Mutrikuarras y cientos de visitantes desafiaron ayer al mal tiempo para disfrutar del Berdel Eguna. Los pronósticos auguraban lluvia y, por desgracia, acertaron de lleno. Algo que se hizo patente en algunos momentos de la jornada, pero que no impidió que el Berdel Eguna volviera a ser un éxito.

Cientos de personas se dieron cita en la localidad costera, donde volaron las bandejas de pintxos.

Así, Mutriku fue testigo de ferias de artesanía y de venta de productos locales, talleres infantiles y una ecléctica oferta musical en la que compartieron protagonismo la música coral, los trikitilaris y las canciones de Belarri Fuckers y Delirium Tremens, que inundaron de rock el puerto mutrikuarra por la tarde.

El verdel asado a la parrilla fue uno de los suculentos reclamos de la jornada.

Pero por encima de todo, sin lugar a dudas, el gran referente del día en Mutriku fue la degustación de pintxos de verdel, un pescado tachado como producto de segunda categoría en el pasado que ha acabado con esa mala fama y ha pasado a ser valorado como se merece en la cocina. De hecho, el reclamo de la variada oferta de pequeñas delicias preparadas con verdel por distintos restaurantes, sociedades y otras entidades de la localidad sirvió para que cientos de personas se dieran cita un año más en Mutriku.

Esta expectación se tradujo en largas colas para hacerse con los tiques y con momentos de auténtico hacinamiento bajo la carpa que cada año se convierte en el corazón de la fiesta en el puerto mutrikuarra, en especial cuando la climatología mostró su peor cara y la lluvia hizo acto de presencia. Así y todo, no hubo motivos para la queja, a pesar de las dificultades que en algunos momentos extrañaba hacerse paso entre la gente, sobre todo cuando de lo que se trataba era de avanzar en medio de aquella marea humana con las manos ocupadas por bandejas repletas de pintxos.

La clave  del éxito del Berdel Eguna es la gran implicación del pueblo de Mutriku con la fiesta. Más de 100 vecinos se movilizaron a lo largo de la jornada para preparar el recinto festivo y atender a todos los que se iban a dar cita en la bella localidad costera para degustar los pintxos de verdel. A este nutrido grupo de voluntarios se le tienen que sumar todos los que en los días previos han estado preparando el pescado, limpiándolo, desescamándolo, quitándole las espinas o escabechándolo para dar forma a un menú que este año ha incluido once tipos de pintxos diferentes. Esa implicación, unida a la ilusión que ponen todos los que participan en la fiesta y a la experiencia adquirida con los años, hace posible que la celebración se desarrolle como una máquina bien engrasada.

Jóvenes y no tan jóvenes dan lo mejor de sí mismos para atender de la mejor manera posible a aquellos que vienen a visitarlos cada año. Cada uno sabe el papel que le corresponde (preparar los pintxos, reponerlos, recoger la basura o atender al público) y lo desempeña a la perfección. El resultado, una gran fiesta y un ambiente sensacional contra el que mal tiempo, tal y como hubo ocasión de constatar ayer, no tiene nada que hacer.