Cocina, economato, jardinería, almacén o biblioteca. Aunque en la cárcel de Martutene hay 160 funcionarios, el día a día en el centro se convierte en una maquinaria engrasada por los propios reclusos, que son quienes con su trabajo dan vida a lo que ocurre entre sus frías paredes. ?

En la prisión abordan muchas áreas: la educativa, la terapéutica, la prevención de suicidios, los programas de apoyo a la salud mental y aquellos que tratan de reconducir conductas violentas. También hay talleres ocupacionales, y no es extraño que de todo ello surja ese “estrés de la cárcel”, del que habla la dirección de la prisión.

Un estrés que puede llegar a ser laboral. De hecho, actualmente hay 75 personas internas con destino remunerado a las que se paga por horas. El mes pasado, el sueldo más elevado fue de 650 euros y el más bajo de 162.

Los internos cuentan con una tarjeta de gasto, con un límite de cien euros semanales. “La calidad de vida aquí te la dan el café y el tabaco. Si desaparecieran el tabaco y el café, se nos cae la cárcel”, dice gráficamente la directora de la prisión, Mirian Moreno.PASTORAL PENITENCIARIA

Todos los reclusos deben abrir las llamadas cuentas de peculio, donde se ingresa el dinero, bien el que puedan recibir de una prestación, por su trabajo o cualquier ayuda familiar. La pastoral penitenciaria se encarga de que los penados indigentes, de vida de calle, quienes no tienen ningún ingreso, cuenten con una asignación de unos 40 o 50 euros al mes.

El número de identificación del interno (NIS) y la cuenta de peculio son la base del sistema organizativo en prisión. A partir de ahí se plantea el resto. “Esta no es una cárcel dura, aunque es verdad que se hace una selección previa de los internos”, precisa Moreno, que no oculta las dificultades de la reinserción social: “son mejores presos que ciudadanos”.