"Yo ya no creo en la mascarilla. ¿Para qué vale ponérsela en la calle?"
Aunque el Gobierno Vasco la defiende como forma "efectiva" de cortar la transmisión del covid, desde hoy se puede guardar en el bolsillo en el exterior
Aunque hace escasos días la consejera de Salud del Gobierno Vasco, Gotzone Sagardui, insistió en la importancia de seguir utilizando la mascarilla tanto en interiores como en el exterior, abundando en la idea de que es una de las medidas más eficaces para "cortar la transmisibilidad del covid", lo cierto es que a partir de hoy tal obligatoriedad ya no existe.
Tras aprobar el Consejo de Ministros el Real Decreto que da paraguas legal a la decisión, ya publicada en el Boletín Oficial del Estado, desde hoy ya no es obligatorio usar mascarilla en el exterior, obligación esta que estaba vigente desde las pasadas navidades.
Para algunas personas este cambio supone un alivio mientras que para otras nada cambia, bien porque no se ponían la mascarilla en la calle o bien porque van a seguir poniéndosela.
Iker Lete, estudiante de ingeniería de 22 años, lo tiene claro. "Para mí no cambia nada, porque en la calle no me la ponía. Me he llevado alguna bronca cuando iba con la ama, que me decía que me la pusiera. Pero es que me parece una medida estúpida. Si vas por la calle andando, ¿cómo vas a contagiar, escupiendo?".
"He cumplido con todo hasta ahora. Me he vacunado, he estado confinado tres veces, la que estuvimos todos y dos más por contagio de familiares, me he hecho no sé cuántos antígenos y alguna que otra PCR... Pero ya esta última vez he dicho que no me ponía la mascarilla, que estaba harto. Ya vale", constata este joven que, además, pone el foco en otro tema. "Otra cosa que me enfada es que se nos eche la culpa de todo a los jóvenes, como si el resto hiciera todo bien. Pues en mi casa la primera que tuvo el covid fue mi madre, después los tuvieron mi hermana y mi padre. Yo me he librado, de momento".
Además, lamenta, "llevo meses sin poder hacer una farra en condiciones. Cuando salga con los bares abiertos voy a volver con los cruasanes".
Alaitz Agirre de 33 años, ha sido madre hace pocos meses, por lo que le ha tocado pasear mucho con su bebé. Agirre se define a esta alturas como "negacionista de la mascarilla". "No hago cosas que no sirven para nada. Tampoco voy con casco por la calle por si se me cae una maceta en la cabeza. Pues me parecen igual de absurdas las dos medidas", añade.
"Entiendo que en 2020, cuando se trataba de un virus desconocido y no se sabía muy bien cómo teníamos que actuar, se tomasen medidas de protección, pero ya está bien. La población ha respondido masivamente a la vacunación, creo que es para estar orgulloso. Pero basta ya de seguir con medidas que no valen absolutamente para nada más que para agotar y cabrear a la gente, que ya de por sí está muy harta de esta situación", incide.
"Desde que entró en vigor no me la he puesto ni un solo día. Creo que ya está bien de que se adopten medidas absurdas, que tras dos años de pandemia, se han demostrado que no tienen ninguna incidencia en el número de contagios", añade algo enfadada para después plantear un interrogante : "Me pregunto qué incidencia había cuando se decretó la obligatoriedad. ¿La mitad de ahora? ¿Una tercera parte? Queda bastante claro que es una medida absurda".
"Basta ya de regañarnos como si fuésemos niños que se portan mal. Que refuercen la sanidad pública de una puñetera vez, que inviertan en atención primaria, que está agonizando", apunta antes de irse.
Cristina Vaca y Sorkunde Aramendi son dos amigas que rondan los 50 años. Ambas coinciden en que tienen ganas "de que se vaya recuperando poco a poco la normalidad". Hasta el momento, aseguran, siempre han seguido las pautas marcadas por las autoridades sanitarias pero, añaden, que como gran parte de la población empiezan a estar cansadas.
"Yo he respetado desde diciembre la vuelta de la obligatoriedad "Yo he respetado desde diciembre la vuelta de la obligatoriedaddel uso de las mascarilla, pero tengo que reconocer que estoy deseando quitármela cuando voy a pasear", añade Cristina Vaca, idea con la que coincide Aramendi. "Hemos hecho todo lo que se nos ha dicho, pero pasa el tiempo y todo empieza a pesar".
Aramendi aprovecha para defender a los jóvenes. "Quiero decir que a mí los jóvenes me dan pena. Tengo hijos jóvenes que se han perdido un montón de cosas y, además, siempre se les está señalando".
Miren Ojembarrena también tiene hijas jóvenes y, además, es contacto de una persona vulnerable con la que se ha relacionado, y lo sigue haciendo, con sumo cuidado. "Cuando estoy en contacto con ella me pongo incluso doble mascarilla. He cuidado las relaciones, he vivido en una burbuja dentro de una burbuja. Pero en la calle ya no. No me la ponía tampoco antes, desde la obligación en diciembre".
"Cuido mucho las medidas, porque la persona vulnerable con la que contacto me lo exige. Sigo subiendo sola en el ascensor de casa y lo seguiré haciendo. No tengo casi relaciones sociales. Pero si voy a pasear no la voy a usar, necesito respirar", concluye.
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