Todas las celdas disponen de televisión y radio, pero el uso del teléfono móvil no está autorizado en la cárcel de Martutene y es motivo de expediente disciplinario. Hace unos días, los funcionarios del centro penitenciario detectaron tras una exploración con rayos x dos celulares de reducidas dimensiones a una persona que trataba de acceder con ellos al interior.

La exploración radiológica en los cacheos tras los permisos es una medida que se adopta, siempre con autorización judicial, cuando hay sospechas fundadas de que se han introducido objetos en el interior del cuerpo para burlar la vigilancia. La droga es el caso más habitual. Puede entrar en Martutene "de mil maneras", al igual que lo hace en todas las prisiones del Estado, según reconoce la propia dirección.

En ocasiones, son pelotas de tenis que han sido manipuladas las que vuelan desde el otro lado de los muros. Además de cacheos, una vez por semana acude al centro penitenciario la Unidad Canina de la Ertzaintza. "Tiene un efecto disuasorio, porque la droga en prisión no genera más que problemas", asegura la directora de la cárcel, Marian Moreno. "La droga descompensa, te lleva a la necesidad de consumir más y más, y aquí se acaban viendo las consecuencias, con internos que llegan a extorsionar a sus familias", describe con crudeza.

MENOS HEROÍNA Y MÁS PASTILLAS

Con el paso de los años, y la pandemia de por medio, se han reducido los consumos de heroína de otro tiempo. En Martutene ha llegado a haber 40 internos con metadona, intervención terapéutica para el tratamiento de la dependencia de la heroína. En la actualidad son ocho los reclusos que la consumen.

El testigo del caballo, que tanto se desbocó causando estragos en los 80, lo ha tomado ahora el speed, la conocida como droga de los pobres, y otras sintéticas. Los disolventes también se esnifan de manera frecuente. El resultado de todo ello es que "ya no vemos un deterioro físico como antes, pero sí psíquico. Hay jóvenes que han perdido la cabeza por estos consumos, con quienes es muy difícil trabajar".

Es un perfil complicado, porque es complejo poner límites a quienes te dicen que les da todo igual", expone la psicóloga, que durante dos décadas ha sido testigo de trayectorias vitales difíciles. A este respecto, el domingo pasado se disputó en el centro penitenciario un partido de fútbol entre un equipo integrado por reclusos y otro de un colegio de Aiete. "Fue emocionante", describe un funcionario veterano. "Aquí vives mucho drama a nada que empatices. La vida para algunas personas no es fácil".