El término bebés robados engloba a cientos, seguramente miles, de niños y niñas sustraídos ilegalmente a sus padres biológicos y entregados a otras personas, una trama que comenzó al término de la Guerra Civil y que llegó más allá del franquismo, entrando incluso en los años 80. Un buen número de casos, muchos sin poderse demostrar por falta de documentos y por todo el tiempo transcurrido, aunque con fundadas sospechas, llegaron en esa década de los 40 del siglo pasado. Uno de ellos es el que relata Christine Martínez-Médale, nacida en Casablanca, de nacionalidad francesa y con vínculos con España, en el libro 'La maleta de mi madre', que ha presentado recientemente en varias localidades de Gipuzkoa gracias a la FEC (Fundación de Estudios Críticos).

La relación de Christine con nuestro territorio es que su hermano es uno de los bebés robados en la cárcel de Saturraran, situada en Mutriku. Una cárcel con fama de ser de las más duras del franquismo y que fue cerrada en 1944 y derruida en 1987. Ella es una de esas hermanas, madres y familiares en general que buscan a sus seres queridos, que en su momento les fueron arrebatados. Con el añadido, en su caso, de que ella ni sabía que tenía un hermano. No conocía la existencia de Toñín porque sus padres y su otro hermano nunca se lo habían contado.

Un secreto familiar en 2004

Este periplo personal de Christine, de 72 años, comenzó en 2004, cuando su otro hermano, el mayor, falleció. “Nos llevábamos doce años. Pese a la diferencia de edad nos llevábamos muy bien, éramos muy cómplices, fue muy duro”, relata Christine en su visita a NOTICIAS DE GIPUZKOA, donde contó su historia antes de la charla que ofreció en San Telmo. Ella reside en Francia, pero al morir su hermano se desplazó a Madrid para atender a su madre –su padre ya había fallecido en 1993–, que tenía “principio de Alzheimer”

Christine aprovechó la ocasión para intentar hablar con su madre de la historia familiar, ya que su padre fue un conocido político, José Martínez de Velasco, con “cargos importantes en el PSOE en el exilio”. Aclara que en ningún momento sospechó “absolutamente nada” de la posible presencia de otro hermano en su familia. “Sin más, quería conocer cómo había vivido mi familia. Yo nací en Casablanca porque mi padre se tuvo que exiliar allí y sabía que los años de la Guerra Civil y los posteriores habían sido difíciles y que incluso mis padres tuvieron que estar separados durante nueve años”, comenta.

Pese a su insistencia, su madre “no quería hablar del pasado”. Muchos años a las espaldas y un marido y un hijo fallecidos hacían que no quisiera “remover a los muertos”, según sus propias palabras. Finalmente, le dijo a su hija: “Mira, en la terraza hay una maleta, ahí podrás encontrar respuestas si quieres”. “Yo ni sabía la existencia de esa maleta. Había un montón de cosas: agendas de mi padre, carpetas bien ordenadas con títulos como Cárceles o Campos de concentración… Me quedé alucinada. Y también había un cuaderno escolar en el que mi madre había escrito sus cosas personales”.

“Eso fue en junio de 2004”, sigue relatando la escritora francesa, que dejó de lado la maleta porque consiguió que su madre fuera con ella a Francia y se dedicó a su cuidado. Hasta 2010, cuando volvió a la maleta. Christine respira hondo: “Ahí descubro un secreto familiar terrible. Primero, que mi madre también estaba mezclada en política y que fue arrestada y metida en la cárcel de Las Ventas, después de que mi padre tuviera que huir al norte de África en 1939. Tenían un hijo, mi hermano mayor, al que mi madre pone a salvo dejándolo en casa de sus suegros en Madrid. La detienen y la llevan a la cárcel embarazada de ocho meses. El 17 de mayo de 1939 da a luz a Toñín. Así que descubro que yo tenía otro hermano. En junio de 1940 llevan a mi madre y a su hijo, junto a más mujeres, a la cárcel de Saturraran, femenina y con fama de muy dura. Y veo que, en una carta escrita a mi padre, mi madre le cuenta que el 7 de septiembre de 1940 fallece Toñín. Y ahí me entero no solo que tenía un hermano, sino que había fallecido con apenas 16 meses”.

Búsqueda de pruebas

Con esta información pero sin ninguna prueba física, Christine quería “saber más, tener papeles, obtener pruebas de lo que estaba escrito en los cuadernos, por ejemplo los certificados de nacimiento y defunción de mi hermano o los de ingreso y salida en la cárcel de mi madre”. Escribe cartas y correos electrónicos a todas las instituciones y organismos que se le ocurren y le responden desde “los archivos históricos provinciales de Donostia”. “Me respondió una chica llamada Esther Jiménez. Le estoy muy agradecida. Me envió el número de expediente de mi madre con la fecha de entrada y salida de mi madre de la cárcel, pero no consta en ninguna parte la existencia de un niño, lo que me sorprende. Por lo visto en Las Ventas no registraron el nacimiento del niño, así que en Saturraran tampoco consta”.

En los primeros papeles que consigo de la cárcel ni siquiera consta la existencia de un niño. Solo figura mi madre.

Christine Martínez-Médale - Hermana de un bebé robado en Saturraran

El relato continúa: “Se pone en contacto conmigo un historiador, Fernando Agirre, con quien mantengo contacto aún. En 2010 voy a Ondarroa y quedo con él. Me entrega el expediente de mi madre y ahí figuran la condena de mi madre, el certificado de libertad condicional, el de libertad definitiva y el certificado de defunción del niño, de Toñín, pero nada más. Yo entonces pensaba que el niño había muerto y ya está. En los papeles pone que está enterrado en el cementerio de Mutriku, pero Fernando me dice que no hay tumba y me lleva a la playa de Saturraran, donde hay un monolito con los nombres de las 177 personas que murieron en esa cárcel, 120 mujeres y 57 niños. Estaba el nombre de Toñín con la fecha de fallecimiento, pero no la de nacimiento”.

El descubrimiento de este secreto familiar deja “en shock” a Christine, que vuelve a casa y deja reposar la historia. Hasta que contacta con ella Eva Jiménez, socióloga de la UPV/EHU, que estaba entonces escribiendo un libro sobre las mujeres presas de Saturraran (titulado 'Situación penitenciaria de las mujeres presas en la cárcel de Saturraran durante la Guerra Civil española y la primera posguerra'). “Viene para hablar conmigo, incluye a mi madre en el libro y me manda una copia en 2012. Ahí descubro que ha habido muchos robos de niños, lo que me lleva a plantearme más preguntas”, explica Christine, algo lógico teniendo en cuenta que nadie sabe contestarle dónde está enterrado su hermano.

Vuelve a revisar la maleta de su madre y ve que, en sus escritos, había “rumores de que no se podía confiar en las enfermeras de la cárcel, porque había niños que habían llegado enfermos y no salían vivos. Pero parece que mi madre no duda de que su hijo esté realmente muerto”. Aunque Christine logra hablar con una compañera de celda de su madre y se entera de que ni siquiera pudo ver el supuesto cuerpo de su hijo fallecido porque las enfermeras no le dejaron. “El que sí parece que sospechó fue mi padre. Él no creía que su hijo estuviera muerto. En sus agendas él apuntaba la fecha de nacimiento y fallecimiento de todos sus familiares. En todas está escrito el nacimiento de Toñín el 18 de mayo, porque otra cosa es que no está claro qué día nació, si el 17 o el 18 de mayo. Tiene apuntado: Toñín, 10 años. O Toñín, 20 años. En 1993, cuando él fallece, tenía apuntado: Toñín, 54 años. Pero en ninguna agenda tiene el 7 de septiembre apuntado nada sobre el fallecimiento de su hijo”.

Más niños robados

Christine empieza a documentarse sobre bebés robados, a leer noticias en la prensa, a ver documentales y a leer libros. Su afán por descubrir la verdad le impide rendirse. “Leo que a partir de los años 30 robaban niños. Por lo visto, en Saturraran había una organización de complicidades entre médicos, abogados, el cura y las monjas para robar niños. Cuando un niño caía enfermo y se iba a la enfermería, al día siguiente les decían a las madres que su hijo había muerto, lo mismo que le dijeron a mi madre”. Lógicamente, no hay pruebas escritas de todo esto, que es el principal problema con el que se han topado las familias que están investigando sobre la cuestión, pero sí “muchos testimonios” y numerosas evidencias. Por poner solo un ejemplo, de las mujeres que fueron de Las Ventas a Saturraran, en el convoy de la madre de Christine iban cinco mujeres con hijos. “Todas salieron de la cárcel el mismo día, el 21 de junio de 1941, y todas salieron sin sus hijos, que casualmente habían fallecido en Saturraran. Había un grupo demoniaco que no solo trataba fatal y castigaba a las mujeres, sino que se quedó con sus hijos para entregárselos a familias afines al régimen”, asegura.

En su insistencia, un día le responden desde el Ayuntamiento de Mutriku que su hermano podría estar enterrado en una de las dos fosas comunes del cementerio. “Pero aparto esa opción porque ya no me creo que mi hermano esté muerto, así que sigo investigando y vuelvo a escribir a varios sitios”. El momento que desenreda la historia no llega hasta 2019, tres lustros después de enterarse del secreto familiar y de incontables intentos de descubrir la verdad con llamadas, cartas, correos electrónicos, entrevistas personales y mucha cabezonería.

Un documento clave

“Por fin, el 28 de octubre de 2019, recibo una respuesta”, explica Christine: “Pero no es una respuesta oficial, sino que me reenvían mi propia carta y debajo de mi firma pone el certificado de nacimiento, 17 de mayo de 1939, y el de fallecimiento, 7 de septiembre de 1940. Pero después, el 12 de agosto de 1941, a las 11.40 horas, se declara el nacimiento de Toñín. Es decir, un año después de su supuesta muerte, alguien declara de nuevo el nacimiento de Toñín. Ahí está la prueba de que el niño no ha muerto y que alguien lo ha adoptado”. Explica la escritora francesa que eso fue posible porque “en 1941 Franco emitió una ley con la que, entre otras cosas, autorizaba el cambio de los apellidos… para favorecer a los que han robado a los niños”.

En 2019 recibo una respuesta en la que pone que la fecha de fallecimiento de Toñín es el 7 de septiembre de 1940, pero después, el 12 de agosto de 1941, se vuelve a declarar su nacimiento.

Christine Martínez-Médale - Hermana de un bebé robado en Saturraran

Christine cree que alguien, “de forma anónima”, le quiso ayudar dándole ese dato, que demuestra que su hermano no murió en Saturraran y que fue uno de esos bebés robados. Lejos de detenerse ahí, conocer que su hermano no falleció dio un nuevo impulso a la francesa, que dio su ADN en el laboratorio LabGenetics de Madrid. La esperanza que tiene es que su hermano, que ahora mismo tendría 81 años, dé también su ADN y ahí se confirmaría que está vivo y fue un bebé robado.

Ese descubrimiento en 2019 también le animó a escribir el libro 'La maleta de mi madre', en el que narra estos años de investigaciones tras descubrir su historia familiar. “Tanto Fernando Agirre como mis hijos me dijeron que tenía que escribirlo y en el confinamiento me puse a ello. Espero que también sirva para que la historia se conozca y quizás mi hermano aparezca. Todavía creo en ello. Sé que es difícil imaginar si eres adoptado o si fuiste un bebé robado. Al final del libro le escribo una especie de carta en la que le pido que se pregunte cosas como si se parece a sus padres, si tiene hermanos, si sus padres son mayores o si ha visto fotos de su madre embarazada”, explica Christine, luchadora y ahora convertida en escritora, ya que está inmersa en otro libro, el de la historia de su padre. Sin perder la “esperanza” de encontrar a Toñín.