El leitmotiv “siempre podemos cuidar, aunque curar sea más complicado”, lo lleva a rajatabla la doctora Ainhoa Unzurrunzaga, muy implicada en la humanización de los cuidados. Trabaja desde hace una década en Santa Marina, un hospital de referencia de Osakidetza especializado en cronicidad, personas mayores y cuidados paliativos. Ella es todo un ejemplo de profesional volcada en cuerpo y alma, como evidencia Ana, cuya madre, Esther de 87 años, ha gozado en su último ingreso de sus cuidados. “Mi madre tiene una dependencia grado 3 y un deterioro cognitivo muy severo. Ha estado tres veces ingresada en Santa Marina y le han cuidado muy bien. Todas las doctoras majísimas, pero con Ainhoa estoy feliz. Es encantadora”, dice.

Santa Marina es un hospital de referencia de Osakidetza especializado en cronicidad, personas mayores y cuidados paliativos

La doctora desgrana las características de un hospital al servicio del prójimo con mayúsculas. “Tenemos en un extremo al paciente autónomo e intelectualmente activo. En el otro, a un paciente frágil, dependiente, con deterioro cognitivo y pluripatología. En los primeros, además de intentar curarlos del proceso por el que ingresan, deberíamos intentar preservar la autonomía ya que los ingresos pasan factura. En los segundos, que son la mayoría, el abordaje es diferente y sobre todo deberíamos cuidar”, precisa.

“Son pacientes con un pronóstico vital limitado, una enfermedad de órgano avanzada y un curso bastante previsible"

Hasta el 80% de ellos tiene necesidades paliativas. “Son pacientes con un pronóstico vital limitado, una enfermedad de órgano avanzada y un curso bastante previsible, es decir que, aunque presentan un declinar progresivo, van a tener probablemente episodios de exacerbación de su patología de base o infecciones que van a precisar de asistencia”.

La doctora Unzurrunzaga lanza un mensaje importante, averiguar cómo desearían ellos y ellas ser tratados en los episodios que pueden poner en jaque su vida. Cita la doctora un ejemplo ficticio. Y pone sobre la mesa a Carmen, una mujer de 87 años, viuda y sin un documento de voluntades anticipadas. Hasta hace unos 5 años tenía una vida plena y activa. Ha desarrollado una demencia y ahora es incapaz de mantener una conversación y de reconocer a sus hijas. “Es dependiente para todo y pasa las horas sin apenas interactuar con nadie en su sillón. Acabamos de darle el alta tras un episodio de neumonía. Por sus características es una paciente paliativa. Es previsible que en las próximas semanas o meses vuelva a presentar un episodio similar. En esta situación, y conjuntamente con su familia, deberíamos pararnos a pensar, explorar su biografía, calidad de vida, valores y preferencias de tratamiento. ¿Consideraría Carmen beneficioso para ella un nuevo ingreso hospitalario con intención de curarla?, ¿querría prolongar su vida?, ¿como querría pasar el tiempo que le queda?...”, se cuestiona.

"En esta situación, y conjuntamente con su familia, deberíamos pararnos a pensar, explorar su biografía, calidad de vida, valores y preferencias de tratamiento"

“Lo que sucede es que muchas veces estas conversaciones con la familia sobre el final de la vida se posponen porque son difíciles. Lo ideal sería que cuando los pacientes son competentes pudieran decidir qué enfoque terapéutico quieren recibir en episodios tan graves”, afirma con solvencia.

Y es que vivimos de espaldas a la muerte ya que es un tema tabú. “Si están en condiciones de poder hablar con ellos, algunos te dicen; yo no quiero volver al hospital y asumo que mi final ha llegado. Porque no se trata de abordar la muerte, sino de cómo queremos vivir el final de la vida”, relata. 

"Porque no se trata de abordar la muerte, sino de cómo queremos vivir el final de la vida”

Médico euskaldun cree que hablar en la lengua materna acerca. “Pero yo hablo en euskera a los euskaldures, y en castellano a los que quieran hablar en castellano”, matiza.

No considera estar hecha de una pasta especial por dedicarse a un área tan sensible. Pero Ana, sí lo cree, y se muestra encantada. “Mi hermano y yo intentábamos estar con mi ama Esther, pero hay momentos que ha debido quedarse sola y ha estado muy bien atendida. Estoy muy contenta con el trato porque el personal está muy implicado”. Y eso que ella tenía sus recelos porque creía que el hospital era muy viejo. “Pero he comprobado que está muy renovado, con una tecnología muy moderna. Hay una sala genial para los familiares”. Todo eso compensa que el hospital esté tan a desmano. “Estaría bien que hubiese un autobús cada media hora, en lugar de cada hora”, deja en el aire. 

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En corto

Humanización. El hospital Santa Marina de Osakidetza se vuelca en la humanización de la asistencia sanitaria. “Se trata de no cosificar a los pacientes, de ver más allá de las enfermedades y síntomas que padecen. De tratarlos con empatía y dignidad. Y, de hacerlo, respetando sus deseos y valores”.