 4.000 millones millones de personas.
A la mitad de la población mundial.
Es el gigasalvador de la humanidad. Obviamente, la ciencia también ha creado unos nuevos problemas. Tenemos en las guerras, la utilización de la tecnología o el caso paradigmático que ahora está en discusión con la excelente película Oppenheimer. Pero el conocimiento siempre es bueno. El usarlo para objetivos no éticos no es bueno. Yo creo que es muy importante darse cuenta de que se necesita una reflexión sobre los usos, no sobre el conocimiento. Y eso corresponde a toda la sociedad. La ciencia tiene límites en sí, intrínsecos al conocimiento. Pero hay otros límites que son los éticos. Es decir, yo creo que los científicos deben participar de forma activa en definir esos límites éticos y hacer que la sociedad sea científicamente informada para que pueda participar de una forma más eficiente en estas decisiones.
“Cada vez que ha habido predicciones sobre el futuro ha sido una catástrofe; no hay que angustiarse”
¿Ha sentido que esa velocidad exponencial a la que avanza todo le supera? ¿Cómo se mantiene la pasión para seguir aprendiendo después de más de 50 años de trabajo?
Una de las cosas que más pena me da es que me voy a morir sin entender cosas que siempre he querido entender. Pero eso pasará siempre.
¿Qué significa para usted la palabra confianza? E iré más allá, ¿cómo se puede generar confianza en la sociedad en un contexto de desinformación, negacionismo y teorías conspiranoicas en aumento?
Confianza es una palabra muy amplia, pero en el cuadro de mando del Donostia International Physics Center (DIPC) y de los proyectos que yo he impulsado en mis grupos de investigación es esencial, porque las personas son las que hacen los proyectos. Y confianza en las personas, el inglés trust, es la palabra clave. Hay que confiar en las personas, elegirlas bien, darles libertad y dejar hacer. Dicho esto, esta confianza que es interna dentro del sistema de ciencia, también hay que trasladarla a la sociedad participando en su educación para que tenga confianza, trust, en el sistema y en concreto en las instituciones. Por eso no me gusta que se denigre la política como actividad. Porque si no tenemos confianza en aquellos a los que hemos elegido para ordenar y articular nuestra convivencia, no vamos bien.
Parece que tenemos cosas que mejorar, entonces.
Eso exige limpiar los pocos casos de no limpieza. O sea, casos corrupción habrá siempre, lo que no puede haber es impunidad. Confianza, por lo tanto, en las personas, confianza en las instituciones y en los políticos a los que elegimos para articular nuestra convivencia. Y también confianza en el conocimiento. Porque una sociedad que no confía en sí misma no afrontará bien el futuro.
¿Esos focos de desconfianza, que sí los hay, no le preocupan?
No me preocupan mucho. Obviamente, cuando uno oye a un presidente de los EE.UU decir lo que dijo sobre el Covid o a Bolsonaro..., me preocupa que estas personas lleguen a tener una posición dominante, pero creo que al final la racionalidad se impondrá. Hay que trabajar para aumentar el pensamiento crítico de las sociedades y sus comunidades para evitar estas posturas irracionales.
“Ningún padre elige a un hijo frente a otros, pero me preocupa el euskera, porque es el más débil”
Eso nos mete de lleno en la educación a niveles básicos incluso.
Una nación pequeña como es la vasca, solo podrá prosperar a través de la calidad en todos los sentidos. Y una educación generalizada. Es la única garantía. Y por eso la educación, una educación en valores, pero no idolatrando el contenido, sino fomentando el pensamiento crítico y el análisis de los problemas, pues es garantía de futuro. Y en eso yo creo que también vamos bien.
Pongamos que usted tiene tres hijos que son la ciencia, el euskera y la educación. ¿Cuál le preocupa más?
Ningún padre elige un hijo frente a los otros, pero el euskera me preocupa, porque es el más débil. Yo he tenido la suerte o la responsabilidad de trabajar en los tres campos; me ha preocupado también la docencia. Yo creo que la docencia me ha hecho mejor investigador; y la investigación, mejor docente. Trabajé la ley de Normalización del Uso del Euskera (1982), por el que se me ha agradecido mucho. He contribuido personalmente a ideas y ecuaciones que llevan mi nombre, con lo cual se me ha premiado por todos los lados. Y también he desarrollado instituciones, que son las que dan garantía de futuro a las ideas. Y a los tres los quiero por igual, como a mis dos hijas: Ainhoa y María.
¿Qué significa para usted 1998?
Annus Mirabilis (año de los Milagros). En el 98 hay dos o tres premios importantísimos, de peso, que constituyen el premio Príncipe de Asturias de Ciencia y Tecnología, el premio Max Planck y también la Medalla de Oro del País Vasco, porque solo hay dos personas vivas que tienen esa distinción.
¿Quién es la otra?
Benito Lertxundi, al que admiro y aprecio profundamente. Entonces, a raíz de ahí viene una cascada de premios espectaculares. He tenido muchísimos reconocimientos.
Y se siguen acordando de usted.
Sí, sí, me han nombrado Gallico de Oro. Y ahora este premio a la confianza del Grupo Noticias e Iberdrola.
¿Quizá su caso es más excepcional porque los reconocimientos le llegan también de fuera del ámbito científico?
–No, yo no me considero una singularidad, porque creo que los científicos somos ciudadanos. El debate de la película Oppenheimer ilustra una cosa, porque es cuando Churchill le dice a Bohr que los científicos tienen que estar on tap, que significa disponibles, como el grifo de agua. Los científicos tienen que participar también en la definición de los fines de la sociedad, pero no deben tener el monopolio. Siempre he tenido esa inquietud, pero a mi alrededor la veo en otros científicos.
Muchos colegas le consideran como una especie de faro o tutor de la política científica vasca. Dicen que es la que diseñó usted en los 80, cuando fue consejero del Gobierno Vasco, y alaban la continuidad, el consenso y la transversalidad que ha adquirido en estos años.
Yo creo que en ciencia y en política científica, la continuidad de las políticas es progreso. Una clave de la política educativa es confianza en las personas y en las instituciones. Es decir, continuidad de las políticas, pero a la vez una relación amable con la administración que evite burocracias innecesarias. Siempre mi obsesión desde años es que la burocracia sea la mínima. Dejar volar la creatividad.
¿Sigue haciendo política desde la ciencia?
Por ejemplo, trabajar para que se reduzca la burocracia es política, y de la buena. Trabajar para que haya instituciones que seleccionen bien la gente, como ha sido el maravilloso programa Ikerbasque del Gobierno Vasco, también lo es. Si queremos ser una sociedad moderna, debemos cuidar la ciencia, la tecnología, la industria también, e invertir en la industria del futuro. Toda la vida es política. El gobierno de lo común es política. Y yo contribuiré en lo que pueda. Por eso hay que tener confianza en aquellos a los que hemos elegido. Fíjate, en estos momentos, estamos en una época de renovación del nacionalismo que se basa en el orgullo de lo realizado anteriormente, pero mirando a conceptos nuevos, con cambios para el futuro y con ambición. Y yo en este momento estoy ilusionado con un proceso de renovación.
Más allá de ciencia, ¿qué le quita tiempo?
Me gusta mucho leer. Una de mis grandes preocupaciones es a ver si con la edad pierdo vista. Si la perdiese, para mí sería una catástrofe total. Y una de las satisfacciones mayores que tengo, como parte de la comunidad científica, es ver cómo la física ha cambiado el mundo.
¿Qué me dice de la Inteligencia Artificial?
La inteligencia artificial es uno de los grandes temas, como es la computación cuántica. Pero tampoco hay que sacralizarla. Yo creo que no debemos angustiarnos pensando cuáles van a ser las contribuciones en los próximos años equivalentes a lo que fue en el siglo pasado la física cuántica o la estructura del ADN. Eso no lo anticiparemos nunca. Cada vez que ha habido predicciones sobre el futuro ha sido una catástrofe.
"Quien espera disfrutar, ya disfruta lo que espera"
Pedro Miguel Echenique (Isaba, 8 de junio de 1950) está considerado como el padre de la política científica vasca. Investigador de talla mundial y miembro honorífico de la Sociedad Europea de Física. También fue, sin cumplir aún los 30 años, el primer consejero de Educación (1980-1983) y consejero de Educación y Cultura, y portavoz del Gobierno Vasco de Carlos Garaikoetxea entre 1983 y 1984. Afirma que su madre, maestra, tuvo “una participación decisiva” en su educación, y uno de sus lemas echeniquianos es que “quien espera disfrutar, ya disfruta lo que espera”.