La enfermedad se ha convertido en una incómoda compañera de viaje, pero el curso escolar continúa, y se antoja necesaria la intervención "comunitaria" para que el alumnado afectado no se quede descolgado. Es la situación en la que se encuentran actualmente 171 escolares en Gipuzkoa, según la información facilitada a este periódico por la dirección del centro de atención hospitalaria domiciliaria del territorio.

No se trata de una escuela al uso. Las lecciones se imparten en un ambiente que nada tiene que ver con el bullicio habitual que rodea a un centro escolar. Cuando la incierta evolución de la enfermedad -física o psíquica- impide la asistencia a clase, un equipo de profesionales presta atención, tanto a alumnos de centros públicos como concertados, en tres ambitos de actuación: hospitalario, domiciliario y terapéutico-educativo.

El primero se desarrolla en dos aulas situadas en el Hospital Universitario Donostia, una de ellas en Pediatría, que acoge el mayor número de alumnos. Desde que arrancó el curso y hasta el momento actual han sido atendidos un total de 120 escolares. Por la segunda de estas clases, en el área de Psiquiatría Infanto-juvenil, han pasado otros diez alumnos, y durante todo el curso pasado se atendieron a 35 escolares.

Jaione Larrañaga es la directora del centro de atención hospitalaria domiciliaria de Gipuzkoa. En Euskadi existe uno por cada territorio. “Los chavales atendidos en la unidad de Pediatría, por lo general, llevan a cabo ingresos cortos, de menos de cinco días, aunque también se dan casos de varias semanas o incluso meses. Se trata de un aula en la que la rotación de alumnos es constante, y por la que pasaron el año pasado un total de 390 escolares”, explica la responsable.

Psiquiatría Infanto-juvenil: estabilizar a los alumnos antes del alta

El aula de Psiquiatría Infanto-juvenil responde a otro tipo de perfil. Se trata de una unidad de crisis en la que el objetivo es estabilizar a los alumnos antes de darles el alta. Los ingresos son más largos, con una estancia media que ronda el mes. No hay en estos casos un único diagnóstico. Los escolares acuden al servicio de urgencias del hospital, tanto por una situación de crisis como por un ingreso programado a través de Osakidetza. “En realidad, nosotras no sabemos cuáles son los diagnósticos. Sólo comenzamos la actuación una vez que el psiquiatra ve adecuado que, desde un punto de vista terapéutico, prosiga con la clase”, precisa Larrañaga.

En estos casos, la profesora de refuerzo se pone en contacto con la escuela. Se elabora a partir de ahí un plan individualizado para el alumno durante su ingreso. “El objetivo es que cuando vuelva al centro escolar pueda integrarse en la clase de la manera menos traumática, habiendo perdido el menor tiempo posible”, explica la directora del centro de atención hospitalaria domiciliaria de Gipuzkoa.

Hay otros casos en los que la enfermedad obliga a una estancia más o menos prolongada en el domicilio. El profesorado es el que acude a casa de los alumnos. Actualmente se encuentran en esta situación 31 escolares en Gipuzkoa. El curso pasado se atendió en su domicilio a un total de 93. El grueso principal son estudiantes de Educación Primaria y Secundaria, aunque excepcionalmente también se presta atenciones en Educación Infantil y Bachiller.

La petición del servicio siempre la hace la escuela, para lo cual es necesario presentar informes sobre la situación del alumno, tanto por parte del centro como de la familia. Es preciso un tercer estudio médico con el diagnóstico del escolar y la previsión del tiempo de convalecencia. Toda esta tramitación, desde que se hace la petición hasta que se pone en marcha el servicio, suele prolongarse en torno a dos semanas.

Los alumnos se van incorporando así a este recurso de apoyo escolar en la medida en que surgen los problemas médicos, y conforme a ello hacen las peticiones al centro especializado. De ahí que vaya aumentando progresivamente el número de estudiantes que siguen las clases desde casa, de los 31 escolares actuales, a cerca del centenar que acabarán requiriendo del servicio, como viene ocurriendo en los últimos años.

Una veintena de docentes a domicilio

El curso escolar en atención domiciliaria comienza con cuatro profesores: dos de Primaria y otros dos de Secundaria, aunque en la medida que aumentan las solicitudes se incrementa también el profesorado. Actualmente son 19 los docentes que acuden a dar clase a domicilios, y durante todo el curso pasado lo hizo un total de 42. En el Hospital Donostia hay dos profesores en Pediatría, otro en Psiquiatría, y un docente de domiciliaria acude a dar las asignaturas de Ciencias.

“El objetivo del equipo docente que acude a los domicilios es hacer de puente entre el centro escolar y el alumno. La escuela es la que marca el camino a seguir, los objetivos a trabajar, y son los docentes quienes adecúan esas directrices a la situación del alumno”, según precisan desde el servicio.

La coordinación entre unos y otros es crucial. “Cuando nos llega un caso nuevo, se hace una primera reunión en la escuela a la que asiste el coordinador del ámbito hospitalario, los profesores que van a ir a casa y docentes del centro escolar. Es ahí donde se acuerda qué se va a trabajar, se hace un intercambio de materiales y comienza la labor con ese chaval”, resalta la directora del centro.

A pesar de todos estos recursos, se quiera o no, el rendimiento escolar no es el mismo que el del colegio. Las propias circunstancias que rodean a la enfermedad se imponen. “Tienen menos horas de clase que un chaval que está las 30 horas semanales en la escuela. Un alumno de Primaria tiene una hora y media al día. Uno de Secundaria, dos. Hay asignaturas que no se dan en atención domiciliaria y cuya materia tienen que acordar los alumnos con los centros. En cualquier caso, aunque se dan menos horas, la atención es más directa, y normalmente sacan adelante el curso”, advierte Larrañaga.

La responsable destaca un tercer ámbito en el que trabaja el centro de atención hospitalaria domiciliaria. Se trata del que atiende las necesidades escolares de alumnos con enfermedades mentales graves. Diez chavales acuden al centro de Lasarte-Oria. “El trabajo terapéutico va unido al rendimiento académico. Se intenta trabajar con ellos y ellas y sus familias para paliar el sufrimiento emocional que suelen presentar”. Existe a tal fin un convenio con Osakidetza. “Es muy importante en este ámbito la labor en red que hacemos entre todos los profesionales que atienden tanto a los chavales como a las familias. Es necesaria una intervención comunitaria. Es importante que entre todos trabajemos en la misma dirección”, puntualiza la directora.