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“Hay quien no entiende que te pueden condenar por insultar”

Es uno de los profesionales que comparten herramientas sociales con los hombres condenados por violencia de género para desempoderarles y deshacer la ceguera social

“Hay quien no entiende que te pueden condenar por insultar”

Donostia- Las estadísticas son cómodas porque permiten hacer evaluaciones, pero él es más de emociones, de vidas distintas que vive a diario. Jorge Freudenthal (Iruñea, 1978) se refiere a familias que le trasladan con orgullo los cambios interiorizados por el condenado, de esos otros -la mayoría- que llegan “asustadicos, con el culo prieto”, de los que acaban llorando, de los neomachistas parapetados tras discursos populistas. “Algunos te dicen, es que ahora no le puedes llamar guapa a una tía. Y yo les digo, ¿si esa mujer va con su pareja se lo dirías? Y me dicen que no, claro, por respeto. ¿Por respeto a quién? Les pregunto. A su pareja...”.

¿Hay abogados que instrumentalizan este tipo de programas?

-Sí. Entiendo que intentarán hacer lo mejor para sus clientes, pero al final se instrumentaliza la Justicia. Lo que ocurre es que yo también quiero lo mejor para mi trabajo. Y esa instrumentalización que a veces se hace desde la abogacía entorpece mi trabajo.

Muchos de los que llegan al programa Gakoa no entienden por qué están ahí. ¿Cómo es eso posible?

-Si uno no entiende en qué consiste la violencia de género; si no entiende que por insultar y amenazar te pueden condenar? Es como los nuevos delitos de tráfico que costó mucho meter a la gente en canción y hasta que no se les tocó el bolsillo no espabilaron. Pues esto es algo parecido. Si no hay una mentalidad y gran parte de la sociedad no ve la violencia de género como un problema social (solo para el 1,9% lo es, según el CIS), pues cuesta entenderlo. Y también hay que decirlo, la violencia de género no acaba de verse como un delito en ciertos sectores.

¿Qué tipo de delitos llevan a Gakoa?

-Sobre el papel no son los más graves pero a mí, por ejemplo, me parece gravísima una relación en la que ha habido 15 años de maltrato psicológico? Luego, muchas veces empiezas a rascar y encuentras más cosas.

Son lo que alguien ha calificado de ‘malos buenos’; esos hombres que van a los partidos de sus hijos, las fiestas de cumpleaños? y luego?

-No me gusta ese término. Es gente que ha ejercido violencia de género y a la que han impuesto castigo. Como por suerte no soy juez, no entro en eso.

Y el hecho de que a diario asistamos a episodios de violencia de género en los medios de comunicación ¿normaliza de algún modo ese tipo de conductas?

-Los medios acaban normalizando muchas aspectos que no son normales. Hace poco veía en una cadena de televisión que hablaban de un “crimen pasional”. (Silencio). La pasión es algo bonito, disfrutable, de tocar, de confiar, y no es un crimen. Si a estas alturas todavía seguimos hablando así pues se confunde mucho todo y todos.

¿La reeducación debería ser obligatoria?

-Si están en prisión no tienen obligatoriedad.

Y los que abandonan el programa ¿por qué lo hacen?

-Por muchas razones. Entiendo que es el juzgado el que decide qué ocurre cuando abandonan.

¿Ha cambiado el perfil en estos años?

-No. Sigue habiendo gente de todas las edades, de todos los niveles socioeconómicos, culturales y políticos.

¿Y cuándo se da el alta a estos hombres?

-Cuando creemos que ha habido cambios significativos a nivel conductual, cognitivo y emocional. Y si además de eso hay mayor concienciación y sensibilización, creemos que es un buen momento para dar el alta terapéutica.

¿Y son sinceros? Los participantes en el programa, digo.

-Al principio igual les cuesta más, pero en la mayoría de los casos creo que sí.

¿Y por qué se ve con malos ojos este tipo de programas?

-Igual que en los años 80 se veía con malos ojos invertir en programas de toxicomanía porque se entendía que eran unos yonquis y unos nosequé. Entiendo que la vivencia de cualquier víctima está por encima de todo esto.

Las estadísticas dicen que en once años han participado 1.555 personas. ¿Mucha o pocas?

-Me parecen muchos.

En el programa Gakoa, en sus sesiones (dos horas a la semana) no es que se descubra el oro: se habla de sexualidad, sobre el control de la ira, de habilidades sociales y comunicación? ¿Qué falla entonces para llegar hasta este punto?

-La ideología, la perspectiva, la concienciación, la sensibilidad, los recursos? Es necesario que desde todos los estamentos políticos realicen cambios. Que los políticos, más allá de llevar lazos de colores y de salir en las manifestaciones, haya una continuidad sincera y no instrumentalizada políticamente. Hace falta que haya cambios estructurales desde las instituciones. Yo obligaría a todo el Congreso a hacer un curso en materia de género, concienciación y sensibilización porque si no, no se sabe de lo que se habla y entonces, es muy difícil que se ponga remedio.

Y en Euskadi, ¿cómo estamos?

-Bien. Hay cosas que mejorar, pero no va mal.

Le he escuchado decir que el cambio solo llegará con la implicación del hombre, como persona y como colectivo. ¿Qué es ser hombre?

-Significa que hemos heredado unos privilegios por el mero hecho de haber nacido con genitales masculinos. No nos los hemos ganado. Esos privilegios generan una asimetría de poder muy grande con las mujeres y no favorece una convivencia equitativa. Debemos renunciar a esos privilegios para conseguir igualarnos en tiempo, servicios y dedicación a las mujeres.