“Nuestro trabajo consiste en que no se nos vea”. Desde la Fundación Gizagune apelan a la discreción para poder llevar a cabo la labor iniciada en Herrera, Egia y Martutene, barrios donostiarras en los que se ha visto alterada la convivencia en los últimos tiempos por problemas de inseguridad. “Nos dedicamos a la gestión de conflictos y a todo lo que tiene que ver con la promoción de la convivencia. Y actuamos generalmente a petición de la administración local”, se limitan a decir fuentes de esta entidad bilbaína integrada por una quincena de mujeres que abordan en su labor diaria diferentes formas de crispación cotidiana.
Se trata de una organización de referencia a nivel de Euskadi, con amplia experiencia en la gestión de conflictos y en diversas metodologías orientadas al consenso entre una ciudadanía que viene reclamando soluciones “de manera integral”. Así lo piden los vecinos de Martutene, donde la convivencia se ha visto alterada por los conflictos en torno a dos edificios ocupados, el antiguo instituto de formación profesional y Villa Oyón.
En Herrera, la percepción de inseguridad también comenzó a ir en aumento a partir de otoño del año pasado, una vez que personas en situación vulnerable comenzaron a ocupar fábricas abandonadas de la zona. En ocasiones, no tener cubiertas las necesidades más básicas conduce a la comisión de robos. El ayuntamiento procedió en mayo al desalojo de un establecimiento ocupado, ubicado en la Avenida del Alcalde José Elósegui, tras lo cual “la situación ha mejorado algo”, aunque los vecinos reclaman soluciones más a largo plazo y tienden para ello la mano.
Con este escenario de fondo trabaja Fundación Gizagune. Su radio de acción es muy variado, desde problemas que generan alarma social con riesgo de quiebra de la convivencia, a otras situaciones en las que las relaciones en un barrio o municipio, sin llegar a generar un conflicto, se han enfriado y el ayuntamiento busca una mayor cohesión.
La división de las cuadrillas de Gasteiz
Es el caso del Consistorio de Gasteiz, que también ha contratado los servicios de esta entidad para que las fiestas de La Blanca se vivan en un ambiente de total unidad. Desde el año 2016 las cuadrillas de blusas y neskas están divididas entre la Comisión y la Federación, y el objetivo ahora es que se reunifiquen en un solo ente. Para lograrlo, el Ayuntamiento de la capital alavesa ha contratado esta figura de mediación que las partes enfrentadas han valorado de manera positiva como sistema para reconciliarse.
“Dependiendo de la realidad que haya que afrontar y de los perfiles poblacionales que tengamos, aplicamos diferentes metodologías que están contrastadas”, indican desde la fundación, conscientes de que llegar a puntos de encuentro, en todo caso, varía en función del tiempo en el que se haya larvado el problema. “La mayor facilidad o dificultad viene marcada por el punto de la escalada del conflicto y también por la voluntad de las partes. Hay que ver si los intereses son incompatibles o no”, detallan desde la entidad, siempre conjugando ese difícil equilibrio para aunar posturas en una sociedad cada vez más compleja, plural y diversa.
Una sociedad de líneas rojas inamovibles y 'guerras' abiertas en redes sociales. Lo que Luis Miller, sociólogo e investigador del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC llama "crispación cotidiana”. La traslación a la vida normal y diaria de una tensión y polarización que va en aumento en la política española, y que parece no tocar techo, "calando en cada poro de la sociedad".
Desde la Fundación Gizagune hacen su particular lectura de la situación, sin llegar a discernir qué fue antes, el huevo o la gallina. “No sabemos si hay más crispación o realmente como sociedad cada vez somos más sensibles a este tipo de situaciones y queremos poner los medios para que no se quiebre la convivencia”. A este respecto, señalan que el hecho de que haya más intervenciones “quizá responde a que como sociedad buscamos formas cada vez más cívicas y dialogadas de resolver los conflictos cotidianos que siempre han existido”.