El libro Movimientos sociales de Euskal Herria en la pandemia, presentado esta mañana en la Sala Duque de Mandas de la Biblioteca Municipal de Donostia, se engloba dentro del proyecto Solidary, que durante los últimos cuatro años ha venido analizando la situación de dichas agrupaciones en el País Vasco. El estudio está centrado en aquellos colectivos que trabajan el Antirracismo-Migración-Interculturalidad, el Feminismo, el Ecologismo y el Euskera. Pero la pandemia supuso un punto de inflexión en este análisis. La pregunta era otra. ¿Cómo se han adaptado los movimientos sociales durante y cómo creen que va a ser la actividad después de la misma?. Dicho libro pretende dar respuesta a toda una serie de preguntas relacionadas con la pandemia y sus efectos en la manera de trabajar de los movimientos sociales, en las relaciones que mantienen entre sí, en cómo se comunican, en cómo es el activismo y en cómo se reúnen

"La pandemia no ha hecho más que mantener ciertos cambios que se estaban produciendo en los movimientos sociales y en algunos casos, acelerarlos". Son palabras de Edorta Arana, investigador de Departamento de Comunicación Audiovisual de la UPV, uno de los autores que ha intervenido en la elaboración de este libro. Junto a él también han participado Marta Barba, Miren Guilló, Julen Zabalo, Marta Luxan e Iñaki Bárcena, todos ellos investigadores de la UPV.

Una de las conclusiones a las que se han llegado a través de este estudio es que la pandemia ha originado una progresiva búsqueda de sinergias entre los diferentes movimientos sociales. Esto es, que la gente pueda participar en varios a la vez. En opinión de Edorta Arana, "los movimientos sociales necesitan buscar puntos de conexión, de trabajo en común porque si no es difícil conseguir objetivos más amplios". También se ha afianzado la búsqueda de nuevas formas de participación y de organización de actividades. Lo presencial ha dejado de ser importante y se han abierto nuevas formas de participación virtual.  

Con la pandemia también se ha acelerado la existencia en los movimientos sociales de dos círculos, uno muy reducido y con muy pocas personas y otro más amplio. "El primero sería como la parte más ejecutiva, con la gente muy implicada, encargada de la organización, muy activa en el trabajo, y alrededor, otro círculo mucho más amplio, pero más laxo, participando en determinadas actividades, pero no tanto en la organización", explica el investigador de la UPV.

A raíz de la pandemia se ha producido, asimismo, una politización del espacio. "Durante bastante tiempo no se ha podido estar físicamente ni se han podido hacer actividades en la calle. Ahora la reocupación del espacio, el volver a salir a la calle, ha hecho que el espacio tenga ahora una importancia", analiza Edorta. En su opinión, "hay que recuperar la calle y volver a ocupar ese espacio". Agradece, en este sentido, que "se vuelvan a organizar eventos que suceden en la calle, que tienen que ver con la presencia, con la pancarta, con los carteles...". 

"Se funciona de un modo más explosivo"

Otra de las conclusiones a las que este grupo de investigadores ha llegado después del trabajo realizado mediante encuesta, es que "se funciona de un modo más explosivo". Un movimiento social puede pasar de una manera fácil de tener poca actividad y poca presencia a, de pronto, organizar algún tipo de actividad y conseguir el respaldo de mucha gente. "Se funciona con dinámicas un poco más impredecibles. La gente puede unirse a determinado campaña de una manera más rápida. Antes, se funcionaba más por acumulación. Ahora es más explosivo", reitera el investigador.