Visitar el Santo Sepulcro, el lugar más sagrado del cristianismo, puede convertirse en una experiencia espiritual única, y también en algo parecido a un mal sueño. Todo depende de la hora en la que uno se acerque a la tumba vacía de Jesús, en Jerusalén, donde fue enterrado y resucitó la figura central del cristianismo, una de las más influyentes de la historia. “En hora punta se convierte en un guirigay que puede echar por tierra lo que es una vivencia única”, advierte Juan Mari Iturria, que conoce Tierra Santa como la palma de su mano.

Las frailes franciscanos custodian desde hace más de 800 años los Santos Lugares de la cristiandad, desde el mandato del papa Clemente VI, que fue renovado en 2017 por el actual, Francisco. A esta orden mendicante católica pertenece el padre Iturria, un hombre de mundo fiel a sus raíces vascas, entre Getaria -donde nació su madre- y Zarautz, donde reside actualmente, en el convento franciscano de San Juan Bautista.

El religioso disfruta tanto de su trabajo que se muestra apenado de no haberse embarcado antes. Fue tras la muerte de su madre cuando cerró una etapa de 25 años “en el mundo de las ikastolas”. Le encomendaron entonces ir a Jerusalén, y “allí marché con cinco libros bajo el brazo, hasta que poco después me recomendaron que cursara Studium Biblicum Franciscanum”, cuenta el religioso. Se trata de la aportación más importante de la custodia franciscana en Tierra Santa en el campo de la docencia y la investigación.

El pastor que sabe "domar a todo el grupo"

Le fascina su actual misión, aunque la palabra empleada para designarla no le gusta nada: comisario. Este franciscano viene a ser el hombre designado para potenciar el conocimiento sobre Jesús y organizar peregrinaciones.

Algo que ha impedido la pandemia durante dos años, y que regresa ahora de la mano de la ansiada normalidad. La primera Delegación de Tierra Santa de la Provincia franciscana de Arantzazu partirá el 11 de octubre. El zarauztarra ejerce de guía, como viene haciéndolo desde hace casi dos décadas. “Somos cuarenta, no más, porque de lo contrario no es fácil domar a todo el grupo”, dice atendiendo a su propia experiencia.

“Como conozco lo que hay, cuando vayamos al Santo Sepulcro acudiremos a las 17.30 horas, en un ambiente mucho más recogido. Celebraremos una eucaristía en el corazón de la basílica”, detalla. “Por la mañana no es aconsejable ir, ni tampoco en fechas muy señaladas. Suelo recomendar no ir en Semana Santa, ni en Pascua, ni en Navidad”, indica el fraile.

Tierra Santa es, en todo caso, muchísimo más que el Santo Sepulcro. Son todos aquellos lugares en los cuales se desarrollaron escenas bíblicas. Comprende, por tanto, una vasta geografía que va desde Palestina, especialmente Cisjordania (Judea y Samaría), a Israel, Jordania, Líbano, Siria, Irak, “algo de Egipto” o Chipre.

Los frailes de la Custodia acogen desde hace siglos a los peregrinos que, a pie o por otros medios, llegan a todos esos países y lugares. “Somos 300 franciscanos con muchas casas de acogida repartidas, y con sede en Jerusalén”. En el epicentro, la ciudad situada en los montes de Judea, sagrada para las tres grandes religiones monoteístas del mundo: el judaísmo, el cristianismo y el islam. De ahí que sea inevitable ese “guirigay” en el Santo Sepulcro del que habla el zarauztarra. En el interior de la basílica se suceden liturgias de ortodoxos griegos, armenios y frasciscanos.

La tranquilidad del río Jordan

Una amalgama de gentes de la que trata de poner tierra de por medio Iturria. “Me busca buscar la tranquilidad de lugares menos frecuentados, como por ejemplo el Monte Tabor, de apenas 600 metros en la Baja Galilea”. En sus viajes también incluye la visita a la cascada y corriente salpicada del río Banias, una de las tres fuentes del río Jordán. El lugar del bautismo de Jesús le recuerda al franciscano a la Reserva Natural del Nacedero del Urederra, en Navarra.

“Me gustan esos atardeceres de color rojizo que no vas a encontrar en el interior de las iglesias, esa misma naturaleza que tanto le gustaba a Jesús”, cuenta el fraile, que también habla de sus visitas guiadas a Beit-Sahur, al sureste de Belén. No queda nada visible del “campo de los pastores” de los Evangelios, pero cuando visitan el lugar, “nos dividimos en grupos de cinco personas para entrar en cuevas, donde cada uno canta en euskera, en erdaraz o en el idioma que quiera, y dejamos que aflore ese niño y niña que todos llevamos dentro”.

En estas incursiones en Tierra Santa Iturria no se olvida del conflicto israelí-palestino. Para informar a los viajeros del conflicto social y armado por el control de Palestina suele contar con la colaboración del periodista Mikel Ayestaran. “Cuando se encuentra fuera, le suelo llamar a su mujer”, desvela el religioso.