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De brujas y apuntes quemados

El rito del fuego, la hoguera de San Juan, “se transforma” para sobrevivir al paso de los siglos. En esa “noche mágica” arden los miedos y se abren nuevas etapas. ¿Qué simboliza? “Es una forma de decir que seguimos vivos”, dice un experto

De brujas y apuntes quemados

En plena era digital, una de las celebraciones más antiguas, la noche de San Juan, con sus llamas elevándose al cielo, sigue “más viva que nunca” y continúa cautivando a las nuevas generaciones, que ya no creen en brujas, pero siguen echando sus apuntes de estudiante a la hoguera y confían en un futuro mejor. En el cambio hacia una nueva etapa. El etnógrafo Xabier Kerexeta, estudioso en la materia, analiza el origen, significado y transformación de una “noche mágica” y “llena de simbolismo”. Lejos quedan los versos que aprendió de su abuela: San Juan Bautista, San Juan Bautista; ona barrenera, gaixtua kanpora, sarna fuera. Tres veces repetido.

Es “imposible” determinar con exactitud desde cuándo se celebra el solsticio de verano, pero desde luego “no es una fiesta religiosa, aunque se llame San Juan” y se haya “tratado de cristianizar”, explica Kerexeta, miembro del Departamento de Etnografía de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. En todo caso, admite, “el propio San Juan, entre todos los santos cristianos, si no es el más pagano, es de los más. Las navidades también son una cosa muy pagana, aunque hoy se nos haya olvidado, porque se ha cristianizado mucho con el nacimiento de Jesucristo. Pero en sí, los ritos que se hacían al pasar el solsticio del año: el fuego, el agua y las plantas, son paganos. Y los de verano, como este de San Juan, se hacen más en el exterior, tanto el fuego, el agua, como la recolección de plantas y flores, ya casi olvidados”, asegura.

El día de San Juan (24 de junio), quizá porque no es festivo oficialmente, “ha quedado más vinculado a la noche (la víspera, día 23), que es más pagana. Es un momento de transición. Al amanecer, cuando el primer rayo de sol cae, en ese momento, se acabó la magia”, afirma Kerexeta.

“No hay ritos cristianos en sí, salvo en fiestas de algún pueblo, que hacen misa, y es llamativo también que San Juan no ha caído en el consumismo; eso me parece muy interesante etnográficamente, puesto que vivimos en una sociedad muy consumista y las fiestas, por tanto, también lo son. Se utilizan cosas viejas para quemar y en eso también es una fiesta bastante pagana. Y sin ser rural, porque también es urbana, no está ligada a una cosa muy concreta ni algo local. Y lo más llamativo es que se celebra prácticamente en todos los pueblos. En todo Euskal Herria y todo Europa, incluso en algunos países musulmanes, aunque tengan otro calendario, ligado a la luna en vez de al sol, esta fiesta se mantiene”, indica.

Y lo hace porque ha ido transformándose. “Las nuevas generaciones le han ido dando su sentido” e “incorporando sus propios ritos”, como echar los apuntes al fuego. “Antes echábamos trastos viejos, porque había más cosas de madera, y ahora eso se hace menos. Quizá porque muchas cosas son de plástico, pero sí existen las ganas de quitarse las cosas viejas de encima e iniciar otra etapa”, añade Kerexeta.

“Nos estamos reformando constantemente. Le llamamos fiesta del fuego, y es así, pero ha sido también la fiesta del agua, con muchos ritos ligados a ella. Porque se iba en busca de agua y eso en algunos lugares de Euskal Herria aún sucede, como San Juan xar, en Igantzi (Nafarroa): esas aguas son medicinales, Son buenas para las enfermedades de la piel; o así lo creen. En Aia, ahí está Iturriotz, una de las entradas principales del monte Hernio, con la ermita de San Juan y junto a ella una fuente. Y es verdad, que no solo en entornos urbanos, sino en los rurales, se han perdido mucho los ritos del agua, como se han perdido en navidades y han quedado solo los ligados al fuego”, señala.

cuando bañarse era mágico ¿Quizá porque es muy vistoso? “Lo es. El fuego provoca fascinación en los niños y en los mayores también, quizá más aún porque el fuego hoy ya no lo vemos y tenemos cocinas de inducción. Esta fascinación ya no la provoca el agua, porque hemos convertido bañarnos en algo cotidiano. Antes, hasta la generación de nuestros padres, se bañaban una vez a la semana o menos, y meterse en el agua o en el mar, si tenías la playa al lado, era algo especial. Pero eso, hoy en día, no tiene ese sentido ritual, purificador”, explica el experto.

En Miarritze, por ejemplo, “está la llamada Playa de los vascos (Euskaldunen hondartza), porque de los pueblos de al lado y del interior de Lapurdi iban a bañarse en la noche de San Juan. La fiesta se hacía allí y se bañaban esa noche, porque era entonces cuando tenía virtudes especiales. O así lo creían”, expone Kerexeta.

gallos de londres y ramo de espino “Es una noche mágica. En Santander, por ejemplo, se decía que en la noche de San Juan se escuchaban los gallos de Londres cantar. Es muy bonita esa imagen, la noche es tan limpia, prístina, y el agua también es tan especial que, fíjate, lo lejos que está Londres, y aún así, se escucha a los gallos. Por eso, en los mitos, si quieres robar el peine de las lamias o las ropas, tiene que ser en la noche de San Juan. Y los helechos florecían, y si los cogías, en ese momento mágico, serías rico por siempre. Hay que explicar y dejar claro, que el helecho no florece. ¡Pero esa noche sí! Fíjate si era mágica. Ese es el tercer elemento que hoy día está perdido. El de las plantas y flores”, indica el experto.

Según Kerexeta, aún en algunos pueblos se mantiene lo de poner ramos en la noche de San Juan, de espino o bien de flores de otros tipos. “Están bendecidos, pero no en la iglesia, sino que tienen esas virtudes mágicas porque las habías recogido esa noche y por eso tenían propiedades curativas o servían para proteger las casas de las tormentas”.

En los caseríos, aclara, los ritos siguen manteniendo rescoldos del pasado. Como echar tiros, petardos o cohetes. “Una costumbre de hace tiempo”, añade Kerexeta: “Lo de echar tiros o fuegos de artificio de los balcones, incluso en el siglo XV y XVI, en Reyes, en el ciclo navideño, en Iruñea estaba prohibido porque era peligroso, al tratarse de un entorno urbano. Pero se hace en los caseríos. En el nuestro (en Irun), concretamente, se hace el fuego grande, a ver quién se atreve a saltar; y el pequeño, y ahí se hace el rito de las plantas, se queman ahí los ramos bendecidos del año anterior. O no tan bendecidos, hoy, y sobre ese fuego se hace el ritual: San Juan Bautista, San Juan Bautista, ona barrenera, gaixtua kanpora, sarna fuera. Tres veces cantado”.

Según Kerexeta, en muchos caseríos se echaban las cenizas en los pastos, se quemaban sapos y culebras para protegerse contra las brujas; el humo y el agua eran “purificadores” y también era beneficioso bañarse en el río o andar de noche, incluso desnudo, o “tumbarse sobre la hierba y mojarse con el rocío, que esa noche también era mágico”.

Las cosas cambian, se transforman, admite este experto, pero “en nuestra casa, quizá porque venimos de Navarra y por inercia, los primos sí mantenemos algunos ritos. Y en Irun otros cantaban. San Juan heldu da, sorginen begia galdu da, galdu bada, galdu bedi, berriz ez daiela etorri... y en otras versiones: berriz agertu ez baledi. Es una noche para espantar a las brujas. La bruja ha perdido el ojo. Es simbólico. Se refería al mal de ojo. Esas cosas han perdido el sentido y cuando sucede eso, o se transforman o se pierden; y por eso, la mayoría de las canciones se han perdido. La gente salta sobre la hoguera y punto”.

Pero surgen nuevos ritos que ocupan el lugar de otros y “mantienen viva” la fiesta. “Quemar los apuntes, o poner en un papel lo que quieres que desaparezca, y echarlo al fuego. Eso no lo hacían nuestros abuelos, entre otras cosas, porque entonces no se escribía. Es nuevo. Pero fíjate lo pagano que es, totalmente, que incluso sin creer, se crean nuevos ritos y están ligados a nuestra sociedad”.

“sentido colectivo” El secreto del éxito es que San juan sigue apelando a nuestro “sentido colectivo”, según Kerexeta. “Antes el fuego purificaba. Ahora los jóvenes intentan demostrar a ver quién tiene menos miedo, o quién salta más. Decimos que es un juego, pero se hace ante los demás. Se enseña públicamente lo valiente que soy. Delante de todo el pueblo. Por eso es importante el componente de la colectividad”, añade.

“Es una forma de decir: aún estoy aquí. Y lo tengo que hacer públicamente, en este colectivo; y este colectivo le dice a otros, mira, lo hemos hecho. Por eso el dar fuego a la hoguera de los del barrio de al lado... Ahí hay una representación social. No son todo cosas venidas del pasado. Es más complejo de lo que parece. Y aún hoy, aunque sea inconsciente, refleja muchas cosas. Es como decir que estoy vivo”, concluye.