Los guardianes de la naturaleza
Representan el equilibrio en la aplicación de una normativa exigente que afecta a los usuarios del monte. Los basozainas pueden poner multas desde 300 hasta más de 6.000 euros, pero también guardan el boli para ejercer de educadores.
tolosa - Operan entre la oficina, su todoterreno y el monte, un espacio que se conocen como la palma de la mano. Son la autoridad allí. Hay veces que se dejan ver, a modo disuasorio; y otras que se esconden para sorprender al infractor. Ponen “pocas multas”, cuando es “inevitable”. Las más graves pueden superar los 6.000 euros o incluso llevar a una persona a prisión; las leves son 300. Hacen de policía, médico y educador medioambiental en varias actividades, todo en uno. Su oficio ha cambiado “mucho” en 30 años y requiere de una formación constante y multidisciplinar frente a nuevos retos.
NOTICIAS DE GIPUZKOA ha compartido una mañana con Mikel Olano y Juanito Zapirain, dos de los 50 basozainas o guardas forestales de la Diputación Foral de Gipuzkoa. A punto de cumplir 31 años de servicio, desvelan los secretos de un trabajo poco conocido pero de “gran responsabilidad” y que se divide en dos grandes áreas: la gestión de bosques, por un lado, y la vigilancia de la fauna y flora, por otro.
Abrir la tapa de la trasera del pick up de un guarda es toda una revelación. El mejor exponente de todas las funciones que abarcan: un botiquín de primeros auxilios, equipo de extinción de incendios con un traje ignífugo, casco, cantimplora, mascarilla, talkies..., todo ello dentro de una mochila; prismáticos, frontal, telescopio con trípode, silla plegable, trampas para visones, botes de arcilla, recipientes para tomar muestras de agua, hacha, jaulas para transportar animales heridos, bastones, botas de montaña, efectos de pesca y un sinfín de ropa de repuesto que les convierte en una especie de agentes para todo.
Incluso una enorme caja llena de documentación: directivas europeas y normativas de aplicación que a menudo tienen que consultar. La caja pesa diez kilos. Aunque Olano lleva un pendrive de apoyo en el bolsillo. Creen que las nuevas tecnologías pueden ser una herramienta de apoyo importante en su labor.
Admiten que tienen “un trabajo bonito, pero no todo es de color de rosa”, advierten. “La vocación no puede hacerte perder la objetividad y el hecho de que representas la autoridad”, asegura Olano. De hecho, a lo largo del año se enfrentan a varias situaciones tensas, enfrentamientos desagradables con personas que son pilladas in fraganti infringiendo la ley.
No son ajenos a casos como el de Bertiz (Navarra), donde un cazador encañonó el pasado 6 de enero a un guarda. La fiscalía pide tres años y medio de cárcel para el agresor. O el de dos compañeros catalanes asesinados a tiros en enero de 2017 por un hombre al que pillaron sin el permiso de caza en regla. “El otro día le llevaron flores por el aniversario”, recuerda Zapirain, pensativo.
Olano también asegura haber sido encañonado alguna vez en sus 30 años de servicio, pero explica que en general “nos sentimos respetados”. A diferencia de los agentes del Seprona (Guardia Civil), o sus compañeros de Iparralde y otros lugares de Europa, los guardas forestales guipuzcoanos no van armados.
“Lo que pasó en Bertiz es algo excepcional, pero hay muchas situaciones, con personas armadas (cazadores), en las que hay que tener mucha psicología, temple para rebajar el tono y saber interpretar cada situación”, admiten los guardas. Cuando la cosa se complica mucho, llaman a la Ertzaintza para pedir apoyo.
“Por ejemplo, cuando sabes que alguien está haciendo algo mal y le haces abrir el maletero, esa es una de las situaciones más tensas que se dan. Algunos se enfrentan, se niegan y se van. En ese caso, cogemos la matrícula, sacamos una foto y le advertimos que además de la infracción, está cometiendo un delito de desobediencia a la autoridad”, dice Zapirain.
vigilancia Se consideran cuidadores del medio ambiente, de su fauna y flora. Y lo cierto es que la conservación y la biodiversidad han cobrado una “importancia tremenda en los últimos años”, añade Olano. Están en formación continua: conocen las leyes y normativas de aplicación, realizan labores administrativas y se mueven por el monte con destreza.
Tramitan los permisos de corta y quema de rastrojos de baserritarras y ganaderos, a la vez que hacen comprobaciones sobre dichos trabajos; cursan peticiones de subvención, realizan informes y controlan las condiciones laborales de las cuadrillas que trabajan en los montes. “Hay muchas normativas que afectan a trabajadores, paseantes y todas las personas que van al monte y hay que hacer que se respeten; y si alguien incumple, advertir y sancionar si es necesario”, explica Zapirain. Una de las sanciones más comunes y fáciles de detectar es la corta o tala de árboles sin permiso.
Además, realizan controles de población de los ríos, contando y pesando a los peces que los habitan, controlan las cortas de árboles en las orillas para la conservación y protección de la fauna del río y miden la calidad de sus aguas para detectar los vertidos ilegales. También atienden a los animales heridos y los trasladan a centros de recuperación, “una labor que también nos lleva bastante tiempo”, afirman.
La coordinación y dirección de labores de extinción de incendios forestales es otra “labor fundamental”. Son los primeros en acudir, incluso a las falsas alarmas, y evalúan la situación para pedir los recursos necesarios.
colaboración ciudadana Pero la vigilancia sigue siendo una de las labores principales. “Antes este era nuestro trabajo casi en exclusiva. Hoy en día, sigue siendo esencial, ya que es la base para una buena gestión del bosque, de la caza y de la pesca, pero hay muchas cosas más”, asegura Olano. En estas labores de vigilancia, los guardas estiman que el 80% del trabajo es la vigilancia ordinaria. “Pasar por puestos de caza, pedir la documentación y ver que todo está en regla. Ese es el trabajo que no da problemas. Es cuestión de presencia, que nos vean”, afirma.
Pero el otro 15% o 20% son situaciones en las que “pedir las cosas por favor no sirve de nada”. Son frecuentes las operaciones contra furtivos, en coordinación con la propia Er-tzaintza, fruto de avisos de personas anónimas. “La colaboración ciudadana ha aumentado muchísimo en los últimos años”, asegura Olano.
especies protegidas Otro aspecto que cada vez tiene más peso en el día a día de un guarda es la conservación y protección de la biodiversidad. “Es un trabajo que tiene que ver con las directivas europeas. No es un capricho”, señala Olano. “En Europa, por ejemplo, se dan ayudas para proteger animales”, añade, y Gipuzkoa está metido en tres proyectos interregionales, uno de ellos para la protección de aves necrófagas y la interacción con humanos. Especialmente el quebrantahuesos, una especie de máxima protección y con solo tres animales censados en la sierra de Aralar. Están bautizados como Kiriku, el más veterano, Muel y Eder. Su control requiere de “un trabajo serio y exhaustivo, de muchas horas de telescopio”, asegura Olano.
Otro programa de protección en el que participa Gipuzkoa tiene que ver con el visón europeo, una especie “en grave peligro de extinción”. “Nuestra labor es sobre todo eliminar el visón americano que se escapa de las granjas, donde se cría para pieles. Ya llevamos más de 70 pillados con trampas y eso también supone mucho trabajo”, señala el agente. Y el tercer programa europeo está dirigido al picamadero negro, un ave protegida también cuya observación y seguimiento también absorbe recursos.
Las multas por este tipo de cuestiones son “de 6.000 euros para arriba”, afirman. “Los biotopos y espacios protegidos han subido el rango de forma tremenda”, asegura Zapirain. Por ejemplo, “si matas a Kiriku, puedes terminar en la cárcel. Antes todo eran faltas administrativas, pero ahora son delitos y hay un fiscal de medio ambiente. Es tan grave como encañonar a un guarda”, termina Olano.
Siete centros. Operan desde las oficinas comarcales agrarias de Tolosa, Oiartzun, Oiartzun, Bergara, Azpeitia, Zarautz y Elgoibar.
50
La Diputación Foral de Gipuzkoa cuenta con medio centenar de guardas forestales, cada uno con su propio vehículo todoterreno.
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