a irrupción del COVID, el confinamiento y la desescalada. Cada cual la ha vivido de diferente manera este duro proceso que no llegará a meta hasta que el virus desaparezca de nuestras vidas. Pero hay colectivos a los que las dificultades se les acumulan. Este es el caso de las personas ciegas o de baja visión.

Inmaculada Ferrero es "cero, cero", no ve nada. En la sede de la ONCE de Donostia explica que en su caso, el confinamiento y las limitaciones de movimiento han sido en cierta medida un alivio. "Yo vi y tengo en mi cabeza una cuadrícula de la ciudad. Pero cuando hay mucho ruido y mucho movimiento me despisto", apunta Ferrero.

"Al no ver nada el ruido no es un punto de apoyo, mis sensaciones son táctiles. Voy andando y toco un alcorque que tengo controlado o piso una tapa de alcantarilla y sé dónde estoy. Si hay mucha gente pierdo estas referencias", explica.

No tiene la misma sensación Roberto Doval, director de la ONCE en Donostia. Él tiene resto visual y sí ha notado cambios negativos en su día a día. "Durante el confinamiento las referencias de una persona ciega o con baja visión desaparecen, porque desaparece la actividad y la ciudad se vuelve un lienzo en blanco", explica.

Y es que con la ciudad en suspenso ya no hay ruidos ni olores, lo que dificulta disponer de esas necesarias referencias. "Yo en las tiendas lo he pasado mal. En mi frutería habitual las barreras físicas que han puesto me dificultan ver la gestualidad del frutero y cuando pregunto desde la distancia no veo qué responde con sus gestos", añade Doval

Ferrero, responsable del Club de Lectura, del Cine Fórum y el aula de debate de la ONCE, entre otros cometidos que asume con entusiasmo; no ha vivido con angustia su salida a las calles vacías. "La tranquilidad con la que he bajado la basura sin que me venga un patinete, ha sido una gozada", explica.

Ante una situación tan anómala la ONCE ha elaborado un listado de consejos para sus asociados, recomendaciones que coinciden con las que se han dado a la población en general pero que suma aportaciones muy específicas. Por ejemplo, se recomienda identificarse como persona ciega con el bastón o perro guía para garantizar que se mantiene la distancia interpersonal, una distancia que ese mismo bastón puede ayudar a controlar.

Además de tener que desinfectar el bastón al llegar a casa, se sugiere, por ejemplo, adoptar medidas de higiene constantes con las manos ante situaciones diversas, como cuando se tocan carteles braille. "He seguido las instrucciones a rajatabla, porque hay algunas cosas que no tomas en cuenta y este decálogo nos las recuerda", asegura Ferrero.

Las situaciones y sensaciones varían. En lo que sí coinciden Doval y Ferrero es en que la gente "trata de ayudarte", aunque no lo haga bien. "Te agarran de la mano en la que llevas el bastón o te hacen cruzar la calle a gran velocidad. A veces, en vez de agarrarnos para guiarnos es mejor que nos den instrucciones y al hablarnos, es conveniente que lo hagan desde atrás al oído".

La ciudad, añade, está llena de riesgos para las personas ciegas, desde los andamios a los toldos, las bicicletas estacionadas en las paredes y un largo etcétera de barreras. "Este verano low cost con menos viajes invito a la gente a que practique deporte de riesgo y salga a la calle con un antifaz y un bastón para dar una vuelta. Ya verá lo que es. La ciudad es una selva".

En este complicado momento hay un grupo de personas que lo pasan especialmente mal: los vendedores de cupones que han vuelto a la actividad. Lo explica Doval. "Estamos adaptando las recomendaciones de prevención a las personas de baja visión. Pero cuando se es ciego hay que tocar para identificar cosas, como las monedas, cupones y billetes. No pueden usar guantes y la higienización de las manos debe de ser constante". "También apelamos al sentido común de la ciudadanía, que no se pongan encima de los vendedores porque, además, muchos tienen más patologías que los hacen más vulnerables", apunta Doval, que también pide "más empatía" para que, por ejemplo, se informe a las personas con problemas de visión de la existencia de colas, distancias etc.

Hay un factor muy a tomar en cuenta y que agrava la experiencia del confinamiento: la soledad. Ferrero vive con su marido, tiene hijos, pero muchos de sus compañeros en la ONCE viven solos. A partir de la irrupción del COVID, subraya, el servicio de apoyo psicológico que oferta la organización les ha resultado fundamental.

"El decálogo de instrucciones ha sido muy útil, pero el apoyo psicológico, los consejos para entretener tu tiempo, las llamadas telefónicas, las recetas de cocina... Todo eso ha sido todavía más importante. A mí los consejos para planificar el día, para estructurar mi rutina me han venido muy bien", subraya Ferrero.

Doval tiene claro que ese apoyo emocional a los afiliados durante el confinamiento ha sido vital y fruto de un trabajo conjunto del equipo de la ONCE, con una participación destacable de los profesionales de la informática. "Involucramos a todo el personal, también a las profesoras de gimnasia, y se ha hecho un gran trabajo para que todos los contenidos sean accesibles. Todas las recomendaciones han sido por audio", concluye Doval que pone el acento en la forma en la que se ha adaptado el servicio a las distintas necesidades. "Las personas mayores no tienen control de las nuevas tecnologías y hemos invertido muchas horas en llamadas telefónicas, con el teléfono de siempre", recuerda.

"Yo tengo la cuadrícula de la ciudad en mi mente y cuando está vacía me muevo mejor"

Club de lectura de la ONCE

"Guardar las distancias hace que no distinga los gestos y eso entorpece la comunicación"

Director de la ONCE en Donostia