- La crisis pospandemia trae consigo un inevitable aumento de la presión sobre los recursos públicos, por lo que “será especialmente importante estar alerta para que se atiendan todas las formas de violencia contra las mujeres”, constata el informe de Emakunde. Entre otros muchos perfiles, es preciso tener en cuenta que en la CAV en torno a un 11% de las mujeres presentan algún tipo de dependencia o limitación, lo que en ocasiones conlleva “un mayor riesgo de sufrir algún tipo de violencia”.

El documento hace mención especial a las mujeres que sufren enfermedad mental o son de avanzada edad. El motivo de preocupación es que “pueden llevar padeciendo situaciones de violencia por parte de sus parejas de forma muy prolongada en el tiempo y no sentirse aludidas por las campañas de información y sensibilización puestas en marcha”.

A menudo no han tomado conciencia de la situación en la que se encuentran y, al mismo tiempo, han podido enfrentar mayores obstáculos relacionados con el aislamiento. En este contexto, el informe advierte que migrantes, refugiadas, solicitantes de asilo y retornadas pueden enfrentarse en estos tiempos tan inciertos a mayores riesgos de ser agredidas física, psicológica y sexualmente.

De hecho, casi cuatro de cada diez víctimas atendidas por la Er-tzaintza en 2019 eran de origen extranjero. “Socialmente pueden aumentar la xenofobia, el estigma y la discriminación hacia ellas, así como las dificultades de acceso a servicios para satisfacer distintas necesidades, entre otras, sus necesidades sanitarias. Pueden incrementarse debido a la situación administrativa irregular de algunas de ellas”. La de las mujeres que ejercen la prostitución es también especialmente delicada. Cabe considerar que durante el estado de alarma han dejado de tener ingresos y que se mueven en el marco de la economía sumergida. “La creciente vulnerabilidad las expone a ser víctimas de mayores abusos y explotación. Además, el riesgo de contagio es mayor para ellas”.

Los estudios más recientes sobre personas en exclusión residencial grave subrayan que las experiencias de las mujeres sin hogar están marcadas por una violencia de género que ha sido invisibilizada durante años. Se estima que el 20% de las mujeres que ha dormido en la calle ha sufrido violencia sexual y el 30% ha sufrido agresiones físicas. La propia pandemia ha puesto de manifiesto, en todo caso, que los recuentos de los estudios realizados hasta la fecha ofrecían una fotografía incompleta de la dimensión del problema.

Migrantes, refugiadas, solicitantes de asilo y retornadas pueden enfrentarse a mayores riesgos de ser agredidas