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Nace una asociación de familiares de usuarios de residencias para “dar voz” a mayores dependientes

Gipuzkoako Senideak pide humanizar el cuidado de los mayoresLamenta que el conflicto laboral hace que tengan que asumir tareas que no les corresponden

Nace una asociación de familiares de usuarios de residencias para “dar voz” a mayores dependientes

donostia - El cuidado de personas mayores dependientes que afrontan la recta final de su vida en un centro residencial es un reto de por sí complicado que, en un ambiente de refriega dialéctica y permanente crispación laboral, llega a complicarse exponencialmente. Un año ha transcurrido desde que comenzaron las movilizaciones y paros intermitentes en las residencias de Gipuzkoa en demanda de una mejora de las condiciones laborales. El conflicto, lejos de entrar en vías de solución, se mantiene. Las trabajadoras, de la mano del sindicato ELA, secundan desde el jueves pasado otra huelga que se prolonga esta vez durante un mes, en el marco de un conflicto entre patronal, sindicatos, Diputación, y un testigo mudo hasta ahora, como son los familiares, que han decidido dar un paso adelante y organizarse para “dar voz” a sus mayores y mediar como interlocutor.

Gipuzkoako Senideak ultima esta semana la tramitación para darse de alta como asociación. El único animo que les mueve, según refieren, es garantizar un trato digno a sus seres queridos, “humanizar la atención”, algo que perciben que se ha ido diluyendo con el discurrir del tiempo, en la medida que, según observan, se ha disparado el número de usuarios por encima de los medios que se ponen a su disposición.

En torno a un centenar de familias respaldan por el momento la iniciativa. Son conscientes de que tarde o temprano todos vamos a depender de los demás en mayor o menor medida algún tramo de la vida. “Ahora estamos en medio de un conflicto, pero antes de que estallara algunos de nosotros ya habíamos planteado la posibilidad de asociarnos. En algunos casos, se está incumpliendo lo pactado en el cuidado de las personas residentes. La situación ha cambiado con el paso del tiempo, cada vez hay más necesidades y aumenta la demanda, pero los ratios continuan igual y a nuestros familiares no se les atiende debidamente”, insiste Xabier Pierrugues, uno de los integrantes de la agrupación.

La madre de Silvia Piqué está ingresada en un centro residencial. “Por las tardes hay dos cuidadoras para 23 personas. He llegado a ver a alguna de las trabajadoras llorar de impotencia al verse tan desbordada. Es una atención muy específica que requiere de un gran esfuerzo físico. Hay que trasladarles con grúa para ir al baño. Si no hay contratiempos igual salvas el día, pero ante cualquier incidencia con dos personas resulta a todas luces imposible”, sostiene la mujer.

La nueva asociación defiende que las personas mayores merecen una “vejez en paz y dignidad”. Reclaman a las instituciones “un enfoque humano más allá del puramente económico” que permita gestionar el problema que plantea el paulatino envejecimiento poblacional.

Durante el último año, los sindicatos -especialmente ELA- han cargado tintas insistentemente contra la Diputación, a la que han llegado a acusar de impulsar “un ámbito de negocio con nuestros mayores para empresarios afines”. El Ejecutivo foral replica que, con datos objetivos sobre la mesa, de las 5.000 plazas residenciales disponibles en el territorio, “más de un 81% están gestionadas por entidades sin ánimo de lucro o por administraciones públicas”. La Diputación se compromete a seguir garantizando la atención a las personas mayores en los centros residenciales y maneja de plazo hasta 2021 para acabar de desplegar el Mapa de Servicios Sociales.

“El problema para nosotras -incide Piqué- es que el tema se ha quedado en un punto muerto. La Diputación está mirando hacia otro lado y nos dice que no es quién para mediar en el asunto. Las empresas buscan su negocio, y mientras tanto están los residentes, nuestros familiares, sufriendo las consecuencias. No me suele gustar hablar en términos económicos pero en este momento casi se puede decir que hay una estafa de por medio. Nos dicen que se está garantizando el 80% de los cuidados pero las facturas siguen siendo del 100%. ¿Qué pasa con el resto?”, se pregunta Piqué.

La madre de Marijose Santos ocupa una plaza residencial desde junio. No oculta que durante este tiempo ha tenido algún que otro encontronazo con la empresa. “Le han cambiado de habitación y ahora la comparte con una persona que padece demencia, cuando mi madre está perfectamente bien de la cabeza. Entiendo que es algo totalmente contraproducente para su equilibrio emocional y su bienestar. Ayer lloraba. Decía que se quería marchar. Que necesita poder hablar con alguien, y como su compañera está demenciada le han colocado una esponja en los barrotes de la cama y no puede verla. Así no puede seguir. Lo que sí necesita mi madre es una persona que le ayude a ir al baño, pero como no hay suficiente personal y ella está bien de la cabeza, coge su taca-taca y va como puede, aún a riesgo de caída”.

No quieren que les rebajen ninguna cuota, pero sí que atiendan a sus familiares “como es debido”. Aseguran que si la situación actual no ha llegado a ser insostenible se debe al tiempo que están dedicando las familias a unos cuidados que, sobre el papel, no les corresponden. “Somos algo así como trabajadores ilegales que venimos a paliar una situación que de otra manera se habría desbordado. Así es fácil que las empresas sigan cómodas porque continuan cobrando lo mismo, aunque a las trabajadoras se les recorte la parte correspondiente. Para la Diputación también es sencillo seguir manteniendo la misma postura”, sostienen los miembros de la asociación, que piden explorar un modelo de atención en el que “la gestión pública sea más directa”.

Los integrantes de la nueva asociación, en virtud de los testimonios recabados durante las reuniones que han mantenido, perciben grandes diferencias entre unos centros residenciales y otros, “a pesar de que todos pagamos lo mismo”. Durante la charla refieren situaciones opuestas, por ejemplo, en lo que a la calidad de la comida se refiere. La falta de personal es algo que todos perciben. “No puede ser que venga una persona a visitar a su padre y se lo encuentre orinado de arriba a abajo. Hay quienes pasan demasido tiempo con el pañal húmedo y surgen problemas de hongos, o derivados del sudor por estar todo el día sentadas en la silla de ruedas”, expone Pierrugues.

En una entrevista reciente a este periódico, la diputada de Políticas Sociales, Maite Peña, reconocía que el seguimiento de la huelga es desigual, lo cual se traduce en que unos centros no la secunden mientras en otros casos los paros sean más acusados. Es en esas residencias donde se están reforzando las inspecciones para garantizar que se presten los servicios mínimos, especialmente en cocina y lavandería, según explica la Diputación. “No entramos a valorar ni a incidir sobre las condiciones laborales, que competen a las patronales y a los sindicatos. Sí que nos centramos, sin embargo, en cuestiones que tienen una incidencia directa en las condiciones laborales. Una de ellas son los ratios de atención. Estamos trabajando para ver cómo podemos incrementarlos. Por cierto, son los más altos de Euskadi y, por descontado, del Estado”.

La Diputación admite que los perfiles de los usuarios de los centros son cada vez más complejos y que hace falta organizar las residencias de otra manera, con una atención más personalizada, siguiendo la máxima de “si no es en casa, como en casa”. Para ello, la innovación tecnológica se antoja clave. “Estamos dando pasos para introducirla poco a poco en los centros residenciales con el fin de facilitar el trabajo. Es muy importante hacerlo debido al esfuerzo físico necesario”, indica Peña.

Entretanto, los familiares piden respuestas más inmediatas. “Toda esta situación les genera un estrés tremendo, algo que vemos con preocupación en el día a día”. Por establecer un paralelismo con la comunidad educativa, los miembros de la asociación dicen querer cumplir la función de asociación de padres y madres que vele por el buen funcionamiento del centro. “Como los residentes tienen muchas veces sus facultades mentales mermadas, es bueno que exista una asociación de familiares. En otro tiempo hubo una que, con el curso del tiempo, desapareció. Esta ha surgido ahora en el marco del conflicto, pero sería bueno que siguiera tras él”, coinciden sus miembros.