Los tres chicos dan vueltas por el patio de la cárcel de Martutene un tanto aburridos. No se ve un alma ni en el frontón ni en la cancha de baloncesto. El resto de internos se encuentran en las celdas, de las que no saldrán hasta las 17.15 horas. Las medidas sanitarias contra el covid siguen presentes en la prisión, lo que provoca que la ansiada comunicación íntima de los presos de paso a cinco días de aislamiento, con su correspondiente PCR negativa.

Por eso caminan los tres, matando el tiempo, como lo hacen otras dos mujeres que dan vueltas en otro patio a esa misma hora del mediodía. Todos guardan cuarentena tras el contacto con el exterior. Los vis a vis, tan esperados por una parte, tienen la contrapartida de los cinco días de aislamiento posteriores, como continúa exigiendo el protocolo de actuación decretado por la pandemia.

Esta misma circunstancia permite observar el trato "familiar" que se dispensa en la cárcel. Uno de los tres reclusos aprovecha la visita para trasladarle a un funcionario los problemas que, al parecer, ha tenido con uno de los teléfonos fijos del centro. Esta misma escena no habría sido posible en una macrocárcel, donde toda gestión pasa por la correspondiente instancia.