DONOSTIA - La ausencia de un ser querido requiere de un posterior proceso de duelo que nunca es igual, como diferentes son los individuos. Pero en el caso de las personas mayores este trance, en muchas ocasiones, resulta silenciado y se pasa en soledad. Izaskun Andonegi, terapeuta y presidenta del servicio de apoyo al duelo y enfermedad grave avanzada, Bidegin, explica que el modo de afrontar el duelo depende de la personalidad de cada cual, no tanto de la edad que figura en el DNI, aunque pese.

Cuando una persona llega a cierta edad y pierde a un ser querido casi se le pide resignación, que lo acepte como un proceso normal.

-Eso ocurre y mucha gente no se da cuenta de que ocurre. Es un duelo desautorizado, que la sociedad de alguna manera no contempla o no autoriza a vivirlo en su totalidad. El duelo, a cualquier edad, es una experiencia que se añade a lo que ya somos y que afecta a la persona en su totalidad. En las personas mayores es lo esperable, a veces lo deseable, pero se minimiza. Se espera mayor adaptabilidad porque ya han sufrido pérdidas.

¿Y no es así?

-A este tipo de duelos que llegan en la última franja de la vida se les añade, normalmente, una pluripatología. Además, el duelo de las personas mayores está teñido de soledad y de poco entendimiento social. Aquí vienen pocas personas mayores pidiendo ayuda, porque existe esa presión social esperando que se adapten. También hay que añadir la pérdida de relaciones sociales y que son más interdependientes y necesitan de las personas para desarrollar las actividades diarias. Todo se suma.

¿Esa soledad es un agravante en el duelo de las personas mayores?

-Tienen una escasa red social, en ocasiones nula. Además, hay que considerar el añadido de que a veces se sienten como una carga para su entorno familiar, aunque esto vaya en función del carácter de las personas, de cómo han sido. Pero a veces el duelo en las personas mayores se suele convertir en un duelo complicado y tiene que ver con los factores relacionales, de falta de red social y de apoyo. Aunque esto tiene la misma importancia en todas las franjas de edades.

Cada persona es un mundo.

-Claro. Un duelo a veces se complica no solo por el impacto que produce el trauma, la noticia de la pérdida. Por aquí pasó un hombre próximo a los 80 años que quedó viudo y estaba como náufrago en mitad de la nada, con una incapacidad de adaptación a lo cotidiano brutal y eso que su mujer murió fruto de un proceso de enfermedad, no repentinamente. No es tanto el impacto de la pérdida, sino la falta de apoyos en el momento de ese impacto y del proceso posterior, que en la edad avanzada se traduce en soledad.

¿Ocurre que esa persona ante la muerte de un ser querido se enfrente a su propia muerte?

-Totalmente. A estas personas les acucia la idea de que no tienen tiempo para resolver su duelo y eso les crea angustia y ansiedad. Muchas expresan sus emociones mediante las somatizaciones. Lo vemos en la disminución de horas de sueño, descuidan su alimentación y dejan de cocinar porque falta esa persona. Responde a la reflexión de ¿para qué, si me queda poco por vivir?

¿El proceso es diferente en función de quién es la persona fallecida?

-Cuando se pierde un hijo e, incluso, un nieto aparece una respuesta que se ve en las personas mayores y que es la culpa del superviviente: Se espera que sea yo la que muera, ¿cómo puede fallecer mi nieto que tiene diez años?. Lidiar con una culpa desadactativa en estas edades hace que se complique el proceso. La persona mayor necesita ser entendida, vista, autorizada, tocada. Necesita personas que no le infantilicen en su proceso, que sean capaces de ver a la persona en su totalidad, con la sabiduría que trae la vida.

Quizá ocurre que sobreprotegemos a esas personas, que tomamos decisiones por ellas.

- Cuando acompañamos a una persona tenemos que acompañar desde la presencia, respondiendo a la necesidad de la otra persona y a veces necesita algo muy práctico. Hay personas que no requieren tanto ser escuchadas, porque muy lícitamente expresan su dolor en privado sin necesidad de compartirlo en familia. Pero la actitud siempre es la misma: respeto, no tener prisa, no enjuiciar y atender lo que va aflorando en la persona. Pero eso independientemente de la edad.

La demanda de ayuda depende de la forma de ser de cada cual

- Sí, depende del perfil de la personalidad. Hay personas que son muy dependientes, que piden desde la queja o el victimismo. Pero lo habrán hecho toda la vida. También hay personas muy independientes que tienen dificultades para solicitar ayuda o dejarse ayudar, porque han asumido siempre el rol de dar ayuda.

Pero la edad tendrá un peso

-Claro. No es lo mismo afrontar una pérdida en edad infantil, que en edad adulta. A lo largo de la vida se tienen experiencias que ayudan a ver dónde estás, que invitan a reflexionar. Por eso es esperable que las personas vayan madurando. Pero, insisto, eso es solo un factor. Lo que marca la diferencia en la respuesta tiene que ver con la personalidad.

¿Que en la vida se vayan acumulando ausencias influye?

-Hay quien va acumulando las pérdidas, no las resuelve. Es lo que llamamos trauma acumulativo. Aprendes a sobrevivir pero de forma no muy adaptativa: trabajando mucho, cayendo en adicciones... Conductas evitativas, haciendo esfuerzos para no pensar en lo que pasa. Cuanto más tiempo se esté en esa situación ,más costará responder a una pérdida, cualquier tipo de pérdida, no solo un fallecimiento. Respondemos en función de lo que acumulamos, si entretenemos las dificultades y no las resolvemos, a los 80 haremos lo mismo.

¿Se llega a decir “no puedo más?

-Puede ser que respondas con un no puedo más o entendiendo que la vida es un camino de pérdidas y ganancias. Claro que vamos perdiendo pero también ganamos en otros valores y dimensiones. Vamos encontrando personas nuevas en la vida, desde nietos a compañeros que se conocen en distintas situaciones. Me voy a un cohousing o una residencia y hago nuevas relaciones. Según la actitud que se tenga, toda la vida se puede seguir encontrando personas.

¿Hay que buscar soluciones a la soledad más allá de las redes familiares?

-Hay que trabajar en herramientas comunitarias. Lo estamos viendo ya. Perfiles de personas independientes que envejecen saludablemente pero que van perdiendo funcionalidad. Las relaciones son el factor más importante para envejecer saludablemente y la sociedad ya está respondiendo con propuestas como el cohousing o las residencias, en casos de mayor dependencia. Respondemos juntándonos, para envejecer juntas.

Pero no siempre se busca esa compañía.

-No. Hay personas que se quedan en su casa como en un búnker. No quieren salir ni que les ayude una persona o cuidador de fuera. Para aceptarlo las personas tienen que reconciliarse con su dependencia. No es solo la pérdida de la vida, sino de la funcionalidad y es un proceso que todos atravesaremos, porque la mayoría moriremos así, no de forma súbita.

A veces intentando ayudar entramos como un elefante en una cacharrería. Tiramos ropa, apartamos recuerdos...

-¡Cuánto daño se hace con esto!. Recientemente una mujer que había enviudado me hablaba de eso, de cómo los hijos le estaban organizando la vida. Decía, sufriendo, que se estaba quedando en un segundo plano. Lo entendía y lo validaba, comprendía que lo hacían con buena intención y por cuidarla, pero decía ¡que me dejen decidir! Fue al armario y ya no estaban las ropas de su marido porque, afirmaban los hijos, le hacían llorar.

¿Y no es así?

-En los procesos de duelo vemos que hay objetos transicionales que nos ayudan a efectuar esa adaptación al mundo sin el ser querido. Preguntemos, siempre. Pasa con los niños y los abuelos, parece que tenemos que decidir por ellos. Hay que preguntar cómo lo hacemos, qué es lo que necesitan. Se hace con buena intención pero sería muy distinto si les miráramos a los ojos y les dijésemos: explicarnos qué sientes, qué es lo que te viene bien.

Puede ocurrir que tiren la toalla.

-Sí. Otra cosa es ver que esa persona se queda en la cama con las persianas cerradas, que no se lava, que no se cuida, que se aísla todavía más. Entonces sí, actúas y le llevas al médico. Pero la mejor medicina siempre es la relación, porque vivimos muy deprisa.

¿Es frecuente que las personas mayores acudan a un profesional?

-Llevamos aquí 10 años y las personas mayores de 70 años que se han acercado no supondrán más del 5%. Muchas vienen porque los hijos les dicen que vengan y eso no funciona. Están unas pocas sesiones, pero no necesitan eso. Además hay estudios que señalan que hacer una psicoterapia en edad avanzada es contraproducente porque puede mover cosas, recuerdos muy antiguos sin resolver, lo que unido a la ansiedad que les crea no tener tiempo para resolverlo no resulta muy adecuado. Tenemos que acompañar desde un punto de vista que guarda más relación con las relaciones humanas, ayudar a vivir el duelo como cada cual necesita. Es mucho más sanador, porque una persona en duelo, joven o mayor, necesita unas relaciones de apoyo que comprendan, que no juzguen y que no tengan prisa.