El proyecto No Phone Challenge, que busca concienciar sobre la utilización del móvil y racionalizar su uso, se expande. El Instituto Orixe de Tolosa ha llevado a cabo un proyecto en el que se planteaba a los alumnos que redujeran durante una semana las horas de consumo diario del teléfono. La iniciativa se inspiró en el programa Altxa Burua que desarrolló la asociación de padres y madres de todos los centros escolares de Tolosa, con la formación del experto Telmo Lazkano, impulsor del proyecto No Phone Challenge para evitar que los escoalraes se enganchen a los móviles.
En el caso del Instituto Orixe, la profesora Jone Iriarte ha liderado el proyecto, en el que propuso a sus alumnos reducir las horas del consumo diario del teléfono móvil durante una semana, una iniciativa a la que se sumó tambien ella. Iriarte explica que la utilizacion de los teléfonos era una “preocupación” porque veía que los alumnos de su centro usaban el móvil “demasiado”. “Lo veía en el patio y me preocupaba mucho”, comenta la docente.
Inició el experimento proyectando en clase el documental El dilema de las redes. Después quiso analizar con los alumnos el uso del móvil, el tiempo que dedicaban a utilizar las diferentes redes sociales y a reflexionar sobre el contenido de estas últimas.
“Más de la mitad de los alumnos tenían una media de cinco horas diarias de uso y algunos llegaban a tener ocho horas o más. Me sorprendieron mucho esos datos”, señala Iriarte. Vistos los resultados, quiso observar cuánto del uso era necesario y cuánto era de carácter lúdico. “Gran parte del uso era por la adicción. En el recreo estaban entre amigos y muchos estaban mirando la pantalla. Eso me daba mucha pena y como docente sentía la necesidad de trabajar este tema de una manera teórico-práctica, ya que siempre me pregunto a ver qué me pierdo si estoy todo el día mirando a la pantalla. ¿Qué calidad y qué valores tiene lo que consumo en las redes? ¿Cómo nos afecta ese contenido? ¿Dónde puedo invertir esas ocho horas, en vez de estar mirando una pantalla?”, se pregunta.
Después de observar los datos de los estudiantes, quiso “adaptar a las circunstancias de sus alumnos” al proyecto No Phone Challenge de Lazkano. Optó por una “dieta digital”, ya que quería llegar al mayor número de alumnos posible teniendo en cuenta que muchos de ellos pasaban más de cinco horas diarias con el teléfono. El objetivo del proyecto era aprender a poner límites a la utilización del móvil para reducir su uso diario. “El No Phone Challenge fue para mí un punto de partida para crear este proyecto, pero yo quería llegar a las cinco aulas de 4º de la ESO (unos 100 alumnos) y por ello les lancé el desafío de ver si éramos capaces de estar sin móvil o al menos reducir el uso diario del teléfono durante una semana”.
Romper con las normas establecidas es una tarea muy complicada, por lo que a Iriarte al principio se le hizo “muy difícil” llegar a la gran mayoría de los alumnos. “Creo que al comienzo sólo me dijeron tres alumnos seriamente que lo iban a hacer. Los demás me decían que para qué y por qué lo teníamos que hacer. Como ya había un pequeño grupo dispuesto, costó menos que los demás se animaran a participar. Cuando vimos las horas que pasábamos entre todos, fue interesante ver cómo reflexionaban los alumnos al ver los resultados”. El primer paso estaba hecho. Uno de los objetivos que tenía la docente era que los propios alumnos se dieran cuenta del uso excesivo que hacían del teléfono. Luego decidieron entre todos hacer una “dieta digital” para intentar que usaran el móvil entre cero y una hora al día (siete horas a la semana). Al final fue todo un éxito, ya que participaron el 97% de los alumnos.
No todos hicieron el mismo esfuerzo “pero, viendo los resultados, que un alumno que pasaba alrededor de ocho horas diarias pegado al teléfono pasara a estar cuatro horas también era positivo ya que había reducido el uso a la mitad”. “Ver el esfuerzo que han hecho muchos alumnos es emocionante y me siento orgullosa de ellos”. Según confiesa la docente, “como profesora y como persona ha sido una experiencia muy enriquecedora y estoy muy satisfecha. Ha sido muy interesante poner límites al móvil y hacer la dieta con ellos. Al final del proyecto, todos los alumnos escribieron una redacción sobre las sensaciones y emociones sobre la dieta digital. En sus palabras se veía reflejado que lo más difícil fue el principio”.
Los tres alumnos que se animaron desde que arrancó el proyecto fueron Unai Etxeberria, Arnau Martin y Ugaitz Muñoa. Para ellos, la experiencia no fue fácil, pero consiguieron estar durante una semana utilizando el móvil lo mínimo, solo para llamadas y mensajes rápidos. Etxeberria confiesa que se dio cuenta de que había muchos días que pasaba ocho horas en la aplicación Tik Tok: “Les comenté a mis amigos esos datos y me dijeron que lo mejor sería borrar la aplicación. Cuando lo hice, seguía usando el móvil mucho, pero aun así la media del uso diario bajó. Con mis padres lo hablaba y ya éramos conscientes de que ahí había algo adictivo, algo que enganchaba. Es fácil que esto se vaya de nuestras manos”.
“Muchos alumnos, para reducir el uso diario han hecho eso: quitarse Tik Tok”, comenta la profesora. No sólo engancha Tik Tok. Según dice Martin, “lo mío era más que nada YouTube. No tengo ni Tik Tok ni Instagram porque si no también me engancharía a esas aplicaciones”. Muñoa tampoco tiene en su teléfono la aplicación china “no porque me fuera enganchar sino porque no me gusta. Creo que esa aplicación es una chorrada”. Los alumnos eran conscientes del problema. “Sabía que pasaba mucho tiempo con el teléfono. Intentaba dejarlo, pero cuando lo hacía me aburría mucho y, entonces, lo cogía de nuevo y volvía a pasar mucho tiempo con él. Sabía que había un problema ahí y no podía dejarlo”, dice Muñoa.
Este reto supuso un cambio de hábitos en todos los estudiantes ya que tenían que invertir el tiempo que malgastaban con el móvil en otras tareas. No fue fácil, pero poco a poco supieron cambiar la rutina. En el caso de Etxeberria, comenzó a leer por las mañanas en vez de coger el teléfono. Martin empezó a echarse la siesta, “así descansaba bien y después estudiaba o hacía los deberes que nos habían mandado en el colegio. También iba a ayudar a mi padre con las labores de la huerta”. Muñoa invirtió mucho más tiempo en tocar la trompeta. Los tres comentan que, a raíz de estar menos tiempo con el móvil, “quedábamos más entre nosotros en persona para hacer deporte o para estar juntos”. Creen que esta “dieta” les ha beneficiado en muchos sentidos: “Hemos notado que hemos descansado mejor al dormir, que nuestra atención y concentración ha mejorado en los estudios y, en general, nos hemos sentido mucho mejor”, señala. También creen que a la larga les vendrá bien haber hecho este experimento. “El móvil, al final, es como una droga porque su objetivo es engancharte. Te das cuenta al final y nos hemos dado cuenta que este experimento vale la pena”, señala Etxeberria, que confiesa que,“desde que uso menos el móvil los días parece que son más largos”.